Anástasi: El precio de la libertad

Capítulo XVII

Comenzaba a sentir una creciente adrenalina mientras el vendaje estaba siendo puesto sobre mis manos. Me negaba a enfrentar a una mujer, sobre todo si se trataba de Sara. Ella había sido la única en tratarme bien en las últimas semanas, no se merecía ser parte de mi prueba.
Era injusto. Inaceptable. Inaudito. No lo iba a permitir.

— Me niego rotundamente. —Dije cuando Jerry trató de ponerme uno de los guantes.

Sara seguía con la mirada cabizbaja mientras respiraba profundamente. Esperaba y está vez, después de la decisión que tomó Will, se diera cuenta que ese carisma fingido y la elegancia de sus palabras solo eran una fachada para encubrir la porquería de humano que era.

— ¿Pero qué estás diciendo? Una de las reglas es combatir cuando se te pida y con quien se te lo pida. —Jerry me recordó en breve, luego giró su cabeza en dirección a Will e hizo un ademán de negación.

Will sonrió divertido y luego negó con su cabeza por igual. Acto seguido le hizo una señal a Jerry para que bajara de las colchonetas, y cuando se encontraron en una de las esquinas, Jerry le entregó los guantes.
Algunos murmuraban. Otros se reían modestamente. Otros tantos solo miraban a la espera de que todo acabara para reanudar sus actividades diarias.

— ¡Silencio! —Will se hizo escuchar en todo el gimnasio— Johnson tiene algo importante que decirnos, pues al parecer está listo para abandonar el grupo.

Los demás obedecieron y fijaron su mirada en mí, a la espera por alguna respuesta.

— Yo no dije tal cosa... yo solo.

— ¡Erroooor! —Will me irrumpió con un grito en mi rostro— Lo que haces contra lo que dices no te respalda, Johnson. Ponte los guantes y pelea entonces.

Sentí unas intensas ganas de darle un cabezazo en sus perfectos dientes y callar esa engreída boca en un solo movimiento. Me abstuve por muy poco. También me negué a hacerlo una vez más y lo dejé con las manos en aire al querer entregarme los guantes.

— ¿Por qué haces esto? ¿Te diviertes, Will? ¿Tu conciencia no te acusa de vez en cuando por actuar como un verdadero pedante e idiota? —Lo acusé seriamente, pero seguramente no le importaba nada de lo que tenía que decir.

— Lo diré una última vez, ponte los guantes. —Ordenó mientras me lanzaba su mirada más profunda y asesina que jamás le había visto— Hasta en el infierno hay clasificaciones, Johnson. Pelea y sobrevivirás. Ríndete y serás escoria. Peor que escoria, tratándose de ti.

— ¿Por qué no peleas tú? —Sonreí y lo reté abiertamente— ¿Tienes miedo de algo?

Nadie decía nada, y no dejaban de mirarnos.

— Porque tu prueba no es si puedes derrotarme a mí, entiéndelo. Tu prueba está en desde que tanto sabes obedecer. Tu prueba comienza en la mente. ¿Qué tan despiadado puedes ser para obtener lo que deseas? ¿Qué tipo de barreras estás dispuesto a derribar por tus ambiciones? ¿Y si una es color rosa, simplemente buscas alguna de peor aspecto? ¿Y si la muralla es baja y desgastada, simplemente usas un martillo más chico? Piensa en todo lo que te digo, Johnson, y escucha muy bien lo que te voy a decir.
Tienes una última oportunidad para tomar los guantes y seguir las reglas. De no ser así, aceptaras delante del grupo y de mí que esto te supera. Luego solo te irás.
Después contactaré a Hawkins para decirle que se lo dije. Decirle que solo eras un bocón que no tiene idea de lo que es el verdadero infierno. Que solo hablabas porque tienes boca.

— ¡Tú no sabes nada de mí! —Espeté furioso.

— Ni tú de mí. Y te equivocas en algo, Johnson. Si se algo de ti. Sé que no puedes con esto, así que ríndete de una vez y deja de hacernos perder el tiempo. Hay personas aquí que si están dispuestas a hacer lo que sea por su futuro, así que dale espacio a los verdaderos luchadores.

Tal vez tenía razón. Era una prueba desde el ya, justo como lo dijo Hawkins que sería. Pero no comprendía lo que me decía.

Algo era muy claro: tenía que tomar decisiones, como esa primera prueba del arma. Era difícil. Podría asesinar y golpear a cualquier mal nacido que se lo mereciera, pero no a Sara.
Al final, después de pensármelo bien, tomé los guantes de la mano de Will.

— Algún día te arrepentirás por esto. —Le advertí y comencé a ponerme los guantes.

— Buen chico. —Will sonrió por mi decisión, como si su perro adiestrado acabara de sentarse después de pedírselo.

— ¡Hagan sus apuestas! —Will comenzó a aplaudir y todos le siguieron el juego; algunos hasta chiflaron y gritaron.



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En el texto hay: accion, suspenso, venganza

Editado: 24.06.2019

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