Mira como ríe Alan-Dijo el guardia-Desde que usted llegó es otro.
-Enserio-Miré al guardia quién asentía.
Mientras hablaba con el Guardia mire hacia un kiosco en dónde estaba una señora vendiendo unos algodones de azúcar en forma de corazones, de inmediato se me antojó uno, cabe resaltar que dentro del parque había un montón de negocios como comida rápida, helados, manzanas acarameladas entre otros, pero el que más llamó mi atención fue el algodón.
-¿Me puedes traer un algodón?-le señaló.
-Creo que no puedo dejarla sola, si lo hago el jefe me mata.
-No es para tanto, no pasará nada-Le sonreí divertida.
-No puedo dejarla sola-niega otra vez.
-Te dije que vayas- le abro los ojos en son de amenaza-Si no vas, le diré a mi marido que tu hiciste algo malo-El hombre me miró impresionado y colocó sus palmas al aire.
-Esta bien, pero no se mueva de aquí-pobrecito míralo cómo corre, se nota que le tiene miedo a Deivis, además tenía mucha pereza de levantar mi sexi trasero de esta cómoda banca.
El guardia estaba comprando mi algodón y yo estaba riendo de ver cómo el otro guardia corría detrás de Carolina y Alan, estos pobres hombres.
En ese momento alguien susurró algo en mi oreja, quedé en shock, y por un momento me desconecte de la realidad.
-Maldita renegada-Eso fue lo que escuche, de inmediato volteo y veo a un hombre vestido de negro quien se escabulle dentro de las personas, entonces él estaba esperando que él guardia me dejara sola.
Mis manos empezaron a temblar. Me siento mal.
El guardia regresó y rápidamente me auxilió.
-Señora coral, ¿está bien?-No podía hablar, mi cabeza empezó a dar vueltas, y mi boca se puso pálida y mis manos empezaron a sudar.
-No me siento bien-Logré decir.
-¡Señora!-Gritó. mi cuerpo se tambaleó y luego caí encima de los brazos del guardia, escuchaba su voz a lo lejos y mis ojos se empezaron a cerrar por sí solos.
Despierto debido a los besos de Deivis, mis mejillas estaban mojadas de tantos besos que me dió.
-Mi vida, ¿Cómo estás?-pregunto atento.
-Ya estoy un poco mejor.
-Me tienes muy preocupado-Dijo acariciando mi cabeza-El guardia me contó todo lo que sucedió.
-Lo siento mucho, mi vida.
-¿Por qué lo sientes nena?-Me miró angustiado.
-Dañe el momento tan feliz que tenían los chicos en el parque.
-No te preocupes, ellos están en la habitación, además tú hermana le está leyendo un cuento a Alan y se lo están pasando muy bien.
-Pero eso no quita mi tristeza, Alan estaba muy contento.
-Coral, ya déjate de tonterías-me tomó del mentón y me hace mirarlo-Te dije que ellos están bien, más bien, dime porque te desmayaste.
-La verdad, solo comí muy poco, además he pasado con cólicos.
-Bueno, de igual manera, tengo que llevarte a un hospital.
-Ay amor, todo está bien-Le sonrío, él es muy atento conmigo.
-¿Segura que todo está bien?-Cuestiono.
-Si, si mi vida.
-Bueno, ahora sí, cambiando el tema, en todo este tiempo te has portado bien conmigo, además has tratado muy bien a mi hijo, y has traído una alegría inmensa a la casa, por eso-Me entrega unas llaves.
-¿Y esto?.
-Son las llaves de mi oficina, de hoy en adelante administras la parte financiera de mi empresa.
¿Qué? ¿Enserio? Se nota que confía mucho en mí, me está entregando prácticamente todo su poder.
-Amor, ¿Hablas en serio?-Cuestionó recibiendo las llaves.
-Si, y muy en serio, esto nos ayudará mucho, además creceremos como pareja y familia.
-Eso suena muy bien-Me siento en la cama y lo abrazó.
-Coral, te amo mucho-Susurra encima de mi cuello. Por fin, lo que tanto esperé.
-Yo también te amo Deivis- Eso es lo que creo, realmente no se si es amor u obsesión.
-Te prometo que en cuanto regrese de viajes, te llevaré al país que quieras-Deivis me había dicho hace días que se iba a un viaje de negocios. Me puse muy triste porque era la primera vez que lo tendría lejos.
-No se si podré aguantar esos siete días sin ti-El río.
-Mi Reyna, esos siete días se irán muy rápido, ya lo verás
-Esta bien mi amor-dije no tan convencida.
-Coral, ¿Estás bien?-Preguntó Deivis, ya que una arcada salió de mi boca.
Tenía muchas ganas de vomitar.
-Si creo que estoy, ¡Buah!-sonido de arcada otra vez-Bien.
-Pero mira estás con ganas de vomitar-Me sostiene del mentón-No estás bien, parece que estás enferma, o quizá-pauso sus palabras-Embarazada-mis vellos se erizaron luego de escuchar eso. Y no, no estoy embarazada.
-Como crees, me estoy cuidando.
En ese momento otra vez mi cabeza dio vueltas, y no fue cualquier mareo, este vino con todas.
-Te estoy hablando enserio, vamos a un maldito hospital -Dijo Deivis enojado esta vez.
-Dame permiso-Me levanto de la cama de un brinco y corro hacia el baño, por su parte Deivis corrió tras de mí.
-Amor no seas terca vamos a un hospital-insiste él muy lindo.
Estaba vomitando en el inodoro, mi estómago duele debido al esfuerzo que hago. Creo que mi presión está muy baja.
-Amor ayúdame a levantarme-Le pido a Deivis y él me ayuda.
Mi cuerpo estaba muy decaído, no sé si es así cómo se siente un embarazo, o quizá sea una enfermedad letal o podría ser la nueva inyección con la que estoy planificando.
-Me estás preocupando mujer-Me ayuda a caminar hasta la cama nuevamente.
-Ya te dije que es normal, y más porque cambie de inyección.
-En eso tienes razón, quizá sean los efectos secundarios.
Deivis había recibido una llamada telefónica, por lo cual tuvo que salir de la casa a todo rumbo. Me sentía muy aburrida por ello decidí echarle un vistazo a mi móvil y me encuentro con un mensaje de Ramiro, el hombre que me llevó hasta la ciudad hace unos meses.
-Coral, ¿cómo estás?.
-Muy bien-Solté un suspiro estaba demasiado aburrida.
En cuanto le respondo el mensaje que posiblemente lo envió anoche el me hace una llamada.
le contesté
-Hola coral ¿dónde estás?.
-Hola Ramiro, estoy en casa de mi novio.
-¿Tienes novio?-Su pregunta sonó con decepción.
-Si claro.
Hablamos más o menos una hora, en la cual me contó un poco más de su vida, él es mecánico en una empresa, y está divorciado, actualmente vive en casa de su hija junto con su nieto Bruno.
No voy a negar que me gustó la charla, es un hombre bastante interesante.
Solté un suspiro, por lo menos a él si le conté un poco más de la verdad de mi vida, claro está, que a Deivis no le he contado tanto. Quizá sea porque tengo miedo de perderlo.