Sobre la mesa de la sala hay una nota de mi madrina.
"Ar estoy en el fondo, pasa"
Me quedo sorprendida mirando el papel, no sabía que la casa tiene fondo, se nota que nunca he prestado mucha atención, un día de estos debo recorrerla entera, mirando atentamente cómo es.
Al parecer mi primo ya la conoce muy bien porque va directamente al frente y luego de recorrer la galería abre el pequeño portón que da al fondo.
Atravesamos el pequeño pasillo de pasto que comunica ambas partes del terreno y encontramos a mi madrina haciendo lagartijas en el fondo.
Estamos en pleno invierno y aun así ella está sobre el césped únicamente con una bermuda y un top deportivo.
Que tenga esa ropa es lo que me permite ver por primera vez su espalda casi completamente, la tiene deforme, peor de lo que yo tengo mi vientre, aunque ha intentado disimularlo.
Si mi tía se alarmó con el tatuaje que tiene en la muñeca, cuando vea cómo tiene la espalda le dará un infarto.
La parte alta la tiene llena de estrellas, son cientos, de distintos tamaños, algunas están unidas por una fina línea roja, como si formaran una constelación, aunque en realidad no se forma ningún dibujo.
La verdad me deprime mucho ver sus tatuajes, me recuerda a una tarde cuando fuimos a comer un helado y pasó una muchacha con todo el brazo tatuado de estrellas, parecido a como lo tiene mi madrina ahora.
En ese momento a mí me parecía hermoso, siempre me han gustado los tatuajes y a esa chica le quedaban súper bien, por supuesto se lo comenté a mi madrina, re contenta, ella me miró, su expresión era la opuesta a la mía.
—A mí me parece muy triste, las estrellas son luz y calor, las de ella son negras, parecen muertas, no tienen luz ni brillo.
En ese momento me molestaron mucho sus palabras ¡¿Cómo una estrella va a morir?! ¡Qué blasfemia! Para una niña de seis o siete años las estrellas no mueren, ellas son eternas y nos iluminan todas las noches.
Ahora que soy más grande y he tenido astronomía sé que las estrellas sí mueren y de una forma muy triste. O es rápida y destructiva o muy lenta y dolorosa.
Eso es lo que veo ahora al observar las cientos de estrellas que hay en la espalda de mi madrina, es como si viera cientos de cadáveres tatuados en su espalda, incluso quiero preguntarle cómo han muerto esas estrellas, si implotaron o explotaron, especialmente porque estoy segura de que ella sabe la respuesta, ella no hace las cosas sólo porque sí.
—Me mentiste —Arnold suena más molesto de lo que pensé que estaba—. Dijiste que hablarías con ella para que cumpliera con su cometido y no lo has hecho, no le has dicho nada.
—Chicos, ya llegaron —Mi madrina se levanta de un salto y se pone frente a nosotros.
—A diferencia de ti, nosotros si decimos que vamos a hacer algo lo hacemos
—Arnold, no me hables así —El tono de mi madrina ya no suena sorprendido, ahora es autoritario, sólo en momentos así es cuando recuerdo que es mucho mayor que nosotros—, si te calmas hablaremos tranquilos y te explicaré, si no te crees capaz de hacerlo te invito a que te retires y vuelás cuando estés más tranquilo —No espera una respuesta, simplemente comienza a caminar, cuando llega a mi lado, me toma del brazo y me jala hacia la casa—. Ven.
No discuto, sigue con el tono autoritario y no tengo ganas de averiguar qué pasa si la contradigo, especialmente porque no tengo la información suficiente como para saber que sucede...
Mi primo no nos sigue, se queda de piedra, al entrar Guidaí anuncia que se va a bañar y me ordena tender la mesa para los tres.
También lo hago sin quejarme, el único varón de mi generación no tarda en unirse a mí, pocos minutos después se une mi madrina, la comida es en silencio, Ar trata de sacar el tema nuevamente, sin embargo, ella no se lo permite.
Al terminar ella me mira varios minutos y luego suspira.
—No se lo diremos ahora —Aunque me está mirando a mí se dirige a nuestro primo— ya tiene mucho en la cabeza y aún no está lista.
—No hablen de mí como si no estuviera aquí ¡Odio eso! ¿Qué es lo que no quieren decirme? Díganme ahora por favor.
—Hay una profecía —Ar no mira a nadie, juega con los restos de su comida.
—Arnold, cállate ahora o tendré que echarte.
—Bueno, vamos, me lo explicas fuera, no hay problema.
—Tú estás castigada, no puedes salir.
—Te recuerdo —Me pongo en pie— que tú no eres mi tutora, estoy aquí de visita, no puedes obligarme a nada, ni eres mi madre para decidir qué debo saber y qué no ¡Especialmente porque se relaciona conmigo, deja de decidir por mí!
Salgo seguida por mi primo, últimamente las comidas siempre terminan así, con gritos y enojos, creí que las cosas entre nosotras serían todo coser y cantar, al parecer nada es tan fácil, creo que soñé demasiado con esto y nunca le puse ni una gota de realidad.