Anatema

Instinto, agilidad y fuerza.

—06—

c

14 de abril del 2000, Londres, Inglaterra.

Nunca he entendido porque no podía disfrutar de mis vacaciones. Había pasado los últimos meses en Fallenbelt y la enseñanza ahí era más severa que mi educación primaria; pero, aquí estaba, en la biblioteca sentado frente al institutriz que lleva dos horas hablando sobre la constelación de Orión. Sabía sobre esta, en especial ahora que llevo clases de astronomía.

Las puertas se abrieron mostrando a mi madre con su inmaculada vestimenta.

—Lo siento, señor Marsh. Me temo que Caelum no cumplirá con las horas establecidas en esta ocasión.

—No se preocupe, señora. Su esposo me puso al tanto, ya estaba por culminar la lección de hoy. —El Meissa Marsh sonrió educado—. Caelum, dejare un par de libros para ti y los discutiremos la próxima semana.

Asentí tomando los libros. El señor se despidió con una inclinación de cabeza.

—¿Mis lecciones de Gladio se adelantaron, madre?

Pregunté con curiosidad. Nunca interrumpían mis lecciones, mucho menos las acortaban.

Madre no respondió y se limitó a observarme.

—¿Madre?

Pareció salir de algún tipo de transe.

—No, cariño. —Sonrió—. Tenemos que ir a Buckingham.

—¿Por qué?

—Vamos, tienes que vestirte. —Madre estiró su mano para que la sostuviera.

Caminamos hasta mi habitación y elle entró en el closet. Observé por la ventana nuestro jardín rodeado por muros llenos de vegetación, bloqueando la vista para los visitantes en el área publica del palacio de Kensington. Detestaba no poder pasear por los alrededores, pero mi padre no lo permitía. «Demasiados humanos.»

—He dejado tu traje listo, iré a vestirme y en unos minutos te ayudaré con tu corbata.

—¿Por qué tengo que usar traje?

Mamá me dedicó una sonrisa tensa y salió de mi habitación. «¿Qué está pasando?»

Una vez vestido, decidí sentarme en la cornisa de la ventana.

—¿Todo en orden? —Madre habló detrás de mí.

Extendí la corbata hacia ella.

—Listo —murmuró con cariño acomodando el nudo—. Muy guapo.

Mis mejillas se sonrojaron con vergüenza. Luego, madre y yo bajamos al vestíbulo.

—¿Dónde están mis hermanas?

—Nos esperan en Buckingham con tu padre.

La seguí al corredor que rodea nuestra residencia. Una lluvia tranquila había comenzado a caer cambiando de color del piso de la entrada. Pude notar los azulejos antiguos y los que habían sido remplazados, los que estaban agrietados y los que sobresalían del resto.

Al salir por las puertas del palacio, un montón de hombres con cámaras nos fotografiaban. Volteé a ver a mamá, pero esta no se inmutó.

El camino a Buckingham no era largo y una vez cerca me percaté del tumulto de fotógrafos y personas fuera de este, las puertas del palacio se abrieron y cuando bajamos del coche, fuimos llevados a una sala enorme.

—¿Qué les llevo tanto tiempo? —Padre cuestionó al vernos.

Lucía cansado y extraño. Por alguna razón solo fui consciente de la vestimenta de mi madre y la mía hasta que lo miré a él. Todo de color negro;

Ese color solo podía utilizarse con totalidad en dos ocasiones, Remembrance Day y funerales.

—¿Padre?

—Ahora no, Caelum.

Observé a la familia Hannover reunida, me acerqué a la tía Alexandrinna e hice el saludo correspondiente. «Más bien una reverencia.»

Todos vestían de negro y no había nada rojo sujetando a sus atuendos.

—El nuevo Conde de St. Andrews.

El tío Albert se acercó con una sonrisa lobuna. Fruncí el ceño sin entender.

—¿Dónde está ella?

Madre susurró cuando me paré junto a ellos.

—Fue confinada en St. James.

—¿Confinada?

—No va a asistir al funeral. —Padre determinó. «Serio, muy serio.»

—Arneb.

Madre objetó, pero él le dedicó una mirada gélida poniendo fin al asunto.

Escuché un llanto dramático del otro lado del salón y siguiendo los lamentos exagerados, mis ojos cayeron en la bruja Carinna. Padre se apresuró a ella y la abrazó sacándola de la sala.

—No le creo nada —resopló la tía Elena a mi lado.

No la había visto, y sin pensarlo dos veces miré a su alrededor en busca del tío Charlie y mis primos.




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