Amor inesperado /pjm

28

Esa mañana. me desperté dentro de un torbellino de caricias y besos. Jimin había intentado esto otras veces, pero siempre resultaba en planes arruinados. Esta vez logró su cometido, haciéndome abrir los ojos sólo para encontrarme con la fiereza de los suyos. «Parece que Jiminie se despertó con ansias hoy», mi primer pensamiento del día es interrumpido por sus labios que, deseosos, vuelven a cernirse sobre mí sin ninguna contemplación.

— Hey, cariño —me alejo sólo unos milímetros de su rostro para poder verlo mejor y noto en su mirada el ferviente deseo mañanero con el que se levantó. Una mueca sensual se dibuja en sus labios mientras arquea sus cejas un par de veces, dándome la señal muda de que tiene ganas de algo —Te despertaste muy activo esta mañana... —termino la frase con una sonrisa pícara en mis labios, posando mi mano en su trasero en señal de aceptación.

— Me desperté con ganas de ti, como todos los días. Al menos esta vez logré ser yo quien te despierte y no el sol o Namjoon... ¿Está mal?

— Está perfectamente bien —me pego a su cuerpo, sintiendo todo su calor en plenitud y sus músculos agarrotados, como si se estuviera aguantando las ganas de arrojarse sobre mí. Vuelvo a acercarme a su rostro para besarlo y dejar que Jimin desate toda su pasión, temprano en la mañana.

Luego de un largo rato de acción diurna, ya con los dos agotados y bañados en sudor, podemos proceder a la conversación normal como si nada hubiera pasado. Podría estar así todo el día, debo confesar, el cuerpo de ese hombre es un vicio difícil de abandonar. Un último, tierno y cálido beso le pone el sello a la situación, mientras nos quedamos de costado enfrentados el uno al otro viéndonos.

— Eso sí que fue un saludo de buenos días — mientras me tapo con la blanca sábana de seda, lo miro extasiada —Si después de que te retires no me despiertas así todos los días, vamos a tener problemas.

— Puedes apostar tu vida en ello —responde, mientras acaricia mi rostro — Ahora... ¿Qué tal si preparo el desayuno para los dos? Después de darme una ducha, claro está. Te dejo remolonear un rato si quieres, hasta que todo esté listo.

— Acepto —extiendo mi mano hacia él y con un formal apretón cerramos el trato.

Jimin se levanta de la cama, estirándose hacia un lado y el otro. Se pone un pantalón corto pero deja su torso al descubierto y yo ahí estoy, admirándolo como siempre, absorbiendo con mis ojos todas y cada una de sus partes. «El karma me está pagando bien...», mi corazón baila dentro de mí, mientras lo observo alejarse hacia el baño toalla en mano. Cierro mis ojos unos minutos más, debo haberme quedado dormida nuevamente porque me despierto cuando un dulce olor me llega desde abajo, junto con el familiar aroma del café. Me levanto de la cama tomando su camiseta, que había quedado junto a ella, y me dirijo escaleras abajo así como estoy, en ropa interior y la camiseta ultra large de Jimin, que todavía huele a él. Tomando el cuello de la camiseta entre mis puños, la acerco a mi nariz para inspirar su aroma. Huele bien, el condenado.

Una vez cerca de la cocina, mis pasos descalzos se aproximan hacia un atareado Jimin, que está muy ocupado haciendo volar panqueques dentro de la sartén cual chef profesional.

— El secreto está en la muñeca ¿Eh? —me siento en una de las banquetas altas que están al costado de la isla de la cocina — Huele bien, cariño —mi estómago empieza a rujir de hambre, sólo con ver la torre de panqueques que se está acumulando sobre un plato.

— Esperemos que sepan tan bien como huelen, traté de seguir las instrucciones de la mezcla lo más acertadamente que pude.

— Estoy segura de que sí. Hasta ahora no vi nada que no puedas hacer —lo miro, mientras mantengo mi rostro apoyado sobre mis manos en forma de V.

— A ver, déjame pensar. No puedo hablar bien en inglés, no sé cocinar y hasta hace poco no tenía ni la menor idea de cómo hacer "ciertas cosas" más que en la teoría —sus comillas aéreas me hacen reír automáticamente. "Ciertas cosas". La timidez de Jimin volvió al lugar del cual nunca debió haberse ido.

— Pues aprendes rápido, chiquito. —replico entre risas — Si le pusieras el mismo empeño al inglés y la cocina que a esas "ciertas cosas", ya serías hablante nativo y chef principal en un restaurante.

— Si tuviera una maestra como tú para esas cosas, te aseguro que sería el mejor —el sonrojo de mis mejillas me obliga a taparme el rostro con las manos. Esa es la otra habilidad que parece que no va a perder nunca, hacerme sentir como una adolescente inexperta. —Y todavía te sonrojas. A pesar de ese carácter que tienes, eres tan tierna que me dan ganas de pellizcarte las mejillas —suelta la sartén para acercarse a mí y hacer exactamente eso, llevándose un manotazo de mi parte por hacerme poner más roja todavía.

— Park Jimin, no pongas a prueba mi carácter —lo reprendo, entrecerrando los ojos en señal de amenaza —Sobre todo si vas a hacerlo mientras tengo el estómago vació. ¿Falta mucho?

— Nope. Ya está —orgulloso de su obra, acerca el plato con la torre de panqueques y llena la isla de la mesada con dulces, miel y frutas. Me trae una taza repleta de café recién hecho, bien fuerte como a mí me gusta y sirve para él una taza de té.

«Jimin come como si no hubiera un mañana y, aun así, se ve como una estatua de Miguel Angel», pienso, mientras mastico un pedazo de panqueque bañado en miel.

— Estos panqueques están deliciosos, Jiminie. Casi tanto como tú —mi momento de venganza ha llegado. Jimin se pone rojo como una manzana y esconde su rostro entre sus brazos cruzados —Parece que no soy la única tierna aquí... —sonrío satisfecha, después de haberle devuelto el favor.

— Touche — responde mientras levanta sus perfectas facciones, todavía sonrojado.

— Ahhh... la venganza es un plato que se come frío... 

— Lo otro que vas a comer frío, va a ser tu desayuno.




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