Después de varios meses Anne y Juan se convirtieron en los piratas más temidos y más buscados, ambos decidieron juntar fuerzas y ya no estar separados ambos comandaban una flota de 50 barcos por lo que la corona Española exigía sus cabezas, el almirante Baldelomar estaba presionado tratando de dar con ellos pero cada vez que lo intentaba era inútil, hasta ese momento no se había enfrentado ni a Juan ni a Anne cara cara, no tenía idea de que la pirata de la cual quería su cabeza era su propia hija.
-¡Tráiganme a esos malditos filibusteros vivos o muertos!- gritaba enfurecido el Almirante a sus oficiales golpeando su puño sobre su escritorio.
-¡Señor disculpe pero dar con ellos es difícil, su flota crece día con día y jamás están en el mismo sitio dos veces!- dijo un capitán
-Tampoco podemos invadir territorio pirata, nos superan en número- añadió un oficial
-Sería bueno pedir ayuda de los corsarios, Inglaterra y Francia lo están haciendo- dudando añadió un teniente.
-¿Corsarios, acaso está loco?- bramo el Almirante- ¡Tenemos a la milicia Española y nosotros estamos aquí para acabar con esos delincuentes!-
-Pero señor- temblaba la voz del teniente
-Basta, busquen soluciones, ¡Ya!- Exigió el Almirante, sus ojos estaban rojos de furia, maldecía una y otra vez a esos dos piratas que lo tenían nervioso, estresado y malhumorado.
-En pocos meses lograste tu cometido- dijo Juan besando la frente de Anne a quien tenía acostada sobre su pecho, desnuda bajo las sabanas sobre su cama, de su casa en las Bahamas.
-Si mi amor, gran parte fue gracias a ti, juntos somos más fuertes, prácticamente invencibles- sonrió mientras sus manos trazaban líneas en el pecho de su amado.
-¿Alguna vez piensas en que nos retiremos de la piratería?- preguntaba Juan mientras acariciaba el cabello de Anne.
- Bueno… la verdad no, no lo había pensado-
-No podemos estar en esto por siempre-
-Lo sé, pero no me imagino haciendo otra cosa, no solo es por los tesoros, es la emoción, la aventura, la adrenalina y para mí el mar, no puedo vivir lejos del mar, lo llevo en las venas-
-Podríamos vivir en un lugar como este, una casa frente al mar yo podría salir a pescar y tú en casa cuidando a nuestros hijos-
-Mejor tú te quedas en casa yo salgo a pescar- rio Anne
-ha ha ha, pero hablando enserio mi amor, ¿te gustaría una vida así?- Juan miraba ilusionado a su amada.
Anne lo miro seria, pensativa, se preguntaba si ella estaría dispuesta a renunciar a esa vida que le gustaba tanto, que era parte de ella, claro que también quería una familia y estar peleando con un bebé en brazos no sería lo más apropiado.
-No pretendo presionarte pero cualquier cosa puede pasarnos mañana- continuo Juan
-Por lo mismo solo aprovechemos el presente- interrumpió Anne acurrucando su cabeza en el pecho de Juan mientras él la abrazaba muy fuerte.
-Está bien cariño- beso la cabeza de Anne
Pasados unos minutos de caricias y besos ambos se levantaron de la cama, se vistieron y tomados de la mano salieron de la casa, caminando descalzos en la arena sintiendo las olas bajo sus pies, observando a lo lejos el sol sobre el mar, el cielo que casi parecía tocar el agua y volverse uno solo.
-Anne, hay algo que quiero preguntarte- Balbuceaba Juan
-Dime mi amor, sin pena-
-¡Capitanes!- una voz a lo lejos los interrumpió, uno de sus hombres corría agitado hacia ellos.
¡Que pasa!- respondió sobresaltado Juan
-España y México ofrecen 5000 libras a quien los entregue vivos o muertos- decía el hombre mientras les enseñaba una hoja
>> SE BUSCA PELIGROSOS DELINCUENTES ANNE JAMES Y JUAN SALINAS ACUSADOS DE PIRATERIA, RECOMPENSA 5000 LIBRAS VIVOS O MUERTOS <<
-Muchos hombres ya lo vieron – dijo con tono de advertencia
Anne y Juan se miraron, sabían que ese dinero era muy tentador y muchos hombres no dudarían en traicionarlos.
-¡Debemos escapar ahora!- Juan tomo del brazo a Anne e inmediatamente corrieron al “James Kidd” barco que pertenecía a los padres de Anne
-Capitana, que pasa- pregunto intrigado el señor Phillips, contramaestre y hombre de confianza de Anne quien se encontraba dentro del barco
-nos vamos de aquí- respondió Anne
-avisare de inmediato a los hombres-
-¡No!- grito Anne
-¡Solo nosotros dos!-
-¿Pero porque, que sucede, déjenme acompañarlos, mi capitana?-
-Yo también iré con ustedes si me lo permiten ¡Mi capitán!- dijo el hombre que les aviso de la noticia
Juan y Anne se miraron dubitativos pero decidieron aceptar ya que necesitaban ayuda para navegar un gran barco, además ambos eran de confianza, el señor Phillips era la mano derecha de Anne y había sido muy amigo de su madre Connie Read, y el otro hombre era un pirata mulato a quien habían prácticamente rescatado de ser vendido como esclavo, estaba en deuda con ellos.
-¿A dónde iremos ahora?- cuestionaba Anne muy asustada
-¡Donde nadie nos conozca!- respondió Juan
Juan tomó una ruta hacia sud América, tras algunos días de viaje al fin anclaron en una isla que la poca gente que vivía ahí la llamo “San José”, prácticamente era una isla desierta, rodeada de amplia vegetación, en la orilla la arena blanca contrastando maravillosamente con el verde de sus palmeras, los pocos pobladores eran unos exploradores franceses que habían ido a Brasil en busca del “dorado”, como su expedición fue infructuosa y la mayoría murieron por las enfermedades los sobrevivientes decidieron refugiarse en esa isla al noroeste de Brasil, al ser tan pocos los habitantes de esa isla no tenían idea de quienes eran aquellos extraños, a quienes veían desembarcar y sin problemas los fugitivos se acomodaron en el lugar.
-¡Creo que aquí nadie nos encontrara!- afirmaba Juan muy entusiasmado respirando el aire de aquella paradisiaca isla.