Hace ya setenta años desde aquella fatídica noche en que perdí al amor de mi vida. Desde entonces, he errado por ciudades y pueblos, incapaz de establecerme en uno durante mucho tiempo. Con el paso de los años, he tenido que presenciar la despedida de mi gran amigo Kanato y de algunos de sus descendientes como fue Hiroshi y su esposa Suely. En la actualidad, de la familia Hiroshi solo queda un descendiente, hijo único de Tride Hiroshi y Mary; su nombre, Kai Nashuri Kato, el cual al igual que sus ancestros conoce el oscuro secreto de mi existencia. Kai, un joven ambicioso y emprendedor, ha logrado enormes éxitos a su corta edad, aunque le cuesta admitir que gran parte de lo que posee proviene de mi legado. A pesar de todo, espero poder compartir más sobre él si la ocasión se presenta.
Mis recuerdos sobre las mis anteriores vidas comenzaron a surgir como sueños poco después de partida, más aún no soy capaz de recordad todo con detalle. Sin embargo, estos recuerdos no siempre son gratos, últimamente mis noches están plagadas de imágenes perturbadoras: sueños donde la veo morir una y otra vez, en situaciones distintas, pero igualmente dolorosas, a veces siendo una niña, en otras siendo toda una mujer.
Hace unos meses, mi viaje me llevó de vuelta al lugar donde todo empezó, el sitio donde forjé amistades invaluables y donde presencié el nacimiento del amor de mi vida, Tarico. Por supuesto, ese nombre ya no es el que lleva y el pequeño pueblo que solía conocer ha crecido hasta convertirse en una metrópolis.
Hoy me encuentro en una cafetería que no es solo una cafetería más. No lo digo porque sea parte de mi vasto imperio empresarial, sino porque este lugar tiene un significado profundo. La cafetería lleva por nombre "Amor Inmortal", y la razón es clara. Aquí, donde solía estar la modesta casa de Henry hace tantos años, vi nacer al amor de mi vida. Aunque el tiempo haya pasado y las décadas hayan transcurrido, mi amor por ella sigue intacto, inmune al paso del tiempo. Le he dado este nombre en su honor, aunque ignoro si alguna vez podré compartir este gesto con ella, pues sigo esperando el día en que vuelva a cruzar mi camino.
Como siempre, la mañana me envuelve mientras me siento en una mesa en el exterior del local, esperando ser atendido. Sin embargo, parece que el ajetreo dentro del establecimiento ha absorbido la atención del personal. Los años pueden pasar, pero la gente sigue inmersa en su propio mundo, absorta en sus preocupaciones, ajena a las dificultades de los demás. La mayoría solo busca su propio bienestar, cegados por su avaricia y orgullo. Aunque aún hay excepciones, personas que aprecian la belleza y lo esencial de la vida, pero dejemos de lado la poesía por ahora.
Finalmente, alguien me atiende y mi orden es traída. Debo admitir que en este lugar preparan el mejor café y panqueques que he probado. Esto puede parecer extraño, ya que anteriormente mencioné que no podía consumir comida humana debido a mi naturaleza vampírica. Pero las décadas han traído avances tecnológicos, y he logrado perfeccionar la droga de Henry, a tal punto que me permite incluso digerir alimentos humanos, algo que alguna vez consideré imposible.
-Disculpe, señor -interrumpió mis pensamientos una mesera -. Aquí tiene su pedido -
-Lo siento, estaba absorto en mis pensamientos. Le agradezco -respondí tomando un sorbo de mi taza y me sumergiéndome nuevamente en mis reflexiones.
-Disculpe la pregunta -dijo la mesera -. Pero he notado que todas las mañanas viene aquí y se queda mirando hacia la calle. ¿Está esperando a alguien? - pregunto con curiosidad.
-Más o menos -respondí con una sonrisa melancólica.
Ella asintió y se marcho al no recibir mas respuestas de mi parte, me quede mirando la calle viendo pasar a la gente, solo pensando, pero mi paz fue interrumpida nuevamente, esta vez por un ruido en el interior del local.
-¡Vaya, por todos los dioses! - exclamo una mujer que yacía en el suelo de espaldas, evidentemente frustrada -. Llegaré tarde a mi reunión y ni siquiera tengo mi pedido. ¡Son todos unos incompetentes! -
-Lo siento, señorita, permítame ayudarla -. Se acerco un empleado, extendiendo una mano para ayudarla a ponerse de pie-
-¡Quítame las manos de encima! -se quejó aquella mujer con tono enfadado.
El alboroto era una total molestia para mis oídos, por lo que llamo al mesero para pagar por mi orden y marcharme a un lugar más tranquilo, pero un aroma llega a mis sentidos: un tenue aroma a sangre, pero no un aroma cualquiera. Es un aroma que me resultaba dolorosamente familiar. Mi mirada comenzó a buscar frenéticamente a la fuente de ese olor, pero no encontraba nada. Hasta que escuche a la mesera dirigirse a la mujer escandalosa.
-Señorita, por favor, mire, se ha lastimado la rodilla. Permítame ayudarla -insistía la mesera con amabilidad.
-¡Suéltame! -grito la mujer girando bruscamente.
El viento mueve sus cabellos y, de repente, todo a mi alrededor se vuelve estático. No puedo creerlo. No puedo creer lo que estoy viendo. El tiempo parece detenerse mientras los mechones de cabello de la mujer revelan su rostro, un rostro que conozco muy bien. Unos ojos azules, fatigados pero inconfundibles, me miran desde el pasado, me quedo bloqueado ante su imagen sin saber que hacer, por fin salgo de mi asombro e intento evitar que se vaya, pero ya está subiendo a un taxi.
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Editado: 30.08.2023