El día que me quieras, para nosotros dos cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.
-Amado Nervo
Ahora que te tengo en mi vida no necesito de un trébol de cuatro hojas, ni del ron mañanero que me da la bienvenida a un nuevo día. Te conocí y las noches dejaron de ser tan sombrías, las brisas se convirtieron en un bello cantar que junto al mar convertían todo en una linda sinfonía. Cada árbol se transformó en un altar, los pájaros revoloteaban sobre las rosas de septiembre y por cierto, nunca vi a septiembre con tantas rosas, y ahora que te conocí hasta las rosas parecen danzar. Te amé y el mar fue testigo de que nunca existió un amor tan inocente, Dios se arrodilló y juró que nuestro amor es tan inmenso como su propia creación.
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