El obstáculo.
Andrés
Pero que maldito dolor de cabeza, siento que me va a explotar.
Y ¿Qué carajos hago aquí?
Estoy en el lago del pueblo, eso está claro y al parecer dormí aquí.
Lo que recuerdo después de embriagarme hasta no más, fue que salí de aquel establecimiento porque me sentía asfixiado, conduje y luego no sé en qué momento llegué aquí.
–¿Estás bien? –pregunta Amelie.
¿Y qué se supone que hace ella aquí?
–Sí.
–Bien, te ayudaré a levantarte y te llevaré a tu casa.
–No es necesario, puedo solo.
Intento ponerme de pie por mi cuenta, pero termino tambaleándome tanto, que la chica tiene que sostenerme.
–No puedes solo, déjate ayudar y apóyate en mí. –dice autoritaria.
Hago lo que me dice.
–Mandona, me gusta.
No sé porque he dicho eso, tal vez sea el alcohol aún haciendo efecto en mí.
Ella solo hace una mueca de disgusto.
–Y amargada, genial, la combinación perfecta. –digo divertido.
–¿Puedes callarte? Apestas a alcohol.
Valla, tiene carácter.
Decido acatar su orden y me limito a responderle levantando el pulgar.
Llegamos a mi auto, abre la puerta del copiloto y me invita a entrar.
–Por si no lo sabías, el conductor va del otro lado. –le digo con obviedad.
–Lo sé, sube ya.
¿Pretende conducir mi auto? No lo creo.
–Ni de coña vas a conducir a mi bebé.
–No estás en condiciones de opinar, sube ya. –me dice irritada.
Hago un chasquido con mi lengua y decido obedecer. De discutir, ella tiene todas las de ganar y la verdad soy consciente de que no estoy en condiciones.
Que conduzca.
Es la primera vez que otra persona que no sea yo, conduce mi auto.
–Dame las llaves y colócate el cinturón. –pide estirando su mano.
Busco en mi bolsillo la llave, la cual encuentro rápidamente y se la paso.
Acto seguido, me coloco el cinturón, ella cierra mi puerta y se apresura a pasarse al asiento del conductor y se coloca el cinturón.
–¿Sabes manejar? Debes tener unos quince años.
Ella me mira con una sonrisa amarga en su rostro.
–Sé manejar. ¿Acaso tener quince es un impedimento para saber?
Niego.
El camino a casa se basa en un silencio para nada incómodo, es divertido más bien.
–¿No me vas a preguntar que hacía ahí?
Ella me mira con una ceja enarcada y una sonrisa ladeada.
–¿Tendría por qué? Es tu problema.
–Auch.
La verdad necito hablar de lo sucedido y Amelie de alguna forma me transmite con fianza.
–Ayer terminé con Edith. –vuelvo a hablar.
Me mira frunciendo el ceño.
–¿Y por eso decides embriagarte hasta los cojones y dormir en la orilla de un lago? Original eh.
–Me fue infiel en mi cara.
Frena bruscamente.
–Oye no quiero morir y dijiste que sabes conducir. –le reprocho.
–Lo siento, solo me sorprendí.
Se remueve en el asiento, mientras sus manos aún se mantienen al volante.
Se ve, no lo sé, ¿incómoda?
–Lo siento, no debí sacar el tema, sé que es incómodo.
–No, no. si necesitas hablar hazlo, te escucho, es solo que me tomó por sorpresa la noticia.
–Bien, de verdad necesito sacar esto.
Ella vuelve a conducir y yo procedo a contarle lo ocurrido y como me siento respecto a ello, a lo que ella escucha con atención.
–Realmente siento mucho que hayas tenido que pasar por esto. No te conozco mucho, pero tengo la certeza de que eres un buen chico y no mereces eso, nadie lo merece.
–Me pasa por idiota, porque desde hace mucho todo estaba mal entre nosotros y siempre tuve la sospecha sobre eso –hago una pausa– pero nunca quise hacer caso.
–El lado positivo es que ya sabes todo y no te seguirán viendo la cara. Solo por favor, no llegues a mortificarte por eso, sé que duele pero no dejes que ese dolor se apodere de ti. –aconseja.
Mi peor error ha sido enamorarme y ser tan iluso como para saber lo que estaba pasando y no querer aceptarlo, permitir que eso fuera más allá y por ende ahora siento este dolor.
Pero no volveré a dejar que eso pase.
–Bien, creo que hemos llegado. –me dice la chica.
Y es cierto, estamos ya en mi casa.
–Eso parece.
Ambos bajamos del auto y para este momento, ya tengo suficiente estabilidad como para mantenerme parado y caminar.
Pero los malestares de la resaca siguen siendo matadores.
–Espero que este suceso no se vuelva a repetir jamás, no lo vuelvas a hacer.
Sonrío,
–Bien, debo irme.
–¿Qué? ¿Caminando? Puedo pedir un taxi para que te lleve a casa.
–Prefiero caminar, en realidad por eso salí de casa, pero encontré un obstáculo en el camino. –dice lo último en tono divertido.
Finjo estar dolido, poniendo una mano en mi pecho.
–Justo en el cora, soy un obstáculo. – Dramatizo.
Ambos reímos.
–No me agrada la idea de que te vallas así, pero ya que no quieres aceptar mi ayuda, espero que te valla bien y gracias por traerme.
–No es nada, nos vemos.
Dicho esto, emprende el camino a su casa.
N/A
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Nos leemos.
-Aty.