Esa tarde no salimos. En vez de eso solo pasamos una tarde tranquila en el parque que está cerca de mi casa. Desde que fuimos al parque del atardecer nos propusimos buscar atardeceres parecidos a aquél. Aunque supimos que al menos por el momento, no íbamos a encontrar un atardecer superior.
Nos sentamos en una banca, que en conjunto con las bancas del alrededor, formaban un círculo. El viento estaba un poco fresco, de esos últimos que ya dan paso a la primavera; en la banca de enseguida se podía ver una pareja que al igual que nosotros, estaba disfrutando de la tarde, y a lo lejos se podía visualizar una familia jugando en un módulo infantil
Estábamos uno al lado del otro como es costumbre, hablando de cosas sin importancia para relajarnos un poco. En mi bolsa podía sentir un papel doblado; pero no era cualquier papel doblado, sino uno de esos que le gustan a Andrés. Uno de esos que me gusta que descubra con sus ojos. Se lo di (con un poco de vergüenza como siempre) y esperé a que lo abriera. A pesar de que no era un día especial y no había transcurrido mucho tiempo del último que le di, quería darle algo por la inspiración que me regaló en ese lapso de tiempo. La inspiración que me da un nuevo hallazgo que hago de algo que me gusta o me hace pensar en él.
Al igual que en la ocasión del carro, volteé la cabeza para un lado. Huyendo de la pena de mis propias creaciones, que me parecían tan cursis al momento de hacerlas, pero hermosas al pasar del tiempo, evocando el tiempo en el que lo escribí.
El atardecer no era tan extraordinario como la vez anterior, sin embargo, tenía algo diferente que no supe distinguir con claridad. No sé si era el viento que traía consigo memorias o era que esta vez se hacían nuevos recuerdos. Todo lo que importaba era que estaba junto a él.
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Editado: 23.10.2024