Una semana antes…
-¿Quién es usted y que hace en mi casa?- grito alarmado Rigoberto al extraño que había allanado su domicilio a mitad de la noche, el ex almirante tomo el objeto más cercano para defenderse en caso de ser necesario.
-¡Baje eso almirante, su candelabro no podrá defenderlo de mi espada!- respondió el extraño
-¿Qué quieres, a que has venido?, Si quieres robarme, hazlo, pero no me lastimes, soy un hombre viejo, te lo suplico- dijo Rigoberto temblando de miedo
-¡Nada de lo que tienes en esta casa me interesa, he venido por ti!- respondió el hombre, colocando el filo de su espada frente a Rigoberto
-¿Por mí?- pregunto intrigado -¿Quién eres, porque no dejas que vea tu rostro?- continuo interrogando al misterioso extraño que se ocultaba en las sombras
-¡Un paso en falso y te mueres, anciano!- dijo el extraño cuando Rigoberto trato de alcanzar el timbre para alertar a sus sirvientes.
-¡No me hagas nada, te lo suplico, puedes llevarte todo lo que quieras!- rogo Rigoberto
-¡ha ha!-rio el extraño -¡No eras así antes, ver para creer!- bufo el extraño
-¿Tú me conoces?- pregunto extrañado
-¡Y tú a mí también!- respondió el hombre dando un paso hacia una ventana que dejaba ingresar los rayos de luna y así el extraño se mostró ante Rigoberto, revelando una horrible cicatriz en el lado izquierdo de su cara.
-¡Tú, debí imaginarlo!- dijo Rigoberto prepotente
-¡Vaya!, hace un rato temblabas de miedo y ahora ¡hasta sacas pecho ¡ - dijo Juan burlándose
-¿Qué quieres en mi casa?- dijo Rigoberto algo alterado
-¡Matarte pero antes quiero que me digas exactamente donde está la hacienda de Ana!-
-Jamás te diré dónde está mi hija, así que ¡mátame de una vez!- respondió Rigoberto
-¡Me dirás dónde está, porque te conviene hacerlo!- dijo Juan clavando levemente la punta de su espada en la yugular de Rigoberto.
-¡Nunca!, soy un soldado, puedes torturarme lo que quieras- dijo Rigoberto aguantando el dolor que Juan le causaba cada vez que la punta de la espada pinchaba su piel
-Hace unos minutos suplicabas por tu vida-
-Creí que se trataba de un delincuente pero resulto que solo era una alimaña- respondió prepotente Rigoberto
-No me subestimes, ahora digame como llegar a Ana- exclamo Juan
-¡Deja a mi hija en paz!, ya está casada y con dos hijos-
-Sí y lo hizo para salvarme la vida, ella me ama solo a mí y yo a ella, esta vez nada ni nadie nos separara, me la llevare lejos- dijo Juan muy convencido
-¡No puedes!, es una mujer casada-
-Me la robare de ser necesario, mientras ella me ame, yo siempre estaré con ella- dijo Juan altaneramente
-¿Qué te hace creer que mi hija te ama?, sé que se vieron a escondidas estos años, si te amara ya hubiese escapado contigo-
-No lo hizo por sus hijos, pero ellos ya crecieron, ahora se ira conmigo, usted no podrá volver a separarnos-
-¡Yo no los separe!, ese día yo no sabía que se trataba de mi hija, fue el destino-
-¿Y cuando la reconoció?, usted la obligo a casarse, arruino la vida de su propia hija, ella no ama a ese hombre, jamás dejo de amarme a mí- dijo Juan enfadado
-¡Tú eras un filibustero!, cuando la vi, sentí que debía protegerla, sacarla de ese mundo, pague caro mis errores, cuando se fue de la casa a sus 16 y no la encontré, sentí que la había perdido para siempre, me arrepentí de todo-
-¿Y por qué después la separo de mí?, le hizo creer que yo morí, ¿Por qué la atormento con ese sufrimiento por 9 años?- pregunto enfurecido
-¡Tú no tienes hijos, no lo entenderías!, solo pensé en lo mejor para ella, si seguían juntos en cualquier momento los agarrarían y ejecutarían, date por agradecido que fui yo quien los encontró- respondió Rigoberto muy resentido
-Nos íbamos a retirar de la piratería, usted arruino nuestros planes, ni siquiera pudimos juntar todo nuestro oro-
-¡Oro que le pertenecía a España!- respondió Rigoberto altanero
-No señor, pero bueno usted me ha robado nueve años de mi vida, de mi felicidad, de tener a Ana a mi lado-
-¿Qué vas a hacer?- pregunto temeroso
-Hare feliz a su hija, es lo único que importa, y ahora me cobrare la cicatriz que me hizo y los años que estuvimos separados- terminando de hablar Juan le propicio una cortada superficial en el cuello-¡Agradezca que no lo mate!- dijo Juan mientras desaparecía entre la oscuridad.
Rigoberto enseguida clamo por ayuda, sus sirvientes lo atendieron enseguida, la herida no era fuerte pero si le dejaría marca, lo ocurrido lo dejo pensando, muy preocupado al día siguiente se dirigió a la casa postal para enviar un mensaje a su hija, sin darse cuenta que Juan lo iba siguiendo.
>> ¡Ana, por fin nos iremos juntos!<< pensó Juan mientras terminaba de escribir una carta dirigida a Ana, lleno de ilusión y entusiasmo se dirigió al muelle, compro dos pasajes con destino a Estados Unidos.