Amor, sé paciente

Capítulo 6

11.03.2018
Marco

– ¿De verdad no vas a poder ir? –pregunté fingiendo tristeza, pero en realidad me encontraba mucho más que feliz.

– No Marco, mi padre compró los boletos hace más de un mes para visitar a mi abuelita en Yucatán –dijo Eleonor metiendo un par de zapatillas más en su maleta. Esa vaina no se va a cerrar– Tenía muchas ganas de que vayamos a verla, pero... ¡espera!

Salió disparada de la habitación cómo si hubiera recordado algo. Por favor no vengas, quiero ir solito. Después de un par de segundos escuché sus fuertes pisadas subiendo las escaleras a toda velocidad.

– ¡Casi lo olvido! –gritó apenas pasó el umbral de la puerta– Este es mi regalo para ella, ¿puedes dárselo?

Asentí con la cabeza y justo antes de tomar la pequeña caja la alejó bruscamente de mi mano. Enarqué la ceja, confundido, y me señaló con su dedo acusador mientras achinaba los ojos para parecer más desconfiada.

– ¡Prométeme que no lo vas a abrir! –exclamó con su dedo índice aun apuntándome– y también prométeme que no te vas a robar el crédito.

Alcé los brazos en señal de indignación. ¿Yo? ¡Jamás!

– Y también dile que todavía no le perdono por no contarme lo de su primer beso ese día –dijo, ignorándome.

Auch, trataba de olvidarme de eso. Gracias Eleonor, que comedida.

– Sí te perdono, menos la última parte –dije sin más.

– Bueno, entonces debes llevarlo con cuida… ¿cómo dices que dijiste? –chilló al percatarse de lo que había dicho.

– Que te perdono –continué para irritarla.

– ¡Que me prometas! P-R-O-M-E-T-E-R ¿entiendes? –deletreó la palabra con exasperación.

– No aguantas nada –bufé

– No aguanto nada de ti, es diferente –se defendió– No puedes abrirlo, hablo enserio –dijo al entregarme la caja– Es algo muy íntimo entre las dos y para ella es importante que nadie llegue a enterarse jamás lo que hay dentro de esta caja. Absolutamente nadie.

– ¡Copiado! –exclamé– Nadie sabrá nunca que hay en esa caja. Nadie a excepción de Alba, tú y yo.

– ¡Marco!

– Bueno, ya no te alteres –dije esquivando su golpe– No abriré la caja y la llevaré con cuidado, te lo prometo –vi como relajó sus hombros cuando terminé de hablar. Vaya, ahora tengo más curiosidad de lo que habrá dentro.

– ¿A qué hora vas a salir? –preguntó.

– Hoy en la noche.

– Vas a viajar un día y ocho horas tú solito, ¿estás seguro?

– Más que seguro.

– Está bien, ¿puedes ayudarme a cerrarla? –dijo con una sonrisita suplicante, señalando su maleta llena de cosas innecesarias.

Aquí vamos otra vez.

 

14.03.2018
Alba

– Despierta querida –escuché la voz de mi madre llamándome entre sueños– Despierta Alba, hay alguien esperando que abras esos lindos ojitos.

– Mmh –mascullé.

– Buenos días, dormilona –escuché una voz diferente, pero familiar. Me levanté en un rápido movimiento del que me arrepentí al instante.

– ¡Ay, me mareé! –exclamé cubriéndome el rostro con las manos.

– Que cumpleañera más bobita.

– ¡Marco! –bramé apenas entré en razón.

– ¡Feliz cumpleaños! –dijo y me lancé a abrazarlo.

– No me esperaba que vinieran, ¡gracias, gracias, gracias!

– Oh, no. Solo vine yo, Eleonor no pudo venir porque tuvo que viajar a México –explicó– Que pena.

Hice una mueca triste en respuesta, mientras él buscaba algo en su maleta.

– Pero…me dijo que te diera esto, es su regalo ultrasecreto para ti.

– ¿Ultrasecreto? –cuestioné, confundida.

– Sí, me hizo prometer que no lo abriera y que nadie se enterase de lo que hay dentro –dijo levantando sus hombros– ¡Ábrelo, ábrelo!

– ¡No! –vociferé, escondiendo la pequeña caja bajo mi axila– Lo abriré más tarde.

Si es lo que creo que es, nadie, absolutamente nadie puede saber lo que hay dentro. ¿Ni siquiera los lectores? No, nadie.

– Bueno, me rindo, jamás lo descubriré –dijo mientras sacaba algo de otra maleta– Estas son de mi parte –me extendió una maceta con unas florecitas lilas que me dejaron boquiabierta– Feliz cumpleaños, pequeña.

¡Nunca había visto unas flores tan preciosas! Y eso que había visto bastantes en mi corta vida gracias a este chico sentado al frente de mí.

– ¡Ahh! –chillé, no tenía palabras suficientes. Lo miré otra vez y luego a la preciosa maceta, y luego de nuevo a él– ¡Ahhh! ¡Es- ahhhh!

– Eso es español para “¡están preciosas!” –intervino mi madre.

– ¡Sí! –exclamé, abrazándolo con más fuerza que la anterior vez– ¡Me fascinan! ¡Son ahhh!




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