Ayer no pude hablar bien con la pelirroja, hoy tampoco lo puedo hacer porque Terry está al acecho. Se sujeta de mi brazo sin la oportunidad de que escape algún lado. Es claro, converso con mis amigos pero ella tiene que estar al tanto. No permite que ninguna otra chica me vea pues de la nada busca alguna disputa para quizás llamar la atención como siempre, me besa a la fuerza cuando se entera que yo estoy mirando a su hermana. Y mientras Sabrina me mira con ojos llenos de malicia, Terry asevera tenerme en su mano.
Dejo que Humberto y los demás se reúnan en casa de Jeremías, les miento con creces sobre el inexcusable motivo de no ir con ellos esperando verme con Sabrina y elevar nuestra apuesta al cien por cien. Me despido de Terry y dejo que ella me dé un beso en los labios; se siente triste por el hecho de no ir a mi casa tras haberle mentido compostura y naturalidad. Sonrío al saber que mis amigos y mi ex novia sean tontos indeliberados como para creer cada una de mis palabras.
Al entender que ninguno de los dos estará en casa por el resto del día me voy de la preparatoria rumbo a la casa de Sabrina, miro el frondoso árbol que hay en el jardín y trepo con agilidad, pero con tan mala suerte doy un paso en falso y ¡Zas! Entro a una habitación oscura del cual apenas si veo la luz del exterior por medio de la abertura de la puerta.
Camino como un pingüino me atrevo a salir comenzando a llamarla en baja voz, más de repente me callo al escuchar un arsenal junto con las veces de los protagonistas.
—Hasta la vista, baby —dice en espanglish mientras apunta el control remoto al televisor.
Apenas si veo una pequeña parte de Terminator II, luego decido bajar la escalera antes de detenerme. El sonido del teléfono fijo suena y ella contesta, grita el nombre de una tal Evanna, pasa directo a la cocina. Molesto, termino de bajar los peldaños de la escalera para encaminarme a la cocina. Allí está, con una camiseta de Korn preparando un sándwich de mayonesa, jamón ahumado y queso mozzarella. Imaginé su risa, pero permanece más seria que un burro embaucado. Habla directo al punto, luego se dirige a la nevera para agarrar un recipiente de jugo de naranja.
—Seguro hablas por teléfono con alguien que sí le cuentas tus cosas —digo sonriente cuando aparezco en la cocina, pretendiendo no mire lo roto que está mi pantalón.
— ¿Evanna? Te llamo después —dice rápido cuando me ve de pie bajo el umbral.
Cuelga. Quiere dominar los nervios que la envuelven. Me fulmina con sus ojos de felina, pero no hago caso. Se limpia las manos en la camisa y dispone a colocarlas en la cintura, hace una mueca ocasionando que yo amplíe la sonrisa. Puedo notar que entre los dos hay cierta tensión, no sé si será sexual u otra cosa más portentosa, lo cierto es que ella intenta reñirme con mi conducta mal aplicada, pero sólo hace que contenga la risa.
— ¿Qué mosquito te picó para que entres como un perro por su casa, ah? Tomas muchas facultades que no he permitido, y agradece que nadie está aquí —dice rigurosa.
—Todo empezó cuando aceptaste la apuesta así que no te hagas la tonta. Además dijiste que esto se queda en secreto y que nadie..., jamás de los jamases nadie se puede enterar. Y como esto es de los dos tengo cierto privilegio porque fui el de la idea, ¿no
—Bien, dime lo que tengas que decirme y luego te largas de aquí.
— ¿Por qué eres tan cruel, Sabrina? —río divertido— ¿Alguna vez escuchaste sobre las normas de buena cortesía? Lees mucho así que me hago la idea.
—No tengo por qué sobreactuar contigo, el descuido es la causa de los fracasos, ¿sabes?
— ¿Y eso qué me dice?
—Que no debo bajar la guardia estando contigo.
—Hay una deseable apuesta que nos reburuja, cariño—me recuesto en la repisa, cruzo los brazos y sonrío.
—En efecto, está esa tonta apuesta. Si elegí ese camino no me gustará lo que veré, pero me arriesgué... estoy sobrellevando lo que hay y no sé si pueda hacerlo bien.
—Claro qué lo harás, Sabrina...
—Eso es lo que dices —contesta a la defensiva, pero no le creo. Sé que le parezco demasiado tentador—. Lo importante es ver aquello que resulta invisible para los demás.
—Eso ya se notó a leguas —respondo—. En especial, cuando tienes repentinos ataques de nervios frente a mí. Pero antes que me contestes rudamente, dime si metiste la pata con la llamada de tu amiguita.
Repite el nombre de su amiga y yo asiento. Sabrina niega con la cabeza, logra que enfoque los ojos en sus fornidas piernas, me doy cuenta que miro el sándwich y siento inapetencia. Resalto el asunto de los pantalones imaginando que ella tendrá muy pocos para usar, pero, a la larga me acostumbro a verla solo en camiseta. Tiene unas lindas piernas que me hacen alucinar sobre el resto de su cuerpo.
—Todo el mundo peca con el pensamiento —contesta al notarlo.
Luego mordisquea su sándwich sin dejar de verme, como si leyera mi mente.
—Por eso dejo que Terry salga con quienes desee —digo. Alzo los hombros sintiendo que ella no se ata a mí y viceversa—. Desde luego no me entero de todo, pero dejo que ella haga lo que quiera con su vida.
—Si eso basta para mantenerte ocupado en fastidiar a la chica que aceptó una simple apuesta.
—¡Perfecto! —responde con la boca llena, le da otro gran mordisco a su sándwich—. Las personas que suponen tener una moral, no deberían atacarse.
— ¡La moralidad apesta!, todo empieza cuando la chica que se muere por mí acepta una oferta —camino a ella olvidándome por completo del pantalón roto—. Aún estás a tiempo de confesar que te traigo como loca.
—Claro, sobre todo cuando quieres dar un espectáculo al enseñarme tu ropa interior. Todo lo que haces es encaminarte derecho a la tumba, donde solo verás un esqueleto por mucho tiempo. Extiende esa cubierta del cráneo y sonríe.
—Hablo contigo dos veces al día. ¿Así me tratas?
—Bien, si así lo tomas, entonces no puedo hacer nada. Dijiste que soy dura y la verdad es que empiezo a creerlo, cuando mi espíritu competitivo te quiere patear el trasero —me limpio la cara llena de comida.