Amor, sé paciente

Capítulo 4

Un día de octubre de 1920, extrañamente soleado, era la mañana perfecta para gozar de un picnic con la familia. El padre de Margaret, John, estaba desesperado porque terminase la velada y poder huir al bar más cercano para emborracharse hasta el amanecer con la esperanza de no despertar nunca más. George, el hermano menor, soñaba con el día de ser lo suficientemente mayor para pelear por su país, así como lo hizo su padre. Laura, su madre, no descansaba ni un minuto pensando en todo lo que debía hacer y preparar para que su familia estuviera feliz y satisfecha, ya que el rechazo la mataba.

– Maggie, hija, ayúdame a estirar la manta –suplicó Laura a su hija adolescente, quien obedeció de inmediato.

Los movimientos agraciados de Margaret para realizar todo tipo de actividades cautivaban hasta el más joven de los hombres, pero esto no era algo accidental. Ella sabía que su misión en la vida era conquistar a un hombre adinerado para ayudar a su familia, y este tipo de ocasiones (como encontrarse en un espacio público, con el sol haciendo brillar su piel y el verde intenso del césped resaltando sus ojos) eran perfectas para llamar la atención de alguno.

– Madre, ¿el vestido que escogí hoy es muy elegante? –preguntó Maggie, ahogándose en incertidumbre.

– No hija, el vestido está perfecto –respondió su madre acariciando su mejilla por un par de segundos– te sienta muy bien, no tienes de qué preocuparte.

– Gracias –susurró Maggie con sinceridad, sin darse cuenta que un muchacho se acercó en ese exacto momento a su padre e intercambió unas pocas palabras con él, para después saludar a su hermano y caminar lentamente hacia ella.

– El sol realmente te sienta –dijo el muchacho apareciendo de repente por su derecha y provocando que el zumo caiga de sus manos y se derrame por completo.

– ¡Dios mío! –exclamó ella, llevándose una mano al pecho de manera instintiva.

– Lo siento, no quería asustarte –se disculpó– déjame ayudarte.

El joven, cuyo nombre todavía era desconocido, se inclinó para ayudarla a limpiar, pero esta lo detuvo.

– No te preocupes, yo me encargo –dijo, empujándolo suavemente– ahora vete por favor, antes de que nos vean juntos.

– ¿Quiénes no deberían vernos juntos? –preguntó divertido.

– No lo vas a entender, por favor vete –insistió Maggie

– ¿Cómo sabes que no lo entendería? Haz la prueba –sugirió aún más divertido.

– No tengo la obligación de explicarte nad…a –Maggie regresó a verlo por primera vez y quedó estupefacta. No supo distinguir si en realidad era el sol o su rostro lo que la había cegado y dejado sin palabras. Entonces se levantó, sacudió su vestido y con las mejillas enrojecidas extendió su mano, él la tomó y besó suavemente antes de soltarla.

– Mi nombre es Arthur.

– Margaret –se presentó de inmediato, sin embargo, después de analizarlo por unos segundos más se dio cuenta que tan solo era un muchacho (posiblemente unos años mayor a ella) pero por más atractivo que sea, era muy poco probable que tuviera el dinero que ella y su familia necesitaban.

– Tienes un precioso nombre –dijo Arthur

– Gracias Arthur, eres muy amable.

– He pedido a tus padres su autorización para poder invitarte a pasear un momento y están de acuerdo, ¿te molestaría acompañarme a caminar por el parque un rato?

Margaret titubeó por un instante, no estaba segura de cuando volvería a salir de casa y tener la oportunidad de encontrar al salvador de su economía, no quería desperdiciar esta ocasión. Luego pensó que pasear por el parque era mucho más eficiente para cautivar la atención de alguien, y si le preguntaban no dudaría en decir que él era tan solo su hermano.

– Está bien, solo déjame ir por mi sombrero.

[…]

– Muchas gracias por venir Alba, nos pondremos en contacto con tu mánager lo más pronto posible sea negativa o positiva nuestra respuesta, cuídate mucho –dijo la persona sentada al lado de la silla vacía que decía “director de casting”.

¿Eso es todo?

Me despedí y salí de aquella habitación tratando de mantener la calma. Tranquila, lo hiciste bien. Diste lo mejor. ¿Lo hice?

– Hola Alba, ha pasado bastante tiempo –dijo de repente una voz a mis espaldas que me hizo sobresaltar. Volteé de inmediato y me encontré con un par de ojos verdes bajo una cabellera rojiza.

– Sí… –murmuré sin pensar, pero la verdad es que no recordaba haberlo visto jamás en mi vida. Aunque tampoco quería ser grosera.

– Supuse que no me recordarías, tranquila –dijo con una media sonrisa– debe ser porque dejé que me crezca la barba –solté una risa nerviosa cuando me guiñó un ojo.

– ¿De dónde me conoces?

– Hace un par de meses te vi grabando una escena corta para esa película de… ¿zombies?

– Casi, era sobre alienígenas, el fin del mundo y esas cosas–dije provocando que se ría.

– La cosa es que vi demasiado talento siendo desperdiciado en papeles de extra, ese día vi algo en ti y sé que lo demostraste allí dentro ¿verdad? Estoy seguro que los impresionaste –dijo y sentí de repente como mis mejillas empezaban a arder.

– Di lo mejor que tenía, aunque no estoy segura si me van a considerar.

– ¿Por qué dices eso? –preguntó el lindo chico cuyo nombre todavía no conocía.

– Porque el director de casting ni siquiera se dignó en aparecer en mi audición, supongo que ya habrá encontrado a su estrella y no necesitaba ver a más personas –dije dándome cuenta que había perdido toda esperanza.

– Aquí entre nosotros, tienes razón –susurró con una expresión burlona– el director de casting ya eligió a su estrella hace bastante tiempo, pero no le ha dicho a nadie todavía así que debes mantener el secreto, bueno, a nadie excepto al director.

Sentí como si me apuñalaran en el pecho, de manera rápida, cruel y dolorosa. Nunca tuviste ni la oportunidad.




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