ASPEN FINNEGAN.
Tiro mi bolso en el sillón.
Acabo de llegar a la casa luego de la escuela vine directo aca.
Necesito estar un rato a solas.
Y más después de que Blas no haya aparecido en el teatro.
Recién mañana van a poner la ficha de los que van a actuar.
Espero haber quedado.
Me siento en el sofá.
Prendo la tele.
Escucho la puerta ser abierta y luego cerrada.
— Hola.
Blas.
No tengo ganas de hablarle.
Se sienta a mi lado y se me queda viendo.
Seguro por qué no le contesté.
— Por que no me saludas ¿Paso algo?
— No, nada. —Miento.
Se tiene que dar cuenta solo.
— Parece que paso algo. ¿Por qué no me querés decir?
Lo miro.
— Hoy eran las audiciones para la obra de fin de año.
Abre los ojos.
— Perdón, me olvidé.
— Si, como todo lo demás desde hace un mes.
— ¿Que me querés decir?
— No se si es por la muerte de Sami o por la nueva persona en tu vida, pero parece que ya no te importo. Ahora nunca tenés tiempo para mí.
Me mira arrepentido.
Pero no pienso perdonarlo tan fácil.
— Al principio si fue por Sam me sentía mal pero luego conocí a una chica, me gusta y he estado saliendo con ella.
— Así que me cambiaste por alguien que recién conoces.
Me levanté dispuesta a irme a mi habitación.
Me detuvo del brazo.
— Perdón As, te juro que jamás te cambiaría por nadie sos mi hermana y te amo. Perdón no va a volver a pasar, lo prometo.
Se arrodilló en frente mío.
No estoy segura aún.
— Si querés que te perdone quiero que pasemos el fin de semana solo nosotros dos.
Se levantó.
— Está bien, solo todo tuyo por el fin de semana. ¿Que tenés pensado hacer?
— Podemos jugar a la pelota como hacíamos con Papá los fines.
Siempre jugábamos nosotros tres a Sami no le gustaba esos juegos.
— Me parece genial y el domingo en día en el campo.
Dios.
Cómo amaba hacer eso.
Y más con ellos dos.
Ahora solo me queda él.
Con Mamá también éramos unidas pero habían cosas para hacer con Mamá y otras con Papá.
— Genial prepara todo.
— De acuerdo.
Subió las escaleras corriendo.
Yo me quedé en la sala mirando la tele.
Él tiene que esmerarse para que lo perdone así que no pienso hacer nada.
(...)
Sábado.
— ¡Apura Blas!
Llevo 20 minutos esperando que se termine de cambiar para jugar al fútbol.
— ¡Ya voy! ¡No me apures!
— ¡Te apuro todo lo que quiera! ¡Dale!
Dios tarda más que mi Mamá y yo juntas.
— Acá estoy.
— Al fin. —Suspiro.
— Exagerada.
Agarro mi mochila y vamos a la cancha.
(...)