Amor inesperado /pjm

29.

La arena se hunde bajo nuestros pies descalzos, mientras caminamos a la orilla del mar turquesa de Jeju. Nuestras sandalias cuelgan entre nuestros dedos, aprovechando que el mar fresco baña la orilla. Jamás en la vida hubiera imaginado algo así, ni en mis sueños más salvajes, pero sin embargo aquí estoy. El hombre que camina a mi lado, tomando mi mano, tiene la mirada perdida en el horizonte. Se ve preocupado por alguna razón. Mis dedos se aferran a los suyos, apretándolos sin querer mientras mis ojos están posados en el efecto de mis pies sobre la arena mojada. Me pregunto cuál será el problema, si es que hay uno. Quizás sea yo, quizás sea el trabajo, quizás...

— Oye, cariño, me vas a quebrar un dedo — interrumpido por un apretón inconsciente que le causa un poco de dolor, se dirige hacia mí acariciándome con su dedo gordo para que afloje mi agarre.

— Oh... Perdona —Es un hábito desagradable si es una persona la que tiene que sufrir mis apretones, cuando me comienzo a preocupar. Por lo general me limito a apretar mi propio puño, o lo que sea que tenga en la mano, pero después de tanto tiempo de soledad me había olvidado de que esta vez era la mano de un ser humano. Suelto por completo mi mano de la suya, con miedo de volver a causarle dolor. Por poco que sea, no quiero lastimarlo.

— ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

— Si... Estoy bien. De nuevo, perdona, no me di cuenta de que te estaba haciendo daño.

— Está bien, no te preocupes. Tampoco fue para tanto, Vic — esta vez me toma por la cintura, mientras caminamos, acercándome a él para depositar un beso sobre mi cabeza — Dime en que estabas pensando, sé que había algo dando vueltas en esa cabecita inquieta que tienes.

— Va a sonar estúpido, pero estaba pensando en qué estabas pensando tú. Tan silencioso y perdido que ibas... —solemos pasar mucho tiempo en silencio, en realidad es agradable poder estar sólo y acompañado a la vez. No sé cómo explicarlo, pero nuestros silencios son placenteros, ninguno de los dos invade el silencio ajeno porque sí. Pero ahora, mientras caminamos, su mutismo escondía algo detrás de su mirada perdida.

— Estaba pensando en que estos últimos dos meses van a ser una locura, que las dos semanas restantes hasta irnos no voy a poder prácticamente verte; aunque, supongo que el próximo fin de semana vamos a tener un día de respiro y pensaba en que cenáramos todos juntos, a modo de despedida temporal...

— ¿Todo eso? Todavía estamos aquí y ya estás pensando en las dos semanas, los dos meses y despedidas temporales. A veces eres peor que yo, Jiminie —me aferro a su cuerpo, dándole un cálido abrazo de costado sin dejar de sentir la arena hundirse bajo mis pies, a cada paso que doy.

— No eres la única con derecho a tener defectos después de todo... Es la primera vez que me preocupa irme y dejar aquí a alguien que amo tanto como a ti, totalmente sola.

— Oye, Superman, estoy sola desde que llegué a Corea y desde antes también. Sé cuidarme bien así que no deberías preocuparte tanto. Ahora... Sería más lógico que digas que no quieres irte sin mí porque vas a extrañarme ¿No crees?

— Eso también...

— Pues, en ese caso me aseguraré de molestarte todos los benditos días. Por un lado para que no te preocupes y por el otro para que no me extrañes. No tienes nada de qué preocuparte, estaré ocupada trabajando y poniendo en pie el proyecto con las chicas. Dos meses se pasarán en un parpadeo — no sé a quién estoy tratando de convencer, si a él o a mí. El hecho de pensar en pasar tanto tiempo sin verlo me estruja el corazón, pero es una situación inevitable que está más allá de mi control. 

De repente sus pasos se paran en seco, dejando que el mar bañe sus pies y los hunda en la arena mojada un poco más. Sólo mira el suelo, sin levantar su rostro durante unos larguísimos segundos. Jimin se ve... Frágil. Esa es la palabra. Su semblante cambió de la sonrisa a la tristeza en tan sólo un instante. Es la primera vez que veo su vulnerabilidad, siempre es él quien tiene que lidiar con la mía, que se muestra aunque no quiera. Me pongo frente a él, no necesito agacharme para quedar debajo de su rostro y notar que una lágrima rueda por su mejilla, posándose furtivamente en la comisura de sus labios rosados.

Soy terrible cuando se trata de sentimientos, sean los míos o los de alguien más. Sobre todo si es algún tipo de sentimiento negativo, esos son los más difíciles de compartir. Me limito a tomar su cintura entre mis brazos y estrecharlo en un abrazo apretado, dejando que su rostro repose sobre mi cabeza. Puedo sentir sus lágrimas, cayendo por mi frente. 

— Hey. Me estás mojando, chiquito —suelto, mientras lo estrecho un poco más — ¿Qué sucede? —Sólo fue cosa de preguntar, para que esas lágrimas ninjas se transformaran en llanto vivo. Jimin está colapsando bajo el peso de sus propias emociones, que probablemente ocultara para no sumarlas a las mías — Ven, siéntate conmigo.

Me suelto de él, sólo para guiarlo hacia un árbol cercano, debajo del cual podíamos descansar un rato. No estamos lejos de la casa, pero prefiero que se saque el peso de encima en este preciso instante. Me siento, dejando mi espalda apoyada sobre el grueso tronco de madera; indicándole a Jimin que se siente entre mis piernas, apoyando su espalda contra mi pecho. En esa posición fue que él me consoló aquella vez. Ahora me toca a mí, su postura me permite acceder directamente hacia su pecho así que masajeo y acaricio suavemente el lugar donde se encuentra de su corazón. «Ya cálmate Jiminie», pienso desesperada por la situación, aunque manteniendo la compostura. Una vez que su respiración se hubo normalizado, me atrevo a preguntar nuevamente.

— Cariño... Es tu turno de confiar en mí ahora. Dime qué sucede... —acaricio su cabello con mi mano libre, detrás de su oreja. Uno de sus mechones platinados termina entre mis dedos, y con el jugueteo lo enredo sin querer. 




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