Ambas familias estaban instaladas en sus hogares provisorios pero, al mirar al cielo, sintieron que ese no era su destino final, como que había algo más. Alessia y Massimo estaban sentados en unas sillas en el porche de la casita de la pareja de ancianos, que estos habían sido muy amables con ellos, mirando hacia lo lejos, donde veían caballos y vacas. Ambos adultos no sabían hacia dónde dirigirse porque no se podrían quedar en esa casa y aprovecharse de la amabilidad de los ancianos. Por otro lado, Giorgino estaba parado en la tranquera de entrada de la casa de su hermana, mirando hacia el inmenso cielo lleno de estrellas y la luna, pensando si podría conseguir un trabajo en el pueblo. Su hermana le dijo que los patrones se aprovechaban, usualmente, de los inmigrantes, de su necesidad de obtener un laburo, poniéndolos a trabajar en actividades forzosas y en condiciones precarias. Eso lo preocupó mucho, y cada tanto perdía la fe y las esperanzas que tenía, pero una mínima parte de él decía que, capaz, no todos los jefes eran así.
Al día siguiente, Alessia y Massimo hablaron con los ancianos y les agradecieron por las atenciones y la hospitalidad que habían tenido para con ellos y después se fueron con sus hijos a otro pueblo que quedaba a uno 120 km, por suerte, los ancianos conocían a una persona que justo iba para allá, ya que este era el encargado de llevar los jarrones de leche a los pueblos cercanos. En el trayecto, el hombre, que tendría unos 30 años les dijo, que era una zona tranquila, Massimo le preguntó en que parte estaban, y el señor le respondió La Pampa.
Giorgino se levantó muy temprano y junto a su cuñado, fue al pueblo más cercano, La Maruja, donde preguntó por todas partes si sabían de alguien que necesitaba a un peón, todos le respondían lo mismo con un no rotundo. Él, decepcionado y cada vez con pocas esperanzas, vio una despensa chica, entró y le preguntó al que atendía lo mismo que a los demás. El señor le dijo que si seguían por el camino de la entrada, a la segunda salida que doblaran a la izquierda, iban a encontrar un campo que estaba desocupado y que, si mal no recordaba, estaban buscando empleados. Y emprendió rumbo, mientras esto sucedía su cuñado le hablaba de las diferentes costumbres que había en Argentina y cómo fue que conoció a su hermana. Cada vez más, se hacían más amigos y compañeros del uno al otro. Giorgino le agradaba su cuñado y pensaba, para sí mismo, que Fiorella había tomado una gran decisión de casarse con él. A parte de que notaba que cada vez que Marcus hablaba de su esposa, le brillaban los ojos.
El camino hasta ese campo era tranquilo, no había mucho tránsito. Este era de tierra y se podía observar como las plantas se adueñaban del paisaje, donde estas eran caldenes propios de la zona y otros tipos. A las orillas del camino, a parte de haber plantas, había alambrados y tranqueras, donde algunos de esos campos tenían nombres y otros no. Al llegar al campo que el amable señor les indicó, vieron que tenía un cartel pero que estaba medio despintado y no estaba en buenas condiciones. Era como si, este campo, no habría recibido un buen cuidado desde hacía mucho tiempo. La tranquera estaba abierta y ellos pasaron, un poco cautelosos, pensado que, seguramente no estaba bien hacer eso. A lo lejos, veían una casita humilde, pasando una arboleda que parecía un bosque. Los dos se miraron y siguieron para esa dirección, más caminaban para allá, más Giorgino sentía sensaciones raras pero no feas sino cómo si, este lugar lo hubiera estado esperando desde hacía mucho tiempo, se sintió en casa, en su hogar.
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Holaa!!Cómo va?? Acá, después de mucha espera, les traigo el quinto capítulo de esta historia de amor, ¿qué piensan de la relación de Marcus y Giorgino hasta ahora? Déjenme sus opinioness, los leoo.
Espero que estén pasando o hayan pasado un día lindo, depende de cuando estén leyendo esto, sin mas me despido.
-Lucía
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