La mañana siguiente al día de misa, durante el desayuno, Ysabel decidió hacer partícipes a sus hijos de la noticia que ella y Elías habían recibido la tarde anterior.
–mañana, a más tardar, llegará de visita la familia real.
Augusto se sorprendió, Macarena se entusiasmó y Eliza pateó a Mariana, haciendo que esta saltara y volcara la bebida que tenía en mano.
– ¡Mariana! –La retó Ysabel.
–perdón, madre. Fue mi culpa–. La defendió la menor de las hijas–. Es que moví el pie y la golpeé.
– ¿Cómo son? ¿Son como Guillermo? –Preguntó Macarena, haciendo caso omiso de sus hermanas.
Ysabel la miró y sonrió.
–de los príncipes, no lo sé, pero la reina es igual a su primogénito.
–Su Alteza siempre contaba, ya que fue herido y tuvo que irse del frente, que no se llevaba bien con su hermano, Victoriano, pero que Pía y Úrsula son maravillosas–. Afirmó Augusto.
–va a haber que organizar todo para que estén cómodos–. Reflexionó Elías–. Parece que no vienen solo de visita.
Mariana y Eliza, al mismo tiempo, se atragantaron.
Augusto y Elías se levantaron y las ayudaron, dándoles golpecitos en la espalda, a toser.
– ¿se puede saber qué les pasa a ustedes dos? –Preguntó Macarena, fastidiada.
– ¿Qué? ¿Acaso no se pueden atragantar? –Las defendió Augusto. De pronto, puso cara como si lo que diría a continuación fuera evidente– ¡pero, claro! ¡Estás así porque ayer Eliza se quedó todo el día con Mariana! Te tengo una solución, hermanita: haz lo mismo y aprende a comunicarte con alguien más que con mamá.
– ¿Qué tiene de malo que se comunique conmigo?
–nada. Solo que eso fue lo que hizo que Eliza se juntara con Macarena, en un principio, para que le prestaras atención. Pero, como ella ya está harta de ser solo una fachada de lo que en realidad es, solo para que le mires, y se volvió a juntar con quienes la vemos y queremos como realmente es, Macarena está celosa.
– ¿celosa, yo? ¡Por favor!
–pero si yo la veo tal cual es…
–pero la mayor parte de tu visión, según lo ven nuestros hijos, está ocupada por Macarena–. Reflexionó Elías.
–tu sabes que no es así.
–lo sé, pero ¿Cuántas veces te dije, mientras ellos crecían, que les demostraras más cariño a los demás y no solo a Maquita?
–muchas…
–y no me hiciste caso. Y aquí tienes el resultado. Solo espero que la reina haya logrado que sus hijos sean más unidos que los nuestros.
– ¿Por qué?
–porque, si los nuestros se pelean, no corre peligro la paz de Gyren.
*
El pueblo donde gobernaba la familia Arévalo-Uribe (y que era la capital de la provincia que dirigía Elías) era uno tranquilo, de esos en los que nada interesante pasa, salvo cuando uno de los hijos de familia se va a la guerra, o se casa.
Fue por eso que todo el pueblo supo cuando Augusto volvió de la guerra, o sabe cada vez que Ciro va a la taberna y Gastón tiene que ir a buscarlo antes de que genere problemas.
Y fue por eso también que se corrió la voz de que la familia real visitaría el castillo conocido desde hace tiempo como “fortaleza de virtute gloriae”[1], ya que fue el último en caer cuando la provincia fue invadida durante la Guerra de Reconquista (razón por la cual, también, la familia que lo habitaba era la que gobernaba la provincia, ya que se habían ganado el respeto de la familia real al defender con tanto ímpetu su hogar).
Aparentemente no era una visita oficial, ya que la noticia había salido del mismo castillo, pero no había sido pregonada. Fueron los sirvientes quienes hicieron correr la información.
De todas maneras, la revolución en el pueblo no era tanta como la que se produce puertas adentro.
Las doncellas corrían de un lado para el otro, preparando las cinco habitaciones para la familia real, más una adicional para los quehaceres de la reina.
La cocina, por otro lado, era un completo caos: la cocinera daba gritos a diestra y siniestra a sus ayudantes, los cuales corrían de un lado al otro para preparar los manjares con que sus señores quieren recibir a sus majestades y sus altezas reales.
Los empleados encargados de los animales y cultivos no habían sido afectados, ya que sus tareas no se veían afectadas. Solo Ciro y Gastón variaban un poco sus labores, ya que debían preparar los caballos y las caballerizas, porque Ysabel había dado la orden de que sus hijos y ella saldrían al pueblo a comprar y que los caballos de la familia real debían guardarse en las mismas caballerizas que los de la familia señorial.
Así como Jorge era el “jefe” de los empleados del campo, la encargada de que se cumplan las ordenes de Ysabel dentro del castillo era Natividad (o Nani, como gustaban llamarla los hijos del matrimonio). Ella era la nana de Ysabel y quien la ayudó con la enseñanza y cuidados de sus hijos. Su hija era la cocinera y su nieta mayor era Jimena.