Amor Eterno #1 - Todos los caminos me llevan a ti - Editando

Capítulo 12 - IMPULSO

 

 

IMPULSO

 

Me quito la sábana y me levanto de la cama. Suspiro con fuerza, ya que no he podido pegar ojo durante toda la noche, me pongo unas zapatillas y me dirijo hacia la cocina para hacer el desayuno, es lo menos que puedo hacer por ello, ya que me han dejado quedarme en su casa.

Los minutos pasan y me entretengo preparando todo, para cuando escucho como las puertas de la cocina se abren, lo tengo todo listo encima de la mesa. Me giro y veo sus caras sorprendidas al ver el despliegue de comida, yo solo puedo sonreír tímida.

—Pero… —la voz entrecortada de Igor resuena en la estancia, pero no es capaz de seguir hablando.

—No tenías que hacer nada de esto, cielo —me dice Gilberto mientras se acerca a mí y me da un leve achuchón.

—No es nada —contesto sonriendo—, es lo menos que puedo hacer por vosotros al dejarme quedarme en vuestra casa —termino de decir.

Miro a Marco de refilón, pero al darse cuenta desvía su atención de mí. Me sonrojo levemente al pensar en todo lo que confesé anoche, así que me siento en la mesa para evitar mirarlo más.

Cojo un trozo de bizcocho y siento su mirada que no deja de posarse sobre mí, siguiendo cada paso que doy y cada palabra que pronuncio. Intento evitar su mirada todo lo que puedo, pero me es imposible, acabo perdida en sus ojos, sin poder decir nada y ruborizándome. Estoy tan avergonzada por lo que pasó anoche… Y tan dolida…

Al terminar de desayunar y de recoger la mesa, camino hasta la habitación que ha sido mía durante la noche y comienzo a recoger mis cosas para volver a mi casa.

—¿Te vas ya? —me pregunta Gilberto sobresaltándome cuando entra por la puerta.

—Sí —respondo—, sale un tren en una hora, por lo que voy a tomar un taxi y me marcho ya. Gracias por invitarme anoche —le sonrío—. Les daré recuerdos a mis padres —le doy un abrazo.

—Te vamos a echar de menos —me dice.

—Yo también —la voz de Igor nos hace separarnos y me envuelve en sus brazos. Suspiro aliviada al sentir que ya no siente rencor hacia mí y que todo puede ser como antes—. Lo siento —susurro a su oído.

Cuando nos separamos él asiente con la cabeza y me dedica una sonrisa para hacerme ver que todo está bien. Cojo mi maleta y salgo de la habitación, mentalizándome de lo que viene ahora, lo más difícil, despedirme de Marco.

Se encuentra en el salón, serio y mirándome. Dejo la maleta aún lado y me acerco hasta él para darle dos besos, pero cuando llego él se aparta. Lo miro con los ojos abiertos, sorprendida por su rechazo, sin entender el porqué.

—Te llevo yo —me dice al ver mi cara y estoy a punto de negarme, pero al verle sé que no me va a dar otra opción.

Me despido de cada uno con un abrazo y salgo de la casa para terminar entrando en el coche de Marco. El pequeño camino hasta su coche se me hace eterno e incómodo, porque no abre la boca para decir nada y yo no sé cómo empezar una conversación, así preveo que me espera un buen viaje.

 

Al llegar a la estación de tren y tras aparcar, me bajo del coche. El viaje ha ido como me esperaba. Todo silencio, con la música de fondo y sin que él me diga una sola palabra. Marco se baja también y se coloca la capucha. Al ver ese gesto sé que tiene intenciones de acompañarme dentro. Caminamos uno junto al otro y busco las pantallas de información. Al final no son necesarias ya que por megafonía anuncian mi tren y caminamos hasta el andén.

Me giro hacia él para mirarlo sin saber qué hacer. Marco comienza a mirar hacia todas partes menos a mí y la situación se vuelve cada vez más violenta e incómoda.

—Gracias por traerme —comienzo a hablar—. Yo ya me voy —me despido y al ver que sigue sin mirarme y moviendo el pie inquieto, decido poner punto y final a esta situación—. Adiós Marco —tras esas palabras sus ojos se posan en mí.

Me giro y busco mi maleta, pero unas manos atrapan mi cintura y me impiden cogerla, por lo que solo puedo girar mi cuerpo y encararle. Mi mirada se posa en sus ojos y sus manos agarran las mías.

—María, yo… —intenta hablar pero se le ve que no sabe por dónde empezar.

—No te preocupes Marco —digo para tranquilizarle—. Ya hablaremos cuando vuelva —le dedico una pequeña sonrisa y hago amago para separarme, pero él sigue sin soltarme.

—¿Vas a volver? ¿Cuándo? —me pregunta ansioso y a la par sorprendido.

—En un par de días —contesto sincera—. Tengo que darte el resto de las cartas que me dejó tu madre y que ya debería haberte dado. Además —sigo hablando—, este año voy a estudiar aquí en Madrid y…

—¿Vas a mudarte a Madrid? —me corta sorprendido—. ¡Eso es genial! —me dice entusiasmado mientras se le dibuja una sonrisa en la cara.

—Sí —respondo algo cohibida al ver su reacción tan entusiasta.




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