"La ciencia no nos ha enseñado aún si la locura es o no lo más sublime de la inteligencia"
Edgar Allan Poe
Ciencia estúpida.
Me duelen los desoladores y angustiosos mensajes de texto que de repente iluminan la pantalla del celular en estos días tan solitarios y sombríos, acompañado de la llovizna que se apodera de la brisa y roza mi rostro cuando abro la ventana para darle la cara a un nuevo día, sintiendo la pesadez de los malos presagios a mi alrededor y los hombros caídos.
Amo con locura el frío, pero si la lluvia violenta de mis ojos no cesa pronto, terminaré por perder por completo la poca cordura que me queda, hasta perder incluso la noción del tiempo, como si comenzara a fallarme la presión arterial.
Como si necesitara regar mis plantas y mis ojos estuvieran ahí, haciendo ese trabajo sucio de hacer crecer algo aún más profundo y sensible dentro del invernadero de mi pecho.
Me duelen en potencia, porque me da una impotencia excepcional y consumidora que duele y arde profundamente en el pecho, recorriendo de ahí todo mi cuerpo, cansado de las situaciones emocionales y el desequilibrio psicólogo que he obtenido como consecuencia a toda esta problemática circunstancial en la que hemos estado sumidos.
Tenerlo lejos, de cierta manera, me llena de una feroz angustia avasallante y atormentante, obstinantemente desesperante, que me hace querer salir de la pantalla con todas las ganas y la rebeldía acumulada en las venas de un alma altamente sufrida y resignada, atravesar ese fino cristal que nos divide y con un egoísmo nato nos impide tocarnos y besarnos.
Besarnos como nunca antes, como si el tiempo no existiera y la distancia fuera solo un mito, que los problemas se calman de a momentos como las tormentas, de manera subjetiva, que a veces duelen menos. Quisiera, aún a la distancia, poder meter mis brazos por su camisa para sentir tu calor masculino y el perfume adormecedor y embriagante que tanto caracteriza su figura escultural, tomar su mano con fuerza para jamás olvidar la corriente eléctrica que causa repentinamente el choque de nuestra piel y sentir que siempre lo tengo a mi lado, observando mi rostro sumido en un silencio profundo que amenazaba a mi presión arterial con reventar mi torrente sanguíneo, riendo como un necio, como un loco desquiciado sin sentido; como un psicópata que encuentra a su víctima y la retiene, aún si la presa no quiere huir y disfruta resignada. Siento mi celular vibrar con intensidad en el bolsillo izquierdo de mi pantalón de mezclilla ajustado, e inmediatamente, sin esperar un segundo lo saco de ahí con desespero, teniendo completamente claro de quién se trata.
Por mi pecho pasa de visita esa sensación fugaz de falta de aire que siento cuando recibo sus mensajes, siento como si en mi mano tengo un trozo de si, como si era una señal de que una parte de él siempre estaría conmigo, lo supiera o no; lo quisiera o no, como para recordarme que puedo ser tan fuerte como lo ha sido él; como lo fue cuando tuvo que sobrevivir a situaciones que fácilmente podrían acabar con él y su integridad, esa misma parte de él que me dice que aún lo tengo conmigo; que cuando estamos lejos, con el pensamiento puedo sentir su cercanía en el viento y cada momento de felicidad y plenitud que rebosa mi alma de dicha, muy adentro de mi pecho, adentro de mis venas, recorriendo todo mi cuerpo, como si fueran tus manos tocándome con deseo y premura, explorando mi anatomía y apreciando las pinceladas de mi cuerpo como una obra de Van Gogh.
Se abre automáticamente la ventanilla emergente de WhatsApp, y me saca sorpresivamente de este bucle mental tan adictivo.
Mensaje de Mi novio💕
[Te extraño, buenos días, hermosa.]
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Es obvio que mi corazón dio saltitos de alegría como los que da Heidi con su amigo de la infancia, Pedro, por las montañas.
Y me sentí como si estuviera en mi lugar favorito, me sentí como Heidi en casa del abuelo, jugando con Niebla, saliendo a cuidar las ovejas de Pedro y darle rienda suelta a sus aventuras.
Tal vez suene demasiado patética.
Lo sé.
Lo soy.
Suelo ser demasiado estúpida con respecto a mis sentimientos, demasiado vulnerable emocionalmente.
Y también es como si todo eso se me juntara, y también me dañara la psiquis, me pisoteara la esperanza y la fe de que las cosas algún día salgan bien y todo transcurra de manera sana.
«Ah no, no me robes mi papel. Yo soy la de la mala vibra, tu eres la loca que habla consigo misma y le cree a las voces de su cabeza»
Sí, sí. Okay.
Sé que estoy loca y eso no mejora nada, sé que este trastorno acabará con mi estabilidad emocional y la poca cordura que me queda
Ni siquiera soy buena tomando decisiones ¿A caso creen que voy a estar bien? Estás voces son normales.
No soy la única.
«No. Ni estarás bien si sigues justificando tus problemas como normales, si sigues creyendo que están bien porque alguien también los tiene.»
Y así mismo sé que consigo siempre cargará en su interior un gran trozo de mí, que a su alma está pegada un gran fragmento de la mía y cada vez que me extrañe en cantidades o me sienta lejos, quiero que recuerde siempre, a cada instante ese mismo enunciado como si fuera yo quien se lo recitara al oído, quiero que se repita en su mente que ese trozo de mí que tiene ahí consigo es él mismo, que no está solo, me tiene a mí, y muy por encima de eso, se tiene a él.
Al igual que yo.
Cuando lo sienta lejos, sé que tendré un trozo de él conmigo, y que me tendré a mí.
Que si yo no me abandono, él tampoco lo hará, si dejo de mentirme y crearme teorías conspirativas dentro de mi mente, también él lo hará.
No me mentirá.
Si yo no me fallo nadie lo hará; si no me daño a mi misma, y nadie podría lastimarme, nadie podría pisotear mi orgullo y hacerme sentir inferior porque lo tengo a él, y me tengo a mí.