Ya te dije que ese mocoso no es mi hijo.
-¿Entonces de quién?-mis manos tiemblan y la escopeta pesa muchísimo.
-Si no es del difunto Ramiro, me imagino que es de otro hombre que obviamente no soy yo.
-Amor mío, entiende que no he estado con más nadie, solo tú… Mi vida.
-Coral, mejor cállate, ¿No ves que me es difícil creerte?-Claro era de esperar que él aún está dolido, y la causante de todo eso, he sido yo. Noté como sus bellos ojos se hacían agua y esa imagen dolió en el fondo de mi corazón, tenía ganas de darle un abrazo. Pero en el fondo tenía el temor de que me hiciera daño.
-Deivis, lo sé, y créeme que no ha sido fácil para mí durante todo este tiempo, mi vida no ha tenido sentido desde que te marchaste por aquella puerta en el hospital.
-¿Y crees que para mí sí?-Agacho su cabeza.
-Amor, acabemos con todo este calvario, volvamos a ser felices como antes. Levantó su cabeza y me miró, sus ojos estaban demacrados y reflejaban una cruda tristeza, y su boca estaba morada, ya no son los mismos labios color rosa que me enamoraron. Me imagino que ha estado fumando con abundancia-No te hagas más daño, mírate cómo estás, vuelve conmigo mi vida, ¿No entiendes que te amo con todo mi corazón?-Mis lágrimas empezaron a salir y por fin pude liberar todo el estrés que he llevado durante estos días. Su mirada era potente, noble e inocente, me provocó mucha nostalgia verlo así, porqué se que él aún me ama…
-Baja esa arma, Coral-Ordena mientras baja sus manos de su cuello.
-Si la bajo ¿me harás daño?-no respondió mi pregunta lo cual me dejó más intranquila-¡Te pregunté algo!-Le grito está vez, pero tampoco me respondió-¡Entonces eso quiere decir que si me harás daño?-Cuestionó por tercera vez. Empezó a caminar hacia mí como si le hubiera valido mierda mis preguntas.
-Te lo digo por última vez, baja esa arma-Llevo su mano hacia las adentras de su pantalón como si estuviera sacando algo.
-¿Qué intentas hacer?-Le pregunto y de inmediato le apuntó al abdomen.
-Cálmate, no voy a hacer nada.
-Si intentas hacer algo, te juro que disparó.
-¿Entonces me vas a matar?- Asentí segura-Vamos a comprobarlo-Se encamina a mí, aún con la mano metida a su pantalón. No podía dejar que me hiciera nada, por ello, cerré mis ojos con fuerza e hice disparar mi arma. Mi cuerpo cayó a una esquina de la habitación, la escopeta me hizo volar y el calor que salió de ella me indicó que el impacto no había fallado. ¡DEIVIS! Me levanto del suelo y veo los pies de él, su cuerpo está tirado al piso con un impacto de bala en el abdomen. Su sangre salía de su cuerpo de manera rápida, y su boca estaba sucia también.
-¡Deivis!-Me agachó dejando la escopeta en el suelo, sus manos estaban puestas en su abdomen para tapar su sangre-lo siento mucho-le empecé a ayudar, intenté quitar su camisa pero él me tomó de las manos y me miró fijamente . -C-coral-Dijo con dificultad.
-Deivis perdóname-sentí un peso en mi pecho, mi alma duele, mi corazón va a parar. No me había percatado, pero en su pantalón tenía una cajita pequeña. ¿Qué es eso?. Tomé la caja y la abrí y era un anillo, ¿Que? un anillo. Me sentí como una mala mujer, no debí dispararle, ahora él está muriendo por mi culpa. -Mi amor perdóname. Deivis cerró sus ojos y tragó espantoso. -No te mueras porfa-le suplicó entre llantos.
-Vete, v-vete-Me ruega-Toma la llave que está en mi pantalón y vete-Me ruega-Toma la llave que está en mi pantalón y vete...
-¡No!-Grite despavorida-No puedo irme, porque aún te amo-Rompí en llanto y me aferre de sus manos.
-No seas tan tonta y vete-Insiste con la voz adolorida.
-Amor, perdóname, yo… Me deje llevar por mis impulsos. Mientras lloraba como una cascada frente a Deivis la puerta se abrió de un empujón dejando entrar al maldito gorila, quien sin preguntarme me tomó por el cabello y me intento arrastrar pero se detuvo luego escuchar la voz de Deivis. -Deja que se vaya…-Cerró sus ojos con fuerza y luego los volvió a abrir y con su boca totalmente sucia de sangre agregó-No le toques ni un cabello, solo deja que se vaya y que sea feliz a su manera-No se pero eso que dijo me dolió mucho en el corazón, era como si ya no le importase.
-¿Pero Jefe?-Exclama muy sorprendido el gorila pero Deivis levantó su mano y le pidió que guardara silencio. Sin lugar a dudas el gorila hizo caso.
-¡Sal!-Ruge Deivis acabando con sus últimas fuerzas. Me encontré como una tonta agachada mientras esperaba un te amo, o algo más de él, pero no… Me estaba dejando en libertad para que hiciera con mi vida lo que me apeteciera.
-No… no puedo- Susurró tocando su rostro por última vez.
-Hágalo y no ponga peros-Dijo el gorila enojado.
Deivis me miró de manera rápida y chilló de dolor. Al ver cómo su voz se apagaba más y más, entré en desespero. Con mis manos temblorosas saque las llaves que estaban dentro de su pantalón. La mirada de él recorría mi rostro y eso me dio aún más nostalgia, no entiendo porque acabamos así, si se suponía que nos amábamos. En cuanto tomé las llaves me levanté del suelo y di media vuelta para después irme del lugar. Corrí y corrí en medio del pasillo, mis piernas se sintieron pesadas, era más bien como si tuviera un kilo de cemento en cada una de ellas, era una sensación inexplicable.
-¡Jefe aguanté!-Gritó el gorila desesperado.
Ya por fin me encontré en la sala de estar, y sin pensarlo metí la llave dentro del seguro de la puerta y la gire, tras abrir esa tan anhelada puerta me percaté de que era de día, la verdad no sabía ni qué día era, ni qué horas eran, mi corazón no dejaba de latir, estaba loco por salir y correr en libertad hacia esas calles vacías. ¿Dónde estoy?. Me pregunté tras salir, el sol iluminó mis piernas las cuales se encontraron todas llenas de morados, estos eran los golpes causados por los bastardos esos. Tome una bocanada de aire y empecé a caminar, baje los escalones de la casa con cautela y luego mire hacia la izquierda y no ví nada más que árboles y casas cerradas, esto está muy solitario, volteo a la derecha y por fin pude ver a una niña mientras corre con un globo de color blanco en sus manos. De inmediato me acerqué hasta la menor, ella me miró con inocencia, morí tras ver su carita sucia, me imagino que estaba jugando o algo por el estilo. -Niña hermosa, ¿dónde puede encontrar un auto?-Le pregunto y ella me señala hacia el frente. Volteo y me encuentro con una casa de color azul, tenía unas ventanas pequeñas pero la puerta era enorme.
-Papi, papi-Decía esa palabra una y otra vez.