Anastasia y el mundo de ella

Capítulo 51

    No, esperen, soy una bruja, se supone que sólo el fuego me puede matar.

    Tal vez es por eso que cuando recobro la conciencia sintiendo calor, olor a quemado y dolor en el pecho, donde me apuñalaron.

    Me cuesta mucho abrir los ojos, aun así, necesito ver lo que pasa a mi alrededor, obviamente estoy atada a un palo alto que está rodeado de pequeños palos y papel, es como una hoguera de las películas sólo que en vez de paja usaron papel, al parecer Matías trató de ser un poco original.

    El fuego apenas está comenzando, es por eso que apenas ciento calor, recién se están prendiendo las puntas, aunque avanza muy rápido, al parecer el chico aprovechó que estamos en el siglo veintiuno y usó combustible.

    El humo lastima mis ojos, no obstante, puedo ver lo suficiente como para saber que estamos en casa de Ema.

    —¿Esto fue idea tuya? —Aunque sé que la muerte me espera no me acobardo, sé que nada de lo que diga va a mejorar la situación y la verdad quiero molestar un poco a mi asesino— No, claro que no ¿De quién es? ¿De Ema? ¿De Zavier? ¿De Nora? ¿Dónde están ellos? ¿Se atreven a planear mi muerte, pero no a verla?

    Matías se ríe, al parecer estoy haciendo una broma y no una cruel acusación, además de que estoy llamando cobarde a toda su familia.

   —¿Sabes que el idiota de mi primito no les quiso decir a mis tíos que eres una bruja? Obviamente yo sí lo hice, quería el mérito por descubrirte, de hecho, quería que planeáramos juntos tu ejecución, como la familia que se supone que somos.

    »Pero los muy idiotas no quisieron hacerlo, al parecer tu hechizo sobre ellos hizo buen efecto, no conseguí convencerlos de que te maten, alegaban que aún no habías cometido ningún crimen y que hasta que lo hicieras no podían ejecutarte, que eso va contra la ley.

    —No los hechicé.

    —No te molestes en discutirlo, lo comprobaremos la próxima semana, cuando vuelvan del viaje, estoy seguro que cuando tu magia desaparezca se alegrarán de que te haya ejecutado.

    —Así que ellos no están, esto lo planeaste tu solito —Extrañamente eso me tranquiliza muchísimo—, es más, le robaste el celular a Ema.

    —No, eso no es cierto, lo encontré esta mañana tirado junto a la puerta, tenía una resaca insufrible, pobrecito, le tuve que dar un sedante, tú tranquila, despertará para cuando ya sea demasiado tarde.

    —Nunca será demasiado tarde —Recién ahora es cuando entro en pánico e intento zafarme, forcejeando con las cuerdas—, no caeré en tus manos.

    Sigo intentando con desesperación soltarme, lo cual es absurdo, él es un cazador, sabe hacer nudos que me impiden liberarme.

    Así que recurro a la magia, o lo intento al menos, porque siempre que uso mi magia lo hago con las manos, las cuales no puedo ni mover.

    —Secader Om Lators ¡Roaha! —«Cuerdas me soltar ¡Ahora!»

    Extrañamente no me obedecen, así que sigo intentando.

    —Feugo xintiguer, roaha —«Fuego extinguir, ahora»

    Esta vez como respuesta lo único que obtengo es una carcajada de Matías.

    —No sé qué estás diciendo, sólo te ahorraré el problema, no puedes usar magia, el cuchillo estaba envenenado, tu magia está momentáneamente fuera de servicio, intenta más tarde, gracias —Intenta imitar la voz de la contestadora, sin embargo, como se está atragantando de risa, le sale medio entrecortado—. Si es que hay un más tarde para ti.

    Mientras él ríe la desesperación me consume, apenas puedo respirar y cada pequeña bocanada de aire que inhalo es peor de lo que sería si no respirara, siento como si mis pulmones se estuvieran quemando y a la vez curando. Al parecer no tendré la suerte de la mayoría que muere por inhalar los gases del fuego o porque sus pulmones se queman, no, yo tendré que soportar eso y además seguir conciente.

    Aun así, no grito, ni ruego, sólo forcejeo, intentando zafarme, también intento detener el fuego que avanza, pero nada sucede, no entiendo por qué puedo curarme y no puedo usar el resto de mis poderes. También puedo hablar el idioma de las brujas, esto es demasiado extraño como para que le busque una explicación.

    Y sin lugar a dudas es el menor de mis problemas.

    El fuego comienza a acercarse a mis pies, por lo que me pongo de puntitas, tratando de alejarme lo máximo posible, según sé en cuanto me alcance arderé como si fuera de papel. Lo cual me agrada, sería acabar con todo este sufrimiento rápido, sólo debo permitir que toque mi piel y todo acabará en minutos.

    Por suerte, o por desgracia, no soy una persona que se rinda fácilmente, no al menos cuando es todo o nada, no importa que mis muñecas estén en carne viva de tanto forcejear, o que mis dedos también estén heridos por intentar desatar unos nudos que apenas puedo rozar. No importa nada de eso. Sólo importa seguir intentándolo, hasta que ya no haya más por lo que luchar.




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