Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo VII

— ¡Valla! —Exclamó uno de los barberos asombrado al mirarme— Deben vivir cientos de duendes en esa barba.

Ya era tarde para que atendieran un trabajo tan tedioso como ese: transformación facial de un vagabundo. Al principio creí que no aceptarían, y pues no era para menos, pues mi aspecto manifestaba a todo pulmón que no tenía dinero. Pero estaba bien vestido. Le tomé la palabra a Hawkins y usé el dinero para comprar vestido y calzado nuevo. Además compré shampos y cremas especializadas, pues en verdad estaba hecho un asco. Compre pastillas desparasitantes, un cepillo de dientes y mucha crema dental. El mismo día me duché tres veces, y perdí la cuenta de las veces que cepillé mis amarillentos dientes. Cada vez que me ponía crema me ardía la piel, pero así lo estuve haciendo cada tres horas en toda la piel de mi cuerpo. No dejaba de comer cualquier cosa, y por cada bocado que tragaba, no podía evitar llorar. Extrañaba poder comer algo decente, las duchas con agua caliente y el olor a limpio.
Ahora estaba a punto de deshacerme de mi fea melena y barba. Ansiaba poder recuperar un poco de mi anterior aspecto, pues aunque me recordara aquello que alguna vez fui, era mejor que en lo que me había convertido.

— ¡Demonios! —Exclamó el otro barbero— Iré por mi espada láser para ayudarte. —Suspiró y luego comenzó a sacar un kit de tijeras.

Aquella peluquería era cómoda. Estaba adornado de posters de rockeros famosos como Chester Bennington, Axel Rose, Slash, Fredy Mercury, Kurt Cobain  entre otros que no reconocí del todo. En otra pared, había recuadros de paisajes naturales. Frente a los asientos especiales para los cortes, había un televisor enorme; sonaba un rock clásico a bajo volumen.

— ¿Cómo va querer su corte? —Preguntó el primer barbero que me atendió mientras buscaba shampos y acondicionadores para lavarme.

— No quiero nada. —Contesté agrio y muy serio mientras miraba a la nada.

Ambos barberos se miraron confusos un momento, y luego me regresaron el gesto.

— Pues ya está. —Contestó el otro barbero— Son cincuenta dólares por la mala broma.

— Es decir que no quiero que quedé nada. Quiero quedar calvo y muy bien afeitado. Si puedo salir brillando de aquí, la propina será buena. —Cambié mi tono de voz.

En realidad no estaba molesto, pero hablaba enserio. Si iba a convertirme en un sicario del demonio, debía despojarse de todo lo viejo.

— Eso simplifica las cosas. En unos minutos estarás listo, viejo. A trabajar. —Contestó el otro barbero y prendió su máquina.

Los chicos comenzaron, y después de varios minutos de lavado de cabello, tijereteos violentos para quitar el cabello más duro, pasadas de máquina que hacían caer toda mi cabellera de manera rápida, por fin quedó. Al mismo tiempo, y como si lo hubieran estado practicando toda la vida, los barberos pusieron cuatro espejos alrededor de mí para que viera el corte y mi nueva imagen de diferentes ángulos. Habían hecho un buen trabajo, apenas y podía reconocerme.

— ¡Quedaste como nuevo, amigo! Espero y te haya gustado. —Exclamó uno de ellos con satisfacción mientras dejó escapar un soplido.

— Tuvimos que matar a todos los habitantes de la tierra media, pero valió la pena. —El otro barbero le siguió el juego al instante— ¡Quedaste estupendo, viejo!

Esa vez no pude evitar sonreír un poco. Posterior a mirarme de todos los ángulos, pagué la tarifa.

<<Un contrato misterioso que lo cambia todo, ¿he? Suena a una verdadera estafa, pero quiero intentarlo. >> Pensaba mientras todo mi antiguo pelaje se iba a la basura.

— Gracias por venir con nosotros. —Dijo el primer barbero que me atendió después de dejar medianamente limpia la zona donde trabajaron él y su compañero— Esperamos y haya quedado satisfecho.

— Desde luego que sí. —Contesté con una leve sonrisa.

— Esperamos verte pronto por aquí. —Dijo el otro barbero y me entregó mi cambio.

— Sara envía sus saludos. Ella me recomendó el lugar. —Les dije mientras apretaba un poco los billetes que me dio Adam.

Los chicos abrieron los ojos como platos.

— ¿La conoces? —Preguntó uno de ellos algo sorprendido.

— Es la asistente personal de Will Wilson, dueño del edificio donde me estoy quedando.

— Sí, sí. Sabemos quién es ese tirano. —Exclamó el otro con indiferencia— Ese tipo me asusta; tiene los ojos del mismísimo demonio.



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En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

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