Ese día sería recordado por los habitantes de Cosdiba en la posteridad, por toda la parafernalia que se desplegó para los novios reales.
Mientras se desarrollaba la misa, los soldados de la guardia real se preparaban para el desfile que se produciría con la salida de los novios y su viaje desde la iglesia hasta la fortaleza de la virtute gloriae.
En el castillo de la familia Arévalo-Uribe, los criados hacían lo propio con la habitación que ocuparían los novios, que era el dormitorio donde se había alojado Guillermo, el salón que se ocuparía para celebrar la unión y el pasadizo por el que había accedido el novio a la iglesia y que utilizaría la familia de los príncipes herederos, junto con el resto de nobles asistentes a la boda real.
Al finalizar la misa, los novios y su familia se fueron marchando por el pasillo que había caminado Mariana para casarse, dirigiéndose a la puerta, donde los esperaban los habitantes del pueblo, que los recibieron con aplausos y vítores de buenos deseos.
La pareja de príncipes herederos subieron la carroza que tenía la familia real especialmente para las bodas, que era blanca y con forma de calabaza con asientos tapizados de distintos tonos de rojo y una corona de oro en el techo.
Una vez acomodados los novios, comenzó el desfile. Al principio se escuchó aumentar los vítores y aplausos, sumados a los caballos que comenzaban a andar, pero pronto se comenzó a escuchar el himno de Gyren, cantado por el pueblo y musicalizado por los músicos de la fanfarria, mientras los recién casados saludaban a lo lejos.
‒ ¡Mira lo felices que se ven!‒dijo Mariana, mirando maravillada cuanto cariño demostraba la gente al paso de la carroza.
‒son felices porque nuestro matrimonio para ellos significa que Gyren se pondrá de pie.
‒ ¿y tú? ¿Qué opinas?
‒soy el que se casó contigo, princesa. ¿Por qué la pregunta?
‒porque todavía no entiendo que es lo que te impulsó a querer casarte conmigo.
‒eres una belleza, tienes inteligencia y sé que con esa personalidad avasallante que tienes, nunca voy a aburrirme. Contigo, no sé qué sorpresa me tendrás cada día.
Mariana sonrió, y Guillermo aprovechó que estaban sin sus familiares alrededor, y cubrió los labios de su flamante esposa con los suyos, provocando una ovación y gritos de emoción en los hombres y mujeres que acompañaban a pie la procesión.
Pronto, la carroza en que iban, cruzó el puente que llevaba al castillo que vio nacer, crecer y rebelarse a la que era en ese momento la futura reina.
Luego de traspasar las puertas de la muralla que rodeaba el feudo de la familia Arévalo-Uribe, la pareja vio que ya los esperaban todos los nobles invitados a la boda, junto a la familia de ambos, y los recibían con aplausos.
Al frenar la carroza y ellos descender, fueron abrazados y felicitados por todos los que los recibían.
‒mis señores, reciban mis más sinceras felicitaciones‒. Dijo Nani, dando un paso al frente cuando terminaron las felicitaciones de los nobles y los abrazos de las mujeres‒ y, hablo por todos los trabajadores del feudo cuando digo que estamos orgullosos de esta joya que usted, alteza, se lleva hoy.
Jorge se acercó luego y les extendió una manta de lana que llevaba en sus brazos.
‒esta manta es un regalo de bodas de parte de todos los trabajadores del feudo, altezas. Los cubrirá en los días fríos y así podrán recordar Cosdiba en los días calurosos.
Mariana se acercó al tío de su hermano y lo abrazó fuerte.
‒muchas gracias, Jorge. Sé lo que significa para ti estar presente hoy‒. Dijo, retirándose y tomando la manta, que luego le dio a Jimena para que la empacara con el resto de sus cosas.
‒Bien. Ahora, vayamos al mirador, para saludar y poder comenzar la fiesta‒. Dijo Elías y guió a todos al lugar, donde Ysabel pasaba parte de su tiempo cultivando plantas medicinales.
*
Al ser un día de celebración, en el feudo se dejó por primera vez en años de lado el trabajo habitual. Normalmente, mientras los señores celebraban algún acontecimiento, los siervos seguían con su rutina habitual de trabajar desde la salida del sol hasta la puesta del mismo, pero ese día se casaba una de las hijas del señor, la que todo el mundo admiraba y quería, por lo cual, la algarabía reinaba en el feudo. Incluso sacrificaron animales, que luego comieron tanto adentro como afuera, en honor a los novios.
Dentro, ajenos al sacrificio de animales, los invitados, los novios y la familia celebraban un baile en honor de la pareja, donde los asistentes aprovechaban para socializar unos con otros.
La novia no dejó la pista, salvo para comer, desde que el baile comenzó y, en ese momento, se encontraba bailando con el rey.
‒tienes que aprender una regla, cuando llegues a la capital‒. Decía él‒. Eres un accesorio de tu marido.
‒mi marido me tendría que estar diciendo que reglas deberé seguir ¿no le parece?
‒mi hijo es muy débil, no sabrá cómo manejar a su hembra. Tú debes obedecer a tu marido y a tu rey. Ese es el deber que tendrás. Sonreirás cuando él o yo te lo digamos, hablarás si se te lo permite ¿te quedó claro?
‒clarísimo‒dijo Mariana con ironía‒. Lo que me queda todavía más claro, es que usted no conoce a su hijo. Que yo, que lo conocí después de la guerra, lo tengo más al dedillo que usted, que lo crió.
‒una cosa es lo que uno quiere mostrar para tener una mujer, y otra es lo que en realidad es.
‒no su hijo, señor. Haré lo que mi esposo me deje hacer, de todas maneras, señor, porque confío en el juicio del hombre con el que me desposé.
‒y seré yo quien decida qué hace o deja de hacer mi esposa, padre‒. Interrumpió Guillermo, tomando la mano de Mariana‒. Ahora, quiero bailar con mi mujer. Majestad‒. Hizo reverencia y llevó a su esposa hacia la otra punta de la pista.