Decidí comenzar mi búsqueda en las tiendas del pueblo, sin pasar ninguna por alto, preguntando por Lía no solo a los empleados sino a cada persona que se encontraba dentro, pero conforme pasaba el tiempo las señales de Lía y su paradero se hacían más misteriosas. No había rastro de ella por ningún lado.
Pasé por el restaurante de Kanato, con la esperanza de que ella hubiera pasado por ahí y el tiempo se le escapara de las manos platicando con Hiroshi, entre estudiando cada rincón del lugar, buscando su rostro entre la gente; sin embargo, el lugar estaba igual que siempre, con el bullicio de los comensales llenando el aire, pero Lía brillaba por su ausencia. Pregunté al camarero si la había visto, pero su negativa me dejó más inquieto.
Decidí expandir mi búsqueda y me dirigí a la casa de sus amigos y conocidos. Si Lía se encontraba en algún lugar, era probable que estuviera allí, pero puerta tras puerta, casa tras casa, la misma respuesta, no la habían visto durante todo el día.
La noche comenzaba a caer y la preocupación se convirtió en una urgencia abrumadora. Me encontraba en un dilema, sin saber a dónde más dirigirme. Me detuve en medio de la calle, observando a mi alrededor con un nudo en la garganta. “¿Dónde podía estar?”, de pronto un nombre vino a mi mente, la única persona con la que Lía podría estar y aun no visitaba; Kari, su mejor amiga
Recorrí las calles a paso veloz, mirando cada rostro mientras lo hacía, no podía dejar escapar ninguna probabilidad, hasta llegar a casa de Kari, pero como en mi anterior visita ella no estaba en casa, en su lugar me abrió su abuela, que al mirarme tan alterado me invito a pasar. Agradecí a la amable abuela de Kari y entré a su casa, sintiendo cómo la preocupación me empujaba a dar cada paso con rapidez. Mientras entraba, no pude evitar notar una fotografía en una pequeña mesa cercana. La imagen mostraba a una chica de cabello oscuro y una sonrisa radiante. Me acerqué y la observé con curiosidad.
-¿Quién es esta chica? -pregunté, sintiendo una extraña sensación de familiaridad al ver su rostro.
La abuela se unió a mí y observó la fotografía con una expresión melancólica en su rostro. -Esa es mi nieta, Karina -respondió la anciana.
Karina. El nombre resonó en mi mente, haciendo eco en mis pensamientos. Recordé haber escuchado ese nombre antes, tiempo atrás, mucho tiempo atrás. Mis pensamientos comenzaron a encajar, y una sensación de inquietud creció en mi pecho.
-Karina..., no puede ser- murmuré para mí mismo.
-¿La conoces? -pregunto la anciana notando como mi expresión cambiaba a cada segundo.
Mi mente se aceleró mientras conectaba los puntos. -Creo que podría ser alguien que conocí en el pasado-
-Que extraño, casi no sale de casa, solo en las noches, no le gustan muchos las personas, casi no tiene amigos, solo la chica que buscas la visita-
Las piezas se unieron finalmente en mi cabeza, revelando mi oscuro pasado; Karina era la subordinada de Pablo, aquella chica de sonrisa resplandeciente, pero mente perturbada, capaz de manipular a la gente a su antojo, aquella chica que intento matarme usando mis propios miedo en mi contra. La culpa cayó sobre como agua fría, “¿Cómo no me di cuenta antes?”, Karina siempre estuvo presente, espero hasta que bajara la guardia, espero que yo la amara y usarla en mi contra
-¿Sabe dónde podría estar ahora? -pregunté con urgencia.
-No lo sé, hace días que no regresa a casa - dijo sin darle importancia.
-Eso, ¿no le preocupa? -
-Ella me dice que no haga preguntas, así que no las hago -dijo con un sonrisa y siguió caminado hacia una de las habitaciones.
Su forma de actuar era extraña, habla de Karina con cariño y nostalgia, pero no se mostraba preocupada por la actitud de “su nieta”, ni de su repentina ausencia; mire la fotografía en mis manos, Karina sonreía en la entrada de una ostentosa casa, pero no era como la de la anciana, ni siquiera se parecía a alguna del pueblo, después lo recordé, el porque aquella casa se me hacia familiar; era mi antiguo hogar, mucho antes de aquel terrible incendio que acabo con la vida de mis padres, hace 35 años.
Mis pensamientos eran una tormenta de emociones mientras salía de la casa de aquella anciana, la fotografía de Karina en mi mano como un recordatorio constante de un pasado que nunca había superado por completo, y que jamás debí olvidar.
La noche comenzaba a caer, habían sido horas desde que vi a Lía cruzar la puerta y no regresar, con la nueva información siendo procesada en mi mente supe algo malo le había pasado, y que las horas perdidas habían aumentado el peligro; Lía no había sido capaz de llegar al pueblo, eso era seguro porque nadie la había visto. La felicidad que solía sentir esa mañana se desvanecido siendo remplazada por el miedo, la incertidumbre y la ira mientras subía la colina de regreso a casa, la brisa fría de la noche acariciaba mi rostro, y el eco de mis pasos resonaba en el silencio.
Pero en medio de esa quietud, un encuentro inesperado detuvo mis pasos. Karina emergió de la oscuridad, como un espectro de la noche. Sus ojos brillaron en la penumbra, y su sonrisa era tan encantadora como siempre.
Recordé que la noche había caído por completo, y estaba en desventaja, pues había perdido mi única ventaja al ser un vampiro diurno, recordé aquella noche en que fui perseguido por ella y el sequito de Pablo, si bien era el más joven de todos ellos siempre mostré un fuerza y velocidad superior, cuando lograba controlarlo claro está, pero con Karina era distinto, durante mi entrenamiento y adaptación nunca practique con ella, porque ella nunca practicaba con nadie, la creí débil al ser mujer, y más tarde lo lamente, no conocía su verdadera fuerza, pues nunca la uso contra mí, pero fui testigo de su velocidad, la cual superaba a la de todos en gran manera, no era nadie para ella; sin embargo, yo no era el mismo cobarde que luchaba por salvar su patética vida, ahora tenía una razón verdadera para luchar. Sosteniendo la fotografía de Karina en mi mano, me acerque a ella con cautela y determinación.
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Editado: 30.08.2023