Un par de meses más tarde, mi vida se había vuelto más propicia. Mis días seguían de la misma manera. Desayunaba en la cafetería, charlaba con la señora Howins. Luego me dirigía a la facultad y pasaba el día allí. Por suerte algunas de las chicas con las que había entablado conversaciones un tiempo antes se volvieron amigas con quienes compartía mucho tiempo. Salíamos a los bares de noche, conocíamos chicos para charlar, nos embriagábamos a veces. Íbamos de compras. Nos juntábamos casi todos los días a almorzar o tomar algo. Era muy bella su compañía, me sentía muy bien acompañada.
Cada día de camino a la facultad pasaba a buscar a Susan. La cual era una joven muy linda; rubia natural, ojos celestes, nariz y cara delgada; cuerpo esbelto. Podría ser modelo si quisiera. Le gustaba vestir ropa llamativa, con colores amarillos fuertes, o rosas claro. A la distancia pude verla. Hoy vestía una pollera de tela amarilla con pliegues, la cual le llegaba hasta arriba de las rodillas; un pulóver de lana azul con un cinturón dibujado a la altura de la cintura; y en su cabeza una boina grande, caída hacia un lado, color marrón claro. Se veía linda.
Me esperaba en la vereda de su casa. Una casa de dos plantas, muy pintoresca.
—Hola Susan, lista para otro día en el paraíso—. Bromee al encontrarla con cara seria, que delataba pocas ganas de ir hoy.
—Hola Mery, no entiendo como tienes tanto entusiasmo de ir a la facultad, empiezo a sospechar que eres una nerd disfrazada—. Me analizó como si buscase algún hilo de disfraz oculto. Reí por su chiste a carcajadas.
—Vamos, no te hagas, tu eres más cerebrito que yo cuando quieres—. Le dije en broma.
—Si claro, quieres convencerme que soy nerd para que sea tu amiga—. Volví a reír con su chiste y ella acompaño mi carcajada, acercándose al mismo tiempo y abrazándome como si hubiesen pasado años sin verme, siendo que el día anterior lo habíamos pasado juntas. Susan solía aparentar ser fría, pero en realidad cuando la conocías bien, era la persona más amorosa del mundo. Me gustaba mucho su compañía, le había tomado más cariño que el de una simple amiga.
—Bien, tienes razón ya te hice caer en mi trampa, ahora vamos antes de que se nos haga tarde—. Le dije rápidamente a Susan.
—Sí, está bien amiga cerebrito vamos antes que nos reten los profes—. Reímos juntas y seguimos nuestro camino a la facultad.
Era un día agradable, el sol iba imponiéndose y consideraba que sería un día primaveral, aunque las hojas amarillas cayendo de los arboles recordaban que estábamos en otoño.
Abby y Rachel nos esperaban en la entrada de la facultad.
Abby era de baja estatura, pelo castaño oscuro, y cara muy agraciada. Poseía una mirada vivaz y atenta; sus ojos color café parecían escudriñarte en cada momento. Hoy vestía una falda lisa de color verde con líneas blancas, por sobre la rodilla, una camisola mangas largas color azul y una vincha rosa sobre su cabeza. La pollera tiro alto ceñía muy bien su perfecta cintura. Se veía muy atractiva, seguro robaría muchas miradas hoy.
Rachel, por otro lado, era de cuerpo esbelto y estatura media. Su pelo solo llegaba a la altura de sus hombros, era castaño claro tirando a rojizo, en el sol parecía ser anaranjado. Sus ojos verdes y nariz pequeña agraciaban su cara, aunque de labios finos, los engrosaba un poco con labial. Hoy llevaba puesto un vestido entero color crema con una franja negra en el hombro izquierdo que llegaba hasta arriba de las rodillas; de mangas largas, que cubría por completo sus brazos delgados.
—Hola chicas como están—. Saludamos Susan y yo.
—Hola mis nenas! Que atractiva te ves Susan, más de los habitual. Le dijo Abby mirando a Susan.
—Parase que soy la única que se vistió de manera más vulgar hoy, ustedes se ven como muñecas perfectas y hermosas—. Era así yo me había vestido solo con un pantalón largo verde agua, y un buzo marrón un poco abrigado quizás. Mi ropa no destacaba en absoluto mi cuerpo perfecto. Y mis amigas sabían que poseía un admirable cuerpo. Más de una vez me habían visto en ropa interior cuando nos cambiamos para salir o en juntadas donde pasamos la noche juntas. Eso no quita que mi personalidad segura y confiada de vivir tanto e incontables experiencias denotara un aire muy atractivo en mí. Aunque vistiese harapos siempre atraía muchas miradas de hombres y hasta mujeres.
— Mery, acaso no recuerdas que día es hoy?—. Me dijo Rachel acercándose y rodeándome con sus largos brazos.
—Pues sucede, que es el día del discurso, vendrán jóvenes egresados, que hace tiempo tienen grandes puestos de trabajo, a darnos consejos y quizás puedan enamorarse de alguna de nosotras. Son buenos partidos esos muchachos, según dicen—. Dijo Susan echando una mirada despectiva hacia el cielo.
—Creí que lo sabias Mery, tu siempre recuerdas todo, cerebrito—. Bromeo Susan
.
—Solo que cuando te vi vestida así creí que no te importaban esos chicos tan ambicionados por todas las chicas, y hasta por algunos chicos. Reímos todas con el chiste de Susan.
—A mí la verdad no me interesan mucho esos muchachos, solo me vestí bien para que no me miren como si estuviera fuera de onda—. Dijo Susan que era muy liberal para ser una joven nacida en aquella época. Ya que el pensamiento general de las mujeres de ese tiempo era más bien buscar esposo, casarse, tener hijos y ser amas de casa. Aunque ya muchas mujeres querían trabajar y hacerse cargo de su casa, algo que parecía complicado para la mayoría de su época.
—A bueno, no me preocupa entonces, yo no estoy buscando novio—. Dije despectivamente y con total franqueza. Y esta era la verdad, no pensaba tener ningún novio, no quería sufrir por amor otra vez.
—Bueno, entonces tú te lo pierdes baby— Dijo Rachel y rieron las demás. Yo las acompañe sin molestarme en lo absoluto, sabiendo que bromeaba.
Caminamos por el campus hasta llegar a la sala de convenciones. Veía a todas las demás chicas, una más elegante que la otra. Con lindos y coloridos vestidos, maquilladas de la mejor manera. Peinados de peluquería, quizás, de la mañana misma. Salvo que hubiesen dormido paradas como gallinas. Ya que algunos peinados estaban perfectos para ser las nueve de la mañana. Yo empecé a sentirme fuera de lugar. Cuando llegamos a la entrada de la sala de convenciones les dije a las chicas que iría al baño.