Aquella primera vez que me di cuenta fue en el comedor.
Frente a mí un compañero y a un lado, él. La plática solamente la estaba manteniendo una persona en la mesa (éramos cuatro en total); todos los ahí presentes estaban atentos a sus nuevos descubrimientos puesto que acababa de salir de un viaje de trabajo. De vez en cuando le hacían unas cuantas preguntas y contestaba con mucha emoción a cada una de ellas, aportando sus conocimientos adquiridos durante ese viaje.
Yo me encontraba comiendo tranquilamente como siempre. No había nada fuera de lo común aquél día. Cuando llegaba a escuchar algo interesante de la plática ponía atención y veía a mi compañero hablando; pero a esa hora estoy hambrienta, estaba más concentrada en callar los ruidos provenientes de mis adentros. Por un momento miré la charola de comida, “ya terminé” pensé al sentirme completamente saciada. Y ocurrió en ese pequeño instante al levantar la mirada al frente. Ni siquiera una millonésima parte de lo que ya he vivido hasta ahora o estoy por vivir. Es curioso y fascinante lo que a veces una milésima de segundo puede bastar para darte cuenta de tu alrededor, para pensar algo que nunca se te había cruzado por la mente; para descubrir un gran detalle, insignificante si no tienes la suficiente imaginación para pensar más allá. Aunque puede que sea simplemente una casualidad en ese instante; pero en el futuro forme parte de algo importante como el iniciador de algo poderoso.
Es ahí cuando me encontré con su mirada. Me miraba con sus ojos negrísimos y puros, con un resplandor de luz que parecían que estaban llenos de inocencia y curiosidad. Pero lo peculiar fue encontrar esa clase de mirada en él. Un hombre que probablemente ha visto una de las peores cosas que la humanidad puede llegar a ser, por su profesión y experiencia. Ese instante tan pequeñísimo y finito atrapó fuertemente mi atención. Su mirada me llamó a seguirlo observando en futuras ocasiones donde los dos coincidíamos en el mismo lugar. ¿Por qué tendría que verme? ¿Acaso fue una coincidencia que nuestras miradas se siguieran encontrando?
Ahí fue cuando comenzó todo.
Esos momentos pasaron con más insistencia que me pregunté si era yo la que lo miraba a él o él a mí. ¿Habrá comenzado él o yo? Sin importar aquello, me gustaba descubrirlo cuando me estaba mirando y ver que retira rápidamente su mirada como si hubiera estado viendo a otro lado todo ese tiempo. Un gesto con el que estoy encantada.
Incluso me convencí a ir a la posada navideña del departamento solo porque iba a ir él. No decidida a ir desde el inicio, no entré al intercambio que habían organizado; así que con la excusa de la comida y mis compañeras era suficiente razón para ir un rato. Por lo único que me arrepiento es de no haber estado desde temprano cuando no había llegado toda la gente aún, para al menos acercarme un poco más e intercambiar más palabras de las que ya habíamos intercambiado antes cuando nos encontrábamos por casualidad. Esa noche me bastó (o me tuve que conformar) haber estado en el mismo lugar que él y con haberme encontrado con sus ojos a lo lejos, sabiendo tal vez que no le era indiferente.
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Editado: 23.10.2024