Llegué a mi casa y me sorprendí al ver que fue mi padre quien abrió la puerta.
— ¡Papi! —grité emocionada y me guindé en su cuello.
— Pequeña, creí que no llegarías a tiempo para verte.
Caminamos abrazados hasta llegar a la sala.
— ¿Por qué no te quedas hoy? La verdad no entiendo el motivo por el que te fuiste a vivir solo; lo entendería si hubiera sido por una mujer.
— Ya hemos hablado de eso pequeña, ustedes se crecieron y necesitaban su espacio y en cuanto a lo segundo, estoy perfectamente solo; ya he amado a dos mujeres lo suficiente como para haber cumplido mi tope de capacidad de amar.
— ¿Y quién dijo que el amor tiene límites?
— Señor Buitrago, aquí tiene su bebida —dijo una joven.
Nunca había visto a la chica ¿Qué hacía en casa?
— ¿Y tú quién eres?
— ¡Oh! Lo había olvidado. Hija, ella es Juliana y se quedará aquí porque ayudará con los oficios de la casa.
— Mucho gusto señorita —dijo la joven.
La observé detalladamente y luego dirigí mi vista hacia mi padre.
— La señora que los ayudaba, me llamó ayer para decirme que ya no podrá venir porque su hijo enfermó y debe cuidarlo.
— ¿Y no crees que eres muy joven para trabajar aquí? —pregunté directamente a la chica.
Ella me miró confundida por lo que tuve que explicarme.
— Hablo de que frecuentemente las jóvenes buscan empleo para vender en tiendas o supermercados.
— ¡Oh no! Yo no tengo problemas con trabajar en una casa de familia, tengo 21 años y soy de las que piensan que cualquier trabajo legal es digno de hacer.
— Creo que nos llevaremos muy bien.
— Lo mismo pienso, señorita.
— Hemit, solo Hemit —dije sonriéndole— ¿Ya sabes que tengo tres hermanos solteros?
— Sé algo de defensa personal, créeme que sabré defenderme.
— Sí, definitivamente nos llevaremos bien —dije y sonreí.
«Espero que a mis hermanos no se les ocurra intentar seducirla», pensé.
— ¿Necesitas algo? ¿Quieres que te prepare algo de comer?
— No te preocupes, ya almorcé —me volví hacia mi padre—. Papá, iré a mi habitación a descansar un poco, pero que no se te cruce por la mente irte —lo amenacé.
— Tranquila hija, no me iré.
Subí las escaleras para dirigirme a mi cuarto y al entrar, me tiré en la cama y miré hacia un lado… y salté de la cama feliz de ver mi portátil sobre mi mesita de noche.
¡Sí! Dany lo había mandado a arreglar.
Inmediatamente revisé mis redes sociales y pude ver que tenía varios mensajes, uno de ellos era de Dhina.
— Envíale la solicitud de amistad —leí en voz alta.
Abrí mi cuenta en flechazo de cupido y tenía varios mensajes en el chat con el hombre del perfil falso.
Él me había enviado el link de su perfil en Facebook, el número de WhatsApp, su correo electrónico.
¿Y yo para qué querría su cuenta de correo electrónico?
No leí los mensajes y seleccioné el link di Ctrl + C y fui a búsquedas en Facebook y di Ctrl + V.
Solo quería comprobar si era el mismo de la foto en la página de cupido... y sí, la fotografía era parecida.
Él aparecía con dos amigos, con una chica quien también compartía su mismo color de ojos, sin duda eran familia… y seguí navegando en su perfil y…
— ¡No puede ser! —gruñí.
En notificaciones apareció que había enviado la solicitud y casi al instante fue aceptada.
Tomé mi teléfono y le marqué a Dhina, seguro ella tenía algo, mejor dicho, estaba segura de que ella tenía que ver mucho con eso.
Su celular timbró, una, dos, tres…, veinte...
«Debí cambiar mi contraseña desde hace mucho», pensé.
Tiré mi teléfono en la cama y salí de mi habitación.
En las escaleras me encontré con Andy y Harry quienes sonreían como si hubieran acabado de ver algo grandioso.
— ¿Tú ya viste a la nueva ayudante? —preguntó el primero.
«Así que por eso sonríen como tontos», pensé.
— Es hermosa y te apuesto que la conquistaré antes que tú —comentó Harry.
— Y yo les apuesto que ninguno de ustedes logrará conquistarla. Les apuesto las entradas a la final del fútbol —dije.
— Me uno a la apuesta —dijo Dany quien se acercaba.
— ¿Tú?
— Quiero ver la final —dijo encogiéndose de hombros.