Isul Johnsson
Un leve dolor de cabeza y una incómoda sensación en mi zona íntima me despiertan de un sueño profundo. Comienzo a tallar suavemente mis ojos, permitiendo que se adapten a la luz. Cierro los ojos y, lentamente, los vuelvo a abrir.
Mis ojos recorren el techo de la habitación, pero una creciente sensación de miedo y pánico empieza a apoderarse de mí. Este no es el techo del hotel donde estoy hospedada. Cierro los ojos nuevamente y los vuelvo a abrir, lanzando una maldición al confirmar que no es un sueño. Mis lágrimas amenazan con desbordarse al encontrarme completamente desnuda y pegajosa. "¿Qué he hecho?" Giro mi rostro y me encuentro con un hombre musculoso, también desnudo, acostado boca abajo y con la cabeza hacia mí. Mi mente se nubla; apenas recuerdo chocar con él al salir del baño, y poco más.
Me levanto con sumo cuidado, buscando mis cosas entre el caos de la habitación. Todo está disperso por el suelo. Evito gritar al ver mi vestido dañado y me sorprendo al notar que también está roto mi sujetador. Rápidamente recojo una camisa del suelo y me la pongo, colocando mis bragas y saliendo con mis prendas en el brazo. No sé hacia dónde voy, pero sigo mi intuición.
Bajo las escaleras y diviso mi cartera. Me paso la tira por el hombro, cruzándola, y me calzo los tacones. Giro y me dirijo a una gran puerta. "¡Salto de emoción!" Logró abrirla y camino hacia el ascensor, pero este no funciona. "Mierda", maldigo en español. Camino hacia la puerta de emergencia, que afortunadamente está abierta. Me quito los tacones y comienzo a descender por las escaleras.
Llego a otro piso, abro la puerta de emergencia y continúo hacia el ascensor. Aquí sí funciona. Presiono el botón y, al verme en el espejo, casi emito un grito. Mi maquillaje está corrido y, con la mano libre, intento arreglarme un poco. Las puertas se abren y salgo rápidamente. Tomó un taxi sin pensarlo demasiado. Le indico al conductor la ubicación del hotel y trato de procesar lo que ha ocurrido.
¿Cómo terminé así? Dios mío, solo estaba cuidando a mis amigas. Acepto que tomé dos tragos para no sentirme fuera de lugar, pero al parecer, en medio del éxtasis, mis principios volaron por la ventana. Ahora, ¿qué voy a decir? "No, no, no", niego mentalmente. Nadie debe enterarse de esto.
El taxista me habla, sacándome de mis pensamientos. No sé en qué momento llegamos, le pagó y le agradezco. Bajo del taxi y me adentro al hotel. Entro al ascensor, sintiendo la vergüenza inundándome. Hay muchas personas aquí, y es evidente que mi atuendo no es el adecuado; parezco un zombie. Llegó al piso correspondiente, sacó la tarjeta, ingresó y caminó rápidamente hacia mi habitación. Cierro la puerta con seguro, arrojó todo al suelo. Es en ese momento que comienzo a desmoronarme lentamente, con los ojos llenos de lágrimas.
Me remuevo con molestia ante unos toques en la puerta, y al hacerlo, siento un dolor punzante en todo el cuerpo, especialmente en la espalda. "Me he quedado dormida llorando", pienso para mí misma mientras me incorporo, levantándome con cuidado. Sin pronunciar palabra alguna, camino hacia el baño, evitando el encuentro visual con el espejo. Una vez desnuda, me adentro en la ducha, dejando que el agua helada caiga sobre mi cuerpo dolorido.
Mientras el agua fría me envuelve, mi mente intenta desesperadamente reconstruir lo sucedido ayer, o más bien, después de tropezar con él. Mi cuerpo está marcado, con algunas huellas en mis pechos que provocan punzadas de incomodidad. Trato de recordar los acontecimientos, pero solo consigo el persistente dolor de cabeza. Menos mal que tengo mis pastillas, porque la idea de salir a comprar no es una opción tentadora.
Regreso a la cama y me dejo caer en ella, mi mente un torbellino de pensamientos. Sin duda alguna, esto será algo que siempre recordaré. Fingiré demencia, pero ya no quiero estar aquí. La idea de regresar a California se presenta como la mejor opción, un escape necesario para dejar atrás esta situación incómoda y confusa.
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Me despierto sobresaltada por la intensidad de los toques en la puerta. Solo atino a decir un débil "ya voy" mientras alzo mi mano para revisar el celular. Son las diez de la mañana. "He dormido bastante, 24 horas", reflexiono, consciente de que ese prolongado sueño fue necesario. No es sorprendente que haya alguien golpeando la puerta con tanta insistencia. Me levanto, camino hacia la puerta, giró el seguro y procedo a abrirla.
—Dios mío, ¿estás bien?, ¿estás enferma? ¿Qué tienes? —Julissa comienza a bombardearme con preguntas, su rostro reflejando preocupación genuina.
—Sí, todo está bien. Creo que aún tengo sueños acumulados. —formuló, mintiendo descaradamente, y acompaño mis palabras con un bostezo fingido.
—Cámbiate, saldremos a desayunar afuera. También me desperté tarde. —asiento, agradecida por la distracción que implica su presencia.
—Genesis me dejó un mensaje diciendo que saldría con el chico que conoció en el club. —expone, compartiendo la información.
—Me cambio y salimos, muero de hambre también. —mientras hablo, pasó las manos por mi estómago, consciente de la urgencia de llenar mi vacío estomacal.
Me cierro la puerta, regresó al interior de la habitación y me enfrento al dilema de qué ponerme. Rápidamente, optó por algo casual pero decente. Mientras me cambio, mi mente vuelve a la escena borrosa de la noche anterior. El rostro del hombre musculoso, la confusión sobre cómo llegué a esa situación. «¿Realmente me tropecé con él y eso fue todo?». Me pregunto.
Salgo del baño lista para el desayuno, y Julissa me espera impaciente. Juntas, salimos de la habitación y nos dirigimos hacia la prometedora aventura de desayunar afuera. La luz del día me golpea de lleno, y la calle bulliciosa parece una realidad distante de lo que experimenté en la penumbra de la habitación. Aunque me esfuerzo por mantener la calma, la incertidumbre persiste en mi mente, y las respuestas a mis preguntas parecen lejanas.