Amores Dormidos: Will y Jessica

WILL 7

 

 

 

No pude dormir hasta las 3: 00 AM. La ansiedad hizo de las suyas una vez más.

«¿Prefería chatear con su profesor que conmigo? ¿Será que todavía le gusta ese tipo? ¿Y si se mete con él? Él puede verla todos los días…en el colegio…ellos pueden verse muchas veces más de lo que nosotros podemos vernos» no dejaba de pensar, y el sueño no llegaba.

Sentía envidia, sentía celos.

«¿Ella lo querrá a él más que a mí? De seguro sí, o sea…yo le escribía y nada que me respondía, no, no, no, seguía y seguía con su profesor. Si ella me hubiera escrito, si hubiese sido lo contrario, yo le habría respondido al segundo. ¿Será que yo la quiero más de lo que ella me quiere a mí? Tal vez no me quiere. Tal vez todo es una mentira. O sea…ella es bonita e inteligente… ¿Por qué se metería con alguien como yo? A lo mejor se metió conmigo por alguna apuesta»

Una persona con trastorno de ansiedad, encerrado en su habitación en medio de la oscuridad de la madrugada, es una batalla constante contra sí mismo y sus pensamientos.

«Ella debe saber que estoy enojado, pero no me dijo nada, no me ha dicho nada. ¿Acaso le importo? Si yo la hubiera hecho sentir mal, yo no estaría tranquilo…le hubiera hablado y confortado hasta que se sintiera mejor ¿Por qué era tan difícil que ella me hiciera sentir mejor?»

Yo no me explicaba su actitud. Trataba de encontrarle sentido. Pero entre más lo pensaba, menos lo entendía.

«Tal vez estoy exagerando, ¿Y si no es para tanto? A lo mejor debo hablarle…», Me repetía a mí mismo. Tenía muchas ganas de escribirle, pero mi rabia no me lo permitía.

Me quedaba viendo el chat con Jessica. Revisando si estaba en línea.  Revisando las palabras dichas y no dichas una y otra vez. Torturándome.

«¿Por qué no me escribes? ¿Por qué no me dices nada?» Pensaba dando vueltas en mi cama, con el celular en mi mano, sin dejar de ver el chat abierto.

A las 3: 00 AM aproximadamente…caí dormido, y tenía clases temprano en la mañana.

La clase que tenía a las 9:00 AM era con “de demonico”.

── ¿A ustedes les gustan los juegos? Porque en mi clase, durante todo este semestre, vamos a jugar uno ──comenzó la clase Doménico “el demonico” Castillo.

Todos se miraron las caras sin saber qué pensar.

Doménico sonrió por el placer que le producía ser tan intrigante. Yo notaba que él disfrutaba jugar con las expectativas de un semestre que no lo conocía todavía muy bien. Así que supongo que él podía darse el gusto de ser lo que sea. Asustar si le apetecía. Intimidar si le daba la gana. Le ayudaba a su autoestima, o quién sabe.

── El juego que vamos a jugar es el siguiente: si yo adivino el final de su historia, pierden ── continuó la explicación ──. Ustedes durante toda mi clase, van a producir y editar un cortometraje de máximo diez minutos, en el cual la historia tiene que ser creativa y original, porque si yo adivino como termina, van a perder la nota del parcial final. Así que tengan cuidado con las tramas predecibles. Cero clichés. Se los advierto.

Las caras de preocupación no se hicieron esperar entre mis compañeros.

Yo en cambio estaba emocionado, el reto me motivaba. Contar historias es lo único en lo que soy bueno, y es lo que siempre he querido hacer. Y allí estaba mi oportunidad de sobresalir como nunca.

── Y eso no es todo. Hay más ── Continuó el profesor ──. La historia me la van a presentar en las próximas veces que nos veamos en clases. Luego les voy a colocar cinco “trabas” a su historia. ¿Qué son las trabas? Son cambios inesperados que yo quiero que apliquen. Ya sea cambiar el sexo de su protagonista, que no puedan morir al final, o que cierta pareja no se pueda enamorar. O lo que se me ocurra. ¿Saben por qué? Solo con las limitaciones es cuando realmente se pone a prueba nuestra creatividad. Entonces…ya las reglas están puestas. Formen sus grupos de trabajo. ¿Preguntas?

Ahora sí que estaba motivado como nunca. Mi grupo ya estaba armado: Cristian, George, Yesid y Diego.

Erick se fue con su nueva novia en el salón y su nuevo grupo de amigos, mientras que Alonso miraba todos lados buscando confirmación visual de que alguien quisiera ser su compañero. Nadie lo buscó. Lo dejaron solo. Pensé que verlo siendo excluido me iba a hacer sentir bien, pero me dio lástima.

Luego de la clase, nos reunimos mi grupo de trabajo y yo en uno de los salones vacíos en el edificio de nuestra facultad.

── ¿Y bien? ── comenzó George en tono de broma──.  ¡Hey, mírenme! Nada de comedias absurdas, o realismo mágico, o romances predecibles. ¡Nada de eso!

Yo sabía muy bien porque lo decía George. Aunque lo decía como medio en broma, yo entendía que todo eso eran indirectas para mí. 

── Yo pienso que Wicho es el apropiado para guiarnos por este camino ──dijo Cristian.

── Ya sabes, William ── Me dijo George──. Es tu responsabilidad pensar en alguna historia. Después de todo, tú eres el guionista, ¿no? 

Fue muy amable de parte de Cristian lo que dijo, pero yo no me sentía al 100% en esa reunión.

«¿Por qué Jessica no me ha escrito? ¿Qué pasa?»

Durante la clase y durante la reunión mis compañeros notaban que yo no dejaba de revisar el celular.

── ¿Te pasa algo, William? Te veo como preocupado ──me preguntó Yesid.

── No, no pasa nada ──mentí.

Yesid miró de reojo mi celular.

── ¿Seguro? ──volvió a preguntar.

── Sí, seguro, no pasa nada ──volví a mentir.

Esa se suponía que iba a ser una reunión creativa. Donde se suponía que iba a haber una lluvia de ideas, y yo como el guionista, como el creativo del grupo tenía la responsabilidad de aportar ideas.

Pero yo estaba en blanco…o más bien, mi mente estaba ocupada en Jessica y mis compañeros notaban que yo no estaba dándolo todo. Estaba disperso. Desconcentrado. Revisando mi celular compulsivamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.