Anastasia y el mundo de él

Capítulo 42

      Al volver estoy tan desorientada y colmada de emociones que es mi subconsciente quien me guía.

    Sé que no es muy digno de una dama aceptar que un caballero se filtre en su habitación y también sé que si es la dama quien entra a la del caballero, es peor aún, por suerte no soy una dama ya he dormido con él y además necesito un poco de la paz que sus brazos siempre me ofrecen.

    Es así como acabo durmiendo en el cuarto de Ema y despertándome el día de mi cumpleaños allí, me sorprende un poco que me acepte sin más ni más. Sin embargo en este momento no me importa mucho, nada en realidad.

    Despierto al sentir sus labios sobre mi piel, primero en el rostro, luego en el cuello, los hombros y luego vuelve a subir por mi cuello rumbo a mi oído.

     —Buenos días a la cumpleañera más hermosa del mundo.

    No le contesto, me quedo disfrutando de la situación, de la alegría del momento. Lo cual al parecer a él no le agrada en lo más mínimo, lo sé porque toma represalia, lo siguiente que siento son cosquillas.

    Intento desesperadamente no reír, es evidente que no lo logro, trato de zafarme y tampoco lo consigo.

    —De acuerdo —Hablo sofocada y de forma entrecortada por la risa—. De acuerdo, buenos días Panterita.

    Él se detiene y me mira sonriente, por momentos así es que anoche acepté volver aquí, a una casa donde el concepto básico es que a las personas como yo hay que matarnos, por ser brujas. Es estúpido lo que hago, lo sé, el chico que ahora me sonríe ya me avisó con anterioridad que si me convertía en lo que ya soy, él tendría que matarme. Es más estúpido aún sabiendo que de ahora en más no podré volver a enamorarme de alguien que no sea él, que mi corazón será suyo para siempre.

    Aun así para mí todo esto tiene mucha lógica, porque confió en él, en que me conoce y sabe que no soy un monstruo sólo por ser una bruja y por sobre todo, confió en lo que él siente por mí.

    Sonríe y me besa, ahí hay otro motivo por el cual sigo aquí, la maravillosa sensación que me produce cada vez que nos besamos, cada vez que cualquier parte de su cuerpo entra en contacto con el mío, o que sus ojos me miran, es una sensación tan mágica...

    Me acerco más a él, intentando profundizar el beso, ahora bien, él se aparta, gruño inconscientemente cuando lo hace, lo que provoca que su sonrisa se ensanche.

    Entrecierro los ojos en señal de amenaza, no funciona mucho porque lo único que consigo es que él sonría más.

    —Feliz Cumpleaños —Besa mi mejilla y pone frente a mí una pequeña caja de cartón blanco, en la base tiene un listón rojo con pequeños corazoncitos blancos dibujados, la tapa tiene cuatro corazones que se entrelazan entre sí, en un costado hay un corazón rojo dibujado, con un botón de corazón en el medio, en cada una de las otras caras hay una palabra, juntas forman "Te Quiero Soldadita".

    Tomo la caja con mucho cuidado, se nota que se esmeró mucho haciéndola, es cómico ver lo bien que le va haciendo manualidades.

    No puedo evitar que me tiemblen las manos de la emoción y eso me hace sentir muy tonta.

    —Vamos, ábrela —Sonríe arrogante—. No soy tan pichi como para regalarte sólo esa cajita, aunque debo admitir que me quedó genial.

    —Sí, te quedó hermosa y sabes muy bien que aunque me regales sólo la caja me encantaría.

    Afirma, sin embargo, no contesta, por lo que me limito a abrirla. Sólo tengo que levantar los corazones de la tapa y separarlos un poco.

    En el interior hay... no sé bien lo qué es, tiene un aro de oro, lo que hace que parezca un anillo, aunque también tiene una cadena de oro blanco.

    Ema me ahorra toda la disertación sobre si es un anillo o un collar, simplemente lo saca de la caja y lo separa. La figura central es un corazón de amatista dividido a la mitad, está atravesado por una espada de hoja ancha como las de Ema y por una Kusarigama, que es de donde sale la cadena.

    Mientras mi mente está envuelta en una neblina de sorpresa, Ema aprovecha y me coloca el anillo, aún no puedo creer cómo consiguió que las miniaturas le quedaran tan perfectas, realmente parece una de sus espadas y la Kusarigama no se parece en nada a la que uso para entrenar, no es simplemente el palo redondo con la hoja y la cadena.

    Todo lo contrario, es super estética, no sé de qué metal está hecha, sin embargo, la hoja tiene grabado un lindo entramado, el mango es del mismo metal, en vez de madera y es menos redondeado, parece menos un palo de una escoba y más el mango de un arma.

    Ema se coloca el collar y luego posa mi mano en su pecho, al hacerlo ambas mitades del corazón se atraen de tal forma que vuelven a unirse a pesar de que había un par de centímetros que les separaba.




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