Amor en las favelas

Un día pesado

Rounijo despertó al sentir el intenso calor dentro de su recamara, se quitó las cobijas y estuvo rodando por el ancho de su cama en busca del lado más fresco hasta encontrarlo.
Abrió lentamente los ojos y al notar una tenue luz que anunciaba el amanecer, murmuró en voz baja algunas palabras inentendibles girandose para sentarse del lado contrario de su cama y luego levantarse pese al cansancio que aún sentía.

Caminó hacia el baño para darse una ducha rápida con agua caliente para tratar sus  vendas y sus moretones; le dolían un poco los huesos con el movimiento pero quizá con los analgésicos puedan calmarse, de lo contrario tendrían que comprar otros que no sólo tendrían efectos secundarios, sino que también serían costosos y se volverían un costo extra en el presupuesto de la casa.
Después de secarse y cambiar sus vendas, fué donde su ropero para sacar su uniforme y poder arreglarse para ir a la escuela, suspirando un poco al sentir un hormigueo en su costado.

Al salir de la habitación, caminó a la cocina y preparó algo rápido para su desayuno pero antes fué a ver a sus padres a su cuarto; ambos estaban descansando, quizá por una larga jornada    trabajo, así que solo les dejaría una nota de que había ido a la escuela.

Tomó su mochila junto a un par de analgésicos y luego tomó caminó a la escuela, saludando a los pocos vecinos que le sonreían. El resto se veía forzado a hacerlo, quizá porque su padre era un federal que había hecho de la colonia un lugar estable, y su madre era una enfermera que solía prestar servicios médicos de forma gratuita a varias personas, tanto de la colonia como de los alrededores.

Mientras caminaba, respondía al saludo de las demás personas que lo miraban pasar aunque después de dar algunos pasos podía oír a la perfección las críticas de esas personas gracias al suero de Garshield Bayhan y a Rounijo. Era obvio que muchos de ellos hablaban sin saber lo que realmente había pasado, así que no les diría nada, preferiría callar para recibir en silencio las duras críticas de la gente.

Una vez que llegó a la escuela, muchos compañeros aparecieron en la entrada, de entre ellos sus ex compañeros de fútbol; en cualquier otra ocasión les hubiera ido a saludar e iniciarían pequeñas apuestas con dulces de por medio para  la hora del entrenamiento, pero ahora no podría ser así, ya no porque si ellos se empeñaban en ignorarlo, él haría lo mismo.

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—Bueno jóvenes, es hora de leer. Saquen sus libros y retomen la página    en que nos quedamos —habló el profesor de español mientras escribía algunas cosas en el pizarrón.

Muchos de sus compañeros se reían y hablaban en voz baja mientras el profesor dictaba instrucciones para la clase.

Rounijo simplemente giró sus ojos y trató de concentrarse para encontrar la parte marcada con azul, hasta que sintió que alguien le tocaba el hombro.

—Ron, olvidé mi libro ¿crees que puedas compartir tu libro conmigo? —le dijo algo avergonzado cierto chico de rastas que se sentó a su lado pese a no recibir una respuesta negativa.

El azabache rió un poco y al final dejó el libro en medio de él y Carlos ya que la lectura había empezado. Esta vez leerían una obra llamada Fuente Obejuna de Lope de Vega; este libro lo había leído anteriormente en la biblioteca pero retomarlo sería fácil aunque sentir la mirada de su amigo en él le causaba un poco de incomodidad.

—Concéntrate en el libro antes de que te toque leer —dijo algo nervioso pues desde su perspectiva, se sentía muy cerca el uno del otro hasta que el profesor dió un leve golpe en el escritorio y mandó a leer a Carlos.

El mencionado saltó ante el llamado y rápidamente explicó que no podía por falta de libro, el profesor tomó nota y le bajó medio punto sobre la calificación pero no dejó que se escapara sino que le hizo pedir otro libro y seguir con la lectura; tomó el libro de Rounijo quien tapaba su boca para no reír fuerte aunque a veces le costaba ya que la cara de desconcierto  de su compañero era divertida de ver.

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—Creo que el profesor me tiene odio ¿tú qué dices Ron?

—Qué estás exagerando, si pusieras más atención en clase no te iría tan mal —le regañó dándole un leve golpe en su cabeza mientras caminaban hasta la salida.

—¡Aunch! Eso duele —se sobó el golpe fingiendo inocencia— pero aún así esperaré por nuestra nieve de limón —vió su cara de confusión así que le abrazó de los hombros en señal de amistad— Recuerda que hoy es martes y debemos ir por una.

Ambos rieron por el comentario pero las risas cesaron cuando sintieron las miradas sobre ellos, sobretodo de Borboleta quien al parecer era el nuevo capitán del equipo ya que todos sus ex compañeros de equipo le seguían sin rechistar dentro y fuera de la cancha.

—Me temo que la nieve tendrá que esperar —palmó un par de veces la espalda de su amigo y luego se separó de él para tomar rumbo a su casa— Suerte en tu junta de equipo. Te veo mañana.

Se despidió con una sonrisa y un ademán amistoso mientras caminaba por las calles desniveladas de la ciudad, mostrando una falsa tranquilidad en el rostro pues sabía que no faltaba mucho para que Carlos le dejara de hablar pero sentía que era mejor alejarse primero de él para no causar más inconvenientes.

 




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