Emily
Erick decidió llevarnos en su camioneta a pesar de los, pero que añadió Sebastián, al que le pedí que se fuera para no meterlo en problema, pero se negó. Al parecer estaba aferrado a su promesa de llevarme sana y salva a casa.
Todo dentro de mi mente se volvía un huracán de emociones, ya estaba en mi límite de fortalezas y no sabía cuánto más podía aguantar. Sin embargo, eso era lo de menos, ahora mi único propósito era escuchar lo que mi recién aparecido primo tenía que decir sobre mi padre, que al parecer lo había tenido en mis narices todo este tiempo. Sebastián se veía nervioso a simple vista, se podía notar que estaba tan afectado como yo. Mientras Erick conducía su mano, nunca dejo la mía apretándola de vez en cuando para mantenerme alerta.
Me alegraba ver tanto a Erick, él era el único primo que conocí por parte de mi padre, pues no tuve mucha familia, nunca conocí a los parientes de mi madre solo a la abuela por medio de fotografías, siempre le preguntaba sobre ellos, pero la respuesta de mi madre resultaba ser la misma todo el tiempo: Ellos Vivían en el oriente de Venezuela y no podíamos visitarlos. Por parte de mi padre, solo conocí a mi tío Mauro, cuyo hijo era Erick, quienes se mudaron a este país cuando tenía 10 años y desde entonces no lo volví a ver hasta ahora... Desconozco por completo los orígenes de mi padre, ya que ninguno de los dos hablo mucho al respecto.
Recuerdo que cuando mi padre y yo llegamos a este país yo aún no asimilaba la muerte de mi madre y él no me hablaba, hasta aquel día que me dejo en ese orfanato, y me confesó fríamente que en ese lugar estaba mejor que en la calle y que era lo mejor que podía hacer conmigo, pues ya tenía otra familia.
Recuerdo ese día perfectamente.
…
—Papá, ¿Dónde estamos? —Pregunte exhausta de Caminar. Él no me respondió. Seguimos caminando por una desconocida y oscura calle hasta que llegamos a una horrible casa antigua.
—Entra.
Cansada del viaje, obedecí y entre a la espantosa casa. Mi cuerpo aún dolía por las secuelas del accidente y por las horas en avión desde Caracas hasta esa ciudad.
—¿Esta es la mocosa? —Dijo la fea mujer que nos recibió.
—Sí —Me dio un empujón hacia delante —. Los trámites legales están hechos y el dinero fue transferido a su cuenta en Dólares.
—Un placer hacer negocios con usted Sr. Thomas.
—Espero no volver a escuchar de usted nunca más.
—Así será, desde ahora esta cucarachita está en nuestras manos.
Mi padre dejó la maleta en el piso y se dio media vuelta para irse.
—Papá, ¿A dónde vas? —Pregunte al ver como se alejaba.
—Despídete —Dijo a fea mujer—. No volverás a verlo.
—Cállate. PAPI, PAPI NO TE VAYAS.
Corrí tras él soltándome de la fea mujer y me aferré a su cintura abrazándolo muy fuerte para que no me dejara.
—Suéltame niña.
—No te vayas, no me dejes. Prometo portarme bien. Extraño a mamita.
—Desde ahora vivirás aquí, hazte a la idea, es mejor que estar en la calle, créeme y es mucho más de lo que mereces. Ya tengo una nueva familia con nuevos planes, así que mejor olvídate que tienes padre.—. Sonrió y se levantó siguiendo su camino hacia la puerta.
La mujer que nos recibió me tomo del brazo y me arrastraba en contra de mi voluntad hacia adentro del demacrado orfanato.
—Papito, no me dejes sola, sé que no soy buena y que soy torpe y débil, pero mejoraré. Por favor papito regresa, no te vayas… No me abandones…
Grite con todas mis fuerzas con la esperanza de que volviera, llore, no comprendía lo que estaba pasando, ¿papá regresaría?... Tal vez solo estaba cansado, tal vez todo era una pesadilla y cuando despertara mi mamá estaría allí y él estaría sentado en el sillón ignorándome, pero cerca de mí como siempre.
….
Sentí unas manos en mi frente mientras sollozaba sin cesar ante los recuerdos. Todo dentro de mí se había derrumbado como hacía cuatro años de tan solo pensar en volver a verlo. Mi cuerpo reaccionó de mala manera a mis sentimientos y no lo culpaba, solo habían pasado unas cuantas horas desde mi crisis anterior. Sin darme cuenta comencé a temblar. Todo esto era demasiado.
—Erick, detente —Escuche a Sebastián detrás de mí.
Erick giró el cuello para verme y detuvo la camioneta de inmediato.
—¿Qué pasa? ¿Qué le sucede? —Pregunto tomando mis manos entre las suyas.
—Está entrando en una crisis emocional, tenemos que sacarla del auto para tranquilizarla.
—Oh por Dios —Exclamo Erick, quien se bajó rápidamente abriendo mi puerta—. Vamos Emi, tranquilízate. Estoy aquí, no dejaré que te vuelvan a hacer daño.
—Tenemos que sacarla.
Erick me tomo de las piernas y paso una mano por la espalda para cargarme, mis sollozos y temblores aumentaban y no podía controlarlos.
—Vamos mi niña, todo está bien… —Comenzó a tararear la canción que cantábamos cuando tenía 7 años, haciendo mi cuerpo reaccionar y volver a conectar con mi mente.
…
—Erick ven a ver la tele —le grité sentada en el sillón de la sala.
—Si son esas tontas Barbies te voy a dar un pellizco.
—No es ¡Barney! —Dije emocionada por lo mucho que nos gustaba ese programa.
—¿En serio?