Amor en el alma

Prólogo

"Y te encontré dentro de mi alma liviana y efímeramente eterna dentro de este universo que nació como antítesis, contradictorio, cuando pensé que estaba sola estabas a mi lado de manera subjetiva y extraordinaria.

Estabas lejos, a veces, pero queriendo volar de donde estaba y aparecer a mi lado para acariciarme en alma sutilmente con la tuya, limpia y pura.

A pesar de haber volado mucho y de haber expandido tus alas en la extensión del firmamento oscuro, para aprovechar la libertad plena que sentías.

Ahí supe que estabas conmigo, supe que te tenía, y que este amor que ardía en altas temperaturas era más fuerte que la soledad existencial y el frío que me hacía chocar los dientes a ese ritmo tan desagradable y perspicaz.

Supe que eres mío, realmente eres mío, los celos se me fueron de momento junto con el frío, y casi pude sentir como a la distancia secabas mis lágrimas con tus dedos, sentí tu piel suave y aterciopelada rozar contra mi mejilla que se desgastaba a lágrimas, gotas de sentimientos provenientes de las joyas que fueron colocadas en las cuencas de mis ojos.

Lo entendí desde el primer, no podías permitir que mis mejillas terminaran gastadas y deshechas a causa de la ansiedad de no tenerte cerca.

Y me equivocaba.

De alguna forma u otra, la vida me enseñaría a querer sin tocar, a amar la lejanía y a extrañar para aprender a valorar y poder merecerlo que quiero cerca.

Y me demostraste que la distancia la hacemos nosotros, con nuestras lejanías; estar distante no es estar lejos, es sentir que lo están y permitir que se enfríen, como café descuidado; que todo se consuma solo, como un cigarrillo abandonado al viento.

La distancia no existe para los amores fuertes, siempre se encuentran, o al menos sus almas lo hacen, que es lo importante.

Y no solo en lo romántico."

Una de las cosas más curiosas del amor es esta cuestión tan extraordinaria y a la vez confusa, no siempre nos resulta sencillo a todos, en realidad a nadie.

¿Quién dijo que querer era fácil?

Lo es.

Aunque solemos complicarlo sin querer.

Pero, hay dos cosas que pueden dificultarlo: a) Que alguno permita que las cosas se enfríen y pierdan esperanzas en encontrar una solución, y b) Que ninguno de los dos pueda detener algo que no da para más.

Solo eso.

Cuando es amor de verdad siempre habrán problemas, y para amores fuertes ¿Por qué no pruebas fuertes? Si para nuestros padres fue tan difícil tenernos y gracias a su entrega total, en cuerpo y alma, somos lo que somos ahora, al menos puedo yo decir eso. Para mis padres el camino fue turbio, oscuro y sombrío, como si caminaran sobre clavos calientes o trozos de vidrio punzante o como si subieran una escalera de cuchillos.

Si de todos modos, saldrán adelante. ¿No es cierto? Sin importar lo fuerte que sean las pruebas, siempre estamos. Sin importar que tan dura fuera la caída, seguimos de pie.

¿No es cierto? Aunque no todos, algunos se atrofian y se dan por vencido, dejan de demostrarse interés y dejar de recordarse cada cosa que los hizo ser uno, y luego, dejan de ser uno. O se alejan de la esencia de su cuerpo, se apartan de personas que les han brindado tanto amor, apoyo, cariño y respeto como han podido.

El más grande acto de amor es la entrega, eso dicen los sabios. Yo digo que el más grande acto de amor es la expresión de sentimientos genuinos, la sinceridad, la honestidad y el respeto; a veces un acto de amor puede ser irse o dejar ir, así se trate solo de amor propio.

Algunos dejan de regar, mientras otros dan demasiada agua. Aplica para todo, nunca nos cansaremos de vagar de manera incansable por el mundo, a veces damos demasiado, otras veces solo restamos.

No todos gozan de ese gran privilegio, de tener el amor de su vida a su lado; la mayoría hace su vida con el amor para su vida, y no con el amor de su vida.

Es cierto, no estás destinado a ser con quien estás destinado a estar.

No todos tienen el privilegio de que sus padres conozcan sus nietos, de que les hayan brindado siempre amor y apoyo incondicionalmente, no todos han estado tan cerca de Dios tantas veces en su vida y se han rendido a él, entregándole todo y confiando en sus promesas y sus planes, escuchando su voz por las noches y sintiendo su presencia a cada instante; aunque quienes no lo viven no se han dado la oportunidad de experimentar ese mar de sensaciones inexplicables, no todos viven de milagros pero todos tenemos razones para levantarnos un día y con más fuerzas que nunca agradecerle por todo, aún por nuestro último aliento, o por cada uno de nuestros suspiros ahogados. No todos han nacido en las manos indicadas, no todos tienen a su madre viva o pueden disfrutar de un café por las tardes con toda su familia reunida y disfrutando de buenos chistes o anécdotas que inundan de experiencias nuestro camino, de cicatrices nuestra piel; no todos saben lo que es tener cuatro patitas y una cola que se alegre cuando te sienta cerca y te extrañe cuando te sienta lejos, no todos tienen la dicha de poder sentarse en las noches a cenar y que en la mesa no sobre una silla. Es ahí cuando experimentamos el amor verdadero, cuando reímos y se nos reinicia la vida, y toda la existencia.

Nos falta un poco de humanidad cuando abandonamos nuestra vida espiritual por argumentos vagos y mediocres; una vida espiritual sana es el secreto para tener paz mental y estabilidad emocional.

El verdadero valor de la vida lo descubrimos cuando nos falta algo importante, la mayoría de las veces; pero hacen falta personas que sepan apreciar la tranquilidad y saberse refugiar en ella, hace falta que aprendamos a estar solos para merecer compañía. Perdemos demasiado tiempo «buscando el amor» y siempre lo hemos tenido. Hemos encontrado el amor con la comida caliente de mamá reposando sobre la mesa o en aquellas veces que nos despertaron temprano para ir a la escuela, con el café de papá y la risa de nuestros hermanos y sobrinos. Hemos encontrado el amor con la tranquilidad que nos brinda un hogar en unión y armonía. Hemos encontrado el amor con el aire que a diario Dios nos brinda; lo encontramos ahí, en la playa y la paz que te brinda el viento golpeando con fuerza tu cabello, encontramos el amor, cuando vemos al cielo y las estrellas están brillando o cuando las nubes lo cubren por completo. Encontramos el amor de Dios en la poesía que recitan los mudos cuando sin palabras exclaman al cielo, con la melodía de un ciego tocando piano o de un niño dibujando a su familia y su hogar.




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