Esa noche Ema vuelve a ir de parranda, como una idiota vuelvo a ir tras él y por eso llego a casa a la hora del desayuno, minutos antes de tener que ir al liceo.
—Tu madrina ya se fue a la facu —Yves me espera en la sala, con una sonrisa de oreja a oreja y una taza humeante de chocolatada—. Creo que es un buen momento para que te cuente lo que queda, así podrás saber lo que deseas.
—Que sea rápido.
—En realidad no queda mucho más para contar, en cuarto fue el único año que estuvimos juntos y aun así casi no hablábamos, comenzamos a acercarnos poco antes de que se fuera. Cuando nuestros compañeros comenzaron a jugar póker en las horas libres o en los recreos, era divertido porque lo hacíamos por plata y la adscripta estaba en contra, vivía amenazando con suspendernos.
»Tu madrina no sabía jugar y aun así se unía, entre todos le dimos una rápida explicación, con eso fue suficiente para que le agarrara la mano en pocos días. Semanas antes de su cumpleaños comenzamos a ratearnos de las clases de mate y de física para jugar. Sé que estaba mal, aunque de todos modos lo hacíamos, era el único momento que estábamos totalmente solos y casi no hablábamos, nos burlábamos del otro y nos tomábamos el pelo, pero nada más.
Mientras él habla yo desayuno y lo hago sonriente a pesar del cansancio, me agrada conocer otros aspectos de mi madrina, aparte de su rol de consentidora.
—Escuchaste más o menos cómo fue después de que desapareció y no te voy a dar más detalles de esos oscuros años, por lo que seguiré contándote el momento en que desperté sin memoria.
—Espera ¿De verdad no hubo ninguna interacción amorosa entre ustedes antes de que ella se fuera? —Niega— ¿Por qué le compraste un regalo entonces? ¿Cómo sabías que podía gustarle?
—Porque, aunque no habláramos nos escuchábamos, nos observábamos de cerca, oía lo que le decía a sus amigas y estaba seguro de que ella sonreiría con cualquier detalle que le regalara, lo único que yo quería era verle sonreír y que se sintiera alagada en un día tan especial.
—Sigue.
Él sonríe y sigue con el relato, le alegra que no lo contradiga, es como si le estuviera confirmando que tenía razón sobre ella, que la estaba acosando, digo mirando, bien.
—Me desperté dolorido, sintiendo el abrazador calor del fuego a mí alrededor, el pesado cuerpo de alguien inconsciente sobre mí y su cálida respiración en mi mejilla. A nuestro alrededor todo era escombros y fuego, por lo que la aparté con mucho cuidado y me incorporé, al hacerlo pude ver su espalda, al parecer fue la única parte de su cuerpo que no había conseguido proteger y estaba... —Cierra los ojos, creo que intenta recordar la mayor cantidad de detalles posibles— en carne viva.
»La subí a mi hombro y la saqué de allí como pude, ahora me doy cuenta de mi error, de que tú y tu hermana estaban allí, sin embargo, en ese momento no me di cuenta, sólo quería salvar a la hermosa chica que me había protegido. Tenía que hacer algo por ella y por suerte una parte de mí me decía que no debía llevarla a un hospital. Como dije antes, no tengo idea de cómo acabé en aquella clínica clandestina, sólo sé que quien la atendía nos recibió de inmediato y asistió a tu madrina lo mejor que pudo.
»Fueron tres meses horribles, ella no mejoraba, sus heridas estaban cada día peor y yo lo único que podía hacer era mirarla y tomar su mano. No sabía nada de mi ni de ella —A pesar de que ahora está todo bien noto la perturbación en su voz, seguro fueron meses muy difíciles para un chico que ni siquiera tenía idea de lo que estaba sucediendo—. Sólo intuía que no podía dejarla sola, que debía quedarme a su lado hasta que despierte y pensaba hacerlo. Hasta que un día la joven que se encargaba de la clínica vino a mí muy molesta, al parecer ella percibía que yo era cazador y que por ende debía tener plata sucucheada en algún lugar.
»Tal vez porque se había quedado con nuestras pertenencias cuando llegamos, entre ellas mi cartera y mi ballesta, o tal vez lo sabía sólo porque era bruja. Lo que importa es que ella me mandó irme, que ya no me quedara, porque ya no tenía más medicamentos y como yo no tenía nada para hacer podía moverme para ayudarla a conseguirlos. Obviamente estaba de acuerdo, ella estaba gastando muchos recursos en nosotros y yo estaba sentado sin hacer nada, sólo que no quería dejar a mi salvadora.
»De todas formas accedí, me acerqué a tu madrina para despedirme, le besé la frente, se sintió extraño, no sólo porque me agradó la sensación de sentir su piel en mis labios, había más que eso, mucho más, tanto que cuando me aparté, ella ya había despertado.