Tenía miedo, él debía tenerlo también. Podía sentir su cuerpo tenso permaneciendo congelado en su lugar, seguramente aún sin caer en la cuenta de lo que estaba pasando. Y de pronto, como era de esperarse, él cortó el beso y nuestras miradas se encontraron al instante.
Aún sentía su respiración chocar contra la mía y, no queriendo volver a la realidad intenté unir mis labios con los suyos una vez más, sin embargo Nahuel desvío el rostro antes de que pudieran siquiera rozarse.
Enseguida me tomó de los hombros alejándome bruscamente de él, luego se levantó y comenzó a pasarse la mano por sus rojos cabellos caminando de un lado para el otro como león enjaulado.
— Nahuel
— ¡No Boris! — bramó molesto, mirándome como si e verdad me odiase — No..no quiero escucharte....
— Yo...lo siento — musité dolorido, obligandome a no romper en llanto otra vez, no podía seguir humillándome así ¿Cuántas veces tenía que ser rechazado para finalmente volverme más fuerte emocionalmente? ¿Cuánta humilación más necesitaba?
Luego de oírme decir aquello se acercó rápidamente a mí y, tomándome por los brazos me obligó a levantarme para que le hiciera frente. Hacia tiempo que no lo veía tan molesto.
— Esto no puede seguir así, lo entiendes ¿No? — medio me zarandeó y ya no pude contener las lágrimas ni un segundo más — Ya no eres un niño como para no comprender lo que está bien y lo que está mal. Sabes perfectamente que besarme o decirme que me amas está absolutamente mal — repuso y luego continuó — No seguiré soportando éste capricho tuyo, es suficiente.
Apreté los puños al igual que mis párpados, cuanto dolía cada una de sus palabras que le salían de su boca. NO ES UN CAPRICHO quise gritarle, pero las palabras quedaban atoradas en mi garganta. Quizás el no poder hablar era un mecanismo de supervivencia para no seguir arruinando más las cosas con él.
Se formó un silencio tras decirme aquello. Y al ver que yo no replicaba nada, me liberó de su agarre y posteriormente me abracé a mí mismo buscando contención aunque más no sea en mis propios brazos. Cuando abrí los ojos ví a mi padrastro cerca de la puerta de mi habitación. Iba a irse sin decir nada más, pero de pronto desvía su rostro y me mira dolido.
— Te llamaré para comer, mejor sigue descansando — dijo en un suspiro y yo asentí entre hipidos de llanto. Luego volvió su vista al frente y cerró la puerta con cuidado antes de desaparecer.
Una vez que estuve solo, mis piernas flaquearon y caí de rodillas al suelo, oculte mi rostro entre mis manos y abrí la boca como si quisiera gritar pero sin hacerlo. Era un grito silencioso de dolor por no poder ser correspondido por Nahuel.
Y lo peor de todo es que lo ve como si me gustará todo esto que pasa entre nosotros, como si solo estuviera jugando con él sin ser conciente de lo mucho que este amor me lastima día a día. Pero bueno, aquí estoy una vez más llorando por él y terminando de romper el débil lazo que nos mantiene unidos.