Amores Que Matan (#1 Secretos)

#5

ASPEN  FINNEGAN.

 

 

 

— ¿Fuiste alguna vez al planetario?—Fue lo primero que dijo ni bien abrí la puerta.

 

— ¿Planetario? —Pregunte.

 

— Si, ¿Alguna vez fuiste?

 

¿Que se trae entre manos?

 

Ya me entró la intriga.

 

— La verdad que no, pero siempre quise ir.

 

Es la verdad, siempre soñé con ir.

 

— Genial ¿Que te parece ir ahora conmigo?

 

¿Primero el picnic en el mirador y ahora quiere que vayamos al planetario?

 

Jamás me llevo a tantos lugar en tan poco tiempo.

 

Igual lo del mirador fue muy lindo y romántico de su parte.

 

Y me gustó mucho.

 

Tal vez esto sea hasta mejor.

 

No lo sé, para eso voy a tener que aceptar.

 

— Está bien, vamos. —Acepte.

 

Salimos de la casa y fuimos caminando hacia allá.

 

Estoy tan emocionada.

 

Toda mi vida quise ir a ese lugar, Papá me iba a llevar pero tuvo un ataque al corazón y Mamá entro en quiebra.

 

Así que no pude ir.

 

Al menos ahora voy a ir con Rylee, mi amigo.

 

Mi amigo.

 

Solo es eso.

 

Un gran amigo.




















 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 





 



























 






























 

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Estamos en el planetario.

 

Llegamos hace unos minutos, pero aún no entramos a la sala por qué primero Rylee tiene que comprar las entradas.

 

Eso fue lo que él me dijo antes de decirme que lo espere acá.

 

Yo estoy a unos pasos de él, esperando.

 

Veo como habla con la chica que vende las entradas y luego se acerca a mi.

 

No sé si fue mi imaginación o esa chica le guiñó un ojo.

 

Y no me gustó para nada.

 

Él es mío.

 

Digo de mi hermana.

 

— ¿Quién es esa chica?

 

Me mira desorientado.

 

— ¿Que chica?

 

— Con la que hablaste hace un segundo, no me trates de idiota. —Señale a la morocha de la caja.

 

— Es la que vende las entradas. —Formulo despacio como si yo le estuviera haciendo un chiste.

 

— ¿Y por qué mierda te guiñó el ojo?

 

Se ríe.

 

Esperen.

 

¿Por qué mierda se ríe?

 

¿Que le causa tanta gracias?

 

— ¿De que te reís?

 

Controla su risa y luego me contesta.

 

— ¿Estas celosa? —Cambia de tema.

 

Me sonríe.

 

— ¿Yo? ¿Por qué estaría celosa? Solo somos amigos por qué tendría que estar celosa.

 

Deja de sonreír.

 

— Si, tenés razón solo somos amigos.

 

— No me contestaste.

 

— ¿El que?

 

— ¿Por qué te guiñó el ojo?

 

— ¿En serio?

 

— Si.

 

Espero su respuesta.

 

— Solo te voy a decir que no es por lo que te estás imaginando.

 

Busco a ver si me está mintiendo, pero no encuentro ni un rastro de mentira en su rostro.

 

Suspiró.

 

— De acuerdo.

 

— ¿Ya está? —Pregunto cambiando de tema.

 

— Si ya está, ya podemos entrar.

 

Entrelazó su mano con la mía.

 

Bajo la mirada hacia ahí.

 

Tuviera que hacer que me suelte.

 

Pero no quiero.

 

No quiero soltarlo ni ahora ni nunca.

 

Y no quiero que él me suelte.

 

Aprieto el agarre y voy con él hacia la sala del planetario.

 

Noto que no le da nada a nadie y que en la entrada tampoco hay nadie.

 

Que raro.

























 




























 







 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 























 

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