-Narra Michel-
Lo siento Sebastián. Sé que te lo prometí, pero no puedo. Voy saliendo del baño y me consigo a mi hermana.
-Vivian, me asustaste.
-Estás muy paranoica últimamente. –me dice mientras lleva las bolsas hasta la mesa. -¿Ya cenaste?
-Sí. ¿Cómo te fue en clases?
-Números y más números.
-Bueno, tú elegiste contaduría.
-Sí, y me gusta. ¿A ti como te va en la universidad?
-Bien. Genial.
Me quedo un rato hablando con Vivian sobre las materias que he visto. En realidad me la llevo muy bien con ella, sólo que la mayoría del tiempo ella está en su mundo y yo en el mío. No me gusta hablar de mis sentimientos con ella. Somos diferentes. Intento dormir pero no puedo. No dejo de pensar en las cosas que pasaron hoy. A decir verdad, no dejo de pensar en Sebastián. No puedo creer que él también tenga ese contacto con el más allá igual que yo. Él siempre fue tan diferente a todos. Me ha gustado desde el primer año de secundaria. Quería hablarle pero nunca podía, fui muy tímida y él muy cerrado. Aún es cerrado, definitivamente me cuesta sacarle las palabras. Luego cuando fui novia de Henry fue diferente, pero ahora ya nada es igual. Pero hay algo que nunca cambia y es esa sensación que tengo cada vez que lo veo o estoy cerca de él. Henry siempre fue mi soporte emocional, y de verdad me gustaba. Pero luego de su muerte he caído en depresiones. Lo peor de todo es que siento que algo me persigue, siento mucha inquietud y cosas extrañas a mí alrededor.
En casa sólo somos mi hermana y yo. Juntas hemos salido adelante desde que mi mamá nos abandonó después del incidente. Ni siquiera sabemos nada de ella, era lo único que teníamos. Vivian trabaja de día y estudia de noche. Y yo estudio medicina por una beca gracias a mis excelentes calificaciones, que bajaron un poco el último año. Sin embargo ayudo a mi hermana en lo que puedo. Doy clases de guitarra los fines de semana en una academia, y es algo que me encanta porque amo la música, especialmente el rock. Esa es la parte de mí que critica mi hermana, que escuche rock, que me vista de negro, que tenga un argumento diferente de la vida que ella y sobretodo las cosas que veo, es un trauma para ella. Por eso me he vuelto mucho más cerrada. No confío en las personas, pero para mí Sebastián es diferente. Aunque sea frío y antisocial, lo veo algo ingenuo y con problemas para expresarse. Siempre lo he observado, y sé que está estudiando medicina por Henry. Lo de él es más la electrónica, la mecánica. No esto. Y el golpe que tenía en la boca, puedo asegurar que fue su papá. Siempre que tengo un presentimiento nunca fallo. Por fin, después de tanto pensar logro dormirme.
Me levanto temprano a mi tercer día de clases. Entro al baño y mientras el agua recorre mi cuerpo tengo una sensación que me estremece más allá de mis límites. De pronto escucho voces en la casa, no muy bonitas. Trato de ignorar todo cuanto puedo. Salgo y me visto. Me coloco un jean negro, una remera azul marino, un suéter negro y mis converse de corte alto negras. Me peino y me maquillo un poco. Salgo a esperar el autobús en la parada. Llego a la universidad y me doy cuenta de que llegué algo temprano, me siento rara ya que no conozco a nadie todavía. Y no es como si quisiera aplicar la “sociabilidad”, a mi punto de vista son sólo apariencias superficiales. Puedes relacionarte con las personas pero ellas sólo piensan en sí mismas, son relaciones más perjudiciales, por eso a veces me gusta más estar sola. Nunca he encontrado a nadie que verdaderamente me entienda.
Pienso esto mientras voy siguiendo el rastro de árboles pequeños plantados en el estacionamiento de la universidad y desecho todas mis palabras al ver a Sebastián estacionando su moto. ¿Cómo describir a Sebastián en una sola palabra? Perfecto. Absolutamente. Mientras se baja de la moto me coloco detrás de él. Tiene puesto un pantalón negro, converse blancas, franela gris oscuro y lleva su chaqueta negra en la mano. Su estilo encaja perfectamente con el mío. Suspiro mientras él da la vuelta y por la expresión que tiene creo que lo asusté.
-Hola. –le digo. -¿Te asusté?
-No. Claro que no. –mira exageradamente hacia todos lados.
Sé que está nervioso.
-¿Estás bien? –le pregunto acercándome un poco a él.
-Sí. –se limita a contestarme seco.
Me mira fijamente y eso me pone nerviosa, aunque yo también estoy haciendo lo mismo. Miro su rostro perfilado, ciertamente tiene carita de niño todavía, lo que lo hace ver estúpidamente adorable y aún más ingenuo. Es blanco, de un color pálido, excepto por sus labios que tienen un color rojo, sobre todo por las mañanas o cuando hace frío. Evito no mirarle los labios porque el corazón me empieza a latir muy fuerte. Me concentro en sus ojos, oscuros y fríos. Su cabello es castaño oscuro, es largo arriba casi cayéndole en los ojos como flequillos, a los lados llegando a sus orejas y atrás quedando en forma de v detrás de su cuello. Es muy flaco. Un poco más alto que yo, mis ojos llegan exactamente a la altura de sus labios. Evito no mirar sus labios de nuevo. Los rayos del sol comienzan a salir más fuertes y me iluminan la cara.