Las miradas estaban encima de mí, cada una tan fría como la noche; Karina estaba en el centro de aquella tan peculiar reunión, se aferraba con manos temblorosas a un hombre alto y de espesa barba, todo paso tan rápido que no pude pronunciar palabra, todo quedo atorado en mi garganta cuando el dedo de Karina se levantó lentamente para acusarme.
-¡Es él, él mato a mis padres!, ¡es un monstruo chupa sangre! - gritaba Karina entre lágrimas y sollozos, su ropa antes limpia y arreglada ahora estaba rasgada y llena de barro, sus manos con sangre aun fresca mancha las mangas del hombre al cual se sujetaba con fuerza, se mostraba tan aterrada; tan…falsa-¡por favor ayúdenme se los suplico! -
Fue en ahí cuando todo comenzó, esa chica que había conocido meses atrás, con la que pocas veces hable o tuve problemas, aquella chica con rostro inocente y corazón afligido que me causaba pena y empatía, me había engañado al igual que todos los demás; Karina revelo mi identidad a todo el pueblo esa noche, y aunque por mis descuidos había sido descubierto por algunas personas tiempo atrás, estas nunca tuvieron el valor de enfrentarme, solo huían de mí, lo cual aunque me causaba mucha tristeza no me traía más problemas; sin embargo, esa vez fue distinto, no solo lo note en sus miradas, sino algo dentro de mí también lo sintió, fue como si un instinto se activara en mi interior y me dijera que saliera de ahí, que era peligroso, que ella era peligrosa.
Dicen que el numero hace la fuerza, y yo estaba solo contra ellos, no eran fuertes, tampoco agiles, pero tenían algo que yo había perdido, el valor; no era un asesino, me lo repetía a diario, no mataría a inocentes, ni aunque la vida me costara. Sali corriendo de aquella posada, el miedo me invadía, no podía hacer nada, porque si lo hacía podía lastimarlos, tenía más mido de mí mismo que de los que me seguían, y entonces me encontré corriendo por salvar una vida que hace tiempo había dejado de vivir, en medio de la carrera me di cuenta de que ya no tenía sentido seguir corriendo, deje todo de lado y me resigne a lo que viniera, y fue si como conocí a Henry.
Aunque debo admitir que, hasta hoy, hay algo que me sigo preguntando, y es que a pesar de que yo no me defendí de sus ataques, tampoco fui capaz de sanar mis heridas de forma normal en ese momento, pues a pesar de que era vampiro, ellos pudieron lastimarme al grado de casi matarme, el tiempo y la fuerza que necesitaron para ello fue extrañamente mínima, lo suficiente para matar a un humano, pero no para hacerlo contra un vampiro, aun sigo buscando respuestas a aquello, pero no importa mucho por ahora, espero algún día encontrar la respuesta a lo que pasó y que lo que descubra, no sea peor de lo que imagino.
-Entonces- dijo Lía -¿qué edad tienes?, porque creí que tendrías más de cien años-
-Oye no soy tan viejo - respondí algo ofendido- pero si quieres saber, tengo 39 -
-¡39! - exclamo sorprendida - eres mucho más joven de lo que pensé-
-Aun así, sigo siendo mayor que tu jovencita- dije golpeando con mi dedo aquella frentecita blanca.
-Pues vaya suertudo que eres - dijo quitando mi mano de su cara - no envejecer, se oye bien -
-Si, se escucha divertido - dije - pero no lo es Lía, no cuando te quedas solo-
-Eso no depende de la extensión de la vida, muchas personas se quedan solas aun siendo mortales, quiero pensar que también existen inmortales que nunca estarán solos, como tu -
-¿Y porque piensas eso? -
-Porque no pienso dejarte solo, si lo hago, también estaría sola-
No supe que o como responder a lo que Lía me dijo, yo no quería quedarme solo otra vez, y temía que ella me abandonara en cuanto tuviera el valor, no pensé que se sintiera de la misma forma que yo, quería decirle que le agradecía que estuviera a mi lado, pero que tarde o temprano ella crecería, encontraría el amor, formaría una familia e incluso si no me apartaba de su lado, eventualmente moriría, y yo tendría que afrontarlo; ella era mortal y yo inmortal, no podía hacerme ilusiones de un vida a su lado cuando no era posible, la única forma era convertirla en lo mismo que yo, pero sería egoísta de mi parte, yo nunca quise ser lo que soy ahora, yo quería un vida normal aunque la muerte llegara pronto, quería disfrutar cada experiencia, quería enamorarme, quería formar una familia y que cuando fuera viejo y estuviera en mi lecho de muerte, pudiera decir, viví una buena vida.
Todas esas cosas que me fueron arrebatadas, no se las arrebataría a ella, dejaría que viviera como una humana normal, y si tenía que verla morir tarde o temprano, esperaba haberle dado una buena vida.
Todas esas palabras y pensamiento murieron en mi lengua, no quise matar la alegría de sus ojos, ella convencida que estaría a mi lado siempre, o que tal vez tarde o temprano encontraría a alguien, si le decía lo que realmente pensaba la destruiría, la haría sentir miserable, era mejor callar.
Sin darnos cuenta se llegó el medio día y nosotros seguíamos charlando hasta que el estómago de Lía nos interrumpió exigiendo alimento.
-¿Hambre? - pregunte divertido.
-Mucha, a decir verdad- respondió Lía.
-Bien, vamos - señale poniéndome de pie.
-¿A dónde? - pregunto tras de mí.
-Bajando la colina esta el pueblo, debe haber un lugar donde puedas almorzar, o eso espero - dije abriendo la puerta principal de la casa.
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Editado: 30.08.2023