La noticia de mi pelea con Jasón Frigia se regó como pólvora al siguiente día, al parecer muchos habían deseado en su interior darle una paliza por engreído y mimado, pero nadie había sido tan atrevido hasta entonces, y es que todo el mundo (excepto yo, claro) era consciente de la gran influencia que su padre tenía en el consejo de la escuela. Para la mayoría de la comunidad era motivo de alegría que un ingenuo como yo, finalmente haya hecho lo que todo el mundo quería hacer y me lo demostraban con saludos y palmadas repentinas en la espalda. La verdad era que tener tanta atención me molestaba, y más por el hecho de que yo sabía que mi actitud no había sido la correcta. No acababa de comprender el por qué Sabiduría me había pedido hacer una cosa tan estúpida. Estaba molesto con ella y buscaba maneras de reprocharle su “sabiduría”.
–Ahora sí te escondes ¿verdad? –le reproché con intensidad en mi mente– ¿por qué no sales y hablamos de lo que hice por tu culpa?
Nada, solo había silencio en mi cabeza. Al menos esperaba que esa fuera una señal de que se había ido para siempre.
– Claro que no–aseguró de pronto Sabiduría. Mi cara se demudó en una perfecta mueca de desagrado, hubiera preferido que no contestara y se encontrara a miles de kilómetros de mí–, eso no pasará–contestó leyendo mis pensamientos–, me quedaré contigo hasta que cumplas con tu misión.
– ¡Que estúpida misión ni que nada! –Bramé– ¿te das cuenta de que envié a un chico a la enfermería por tu culpa?
–Fue tu culpa–apuntó Sabiduría y mi enojo aumentó más–, te dije que fueras a ayudar a Daniel, no que golpearas al bravucón.
– ¿Es enserio? –Pregunté con incredulidad– ¿me vas a salir con eso? ¿Qué se suponía que le hiciera? Ya sé, ya sé. Esperabas que llegara con chocolates y flores y le pidiera amablemente que soltara a Daniel.
–Detesto el sarcasmo–señaló Sabiduría–, y no, obviamente no esperaba eso. Ni siquiera te detuviste a pensar qué era lo que debías hacer ¿o me equivoco? No puedes culparme a mí cuando decides actuar como un bruto.
Era una pena que Sabiduría no fuera un ser corpóreo, así podría alejarme de ella mientras se quedaba hablando de cosas sin sentido.
–Ilumíname–le pedí sin muchas ganas–, ¿qué cosa consideras tú que habría sido lo correcto en ese momento?