Anatema

Del odio al amor y del amor a la amistad.

—07—

…s…

Mis notas no habían sido tan buenas como yo quisiera, me había esforzado en todas las clases para obtener una buena calificación, pero no fue suficiente. Al parecer los esfuerzos mundanos son nada comparados con los del tipo Orioni.

Me senté junto a Val y Lucas en el automóvil. Partir del instituto se sintió extraño. Estos meces habían cambiado mi vida en todos los aspectos. Me habían roto el corazón, había hecho nuevos amigos, conocí un mundo repleto de fantasía y de igual modo termine inmiscuida en un grupo rebelde de este, pero lo más triste de todo es que regresaría a casa en donde no estaría mi hermano.

—¿Lo veras en las vacaciones? —Lucas murmuró a mi lado.

No tenía que preguntar de quien hablaba.

—No hablamos sobre eso —mentí.

Seguía sin contarles sobre nuestra “ruptura”. Tenía miedo de admitir la razón. No era mi culpa, él era quien se avergonzaba de mí, aunque yo era la estúpida que peleó con su familia negándose a si quiera dejar de hablar con él.

—Se que algo anda mal, pero entiendo que no quieras decirlo.

Lucas mencionó con calidez. Todo está mal, incluso yo. Sonreí agradecida dándole un pequeño abrazo.

Valentina comenzó a parlotear acerca del dichoso viaje, al cual yo no iría; lo mío con Caelum había terminado y aunque mi cariño con el resto no cambiaría por eso, el estaría en el viaje y probablemente sería un idiota y lo vería tirarse a otras chicas. Mi corazón no puede soportar eso, para mi desgracia aun me importa.

Durante el trayecto ambos me explicaron que no habían podido ir a sus casas por medio de los conservatorios, ya que aún no poseen los móviles para que se lograra. Pero el siguiente semestre no tendrían que volver en auto como yo y cualquiera que viviera a cinco horas del instituto, cosa que me parecía absurda. Sinceramente mucho de esta sociedad es absurda.

Una vez estando en Londres, el chofer dejó a Val y Lucas en el aeropuerto. Despedirme de ellos fue agridulce, había pasado los últimos meses conviviendo con ellos todos los días. Los extrañaría demasiado.

—Gracias. —Sonreí hacia el chofer que dejaba mi equipaje sobre la acera.

No había avisado de mi regreso, solo a Becca. Temía enfrentarme a mis padres. Abrí la puerta y la casa me recibió con olor a canela y silencio.

Subí a mi habitación sin preocuparme de acomodar mis pertenencias, me senté en la cama mirando a la puerta abierta que da al corredor. Miré a la puerta de Leo por demasiado tiempo, esperando que se abriera y se uniera a mí. Pero eso no pasaría.

—¿Sienna?

Abrí los ojos sentándome en la cama, no sé en qué momento me quede dormida. Ya estaba oscuro y solo la luz del pasillo me dejaba ver a mamá.

—¿A qué hora llegaste? No sabíamos que llegarías hoy. —Ella me miraba diferente, no era como antes.

Ella también me culpa ahora.

—Lo olvide.

Quería que me abrazara y me dijera que hay panques recién hechos en la cocina para mí.

—Bien —murmuró con una sonrisa tensa—. Estoy preparando la cena.

No respondí y ella no dijo más. Ni siquiera podía decidir lo que sentía, era como si nunca hubiéramos convivido, como si fuéramos lejanas.

Ella estaba más delgada, su cabello era opaco y la mirada triste. Es como si no fueras tú, mamá.

Decidí bajar a la cocina, no era ninguna cobarde y tampoco podía permanecer escondida en mi habitación. Tampoco había cambiado de opinión y haría lo que ellos querían. Tal vez era obstinado y estúpido, pero ellos me habían criado de esta manera, aunque les gustara pensar que yo había cambiado.

—Sienna. —Papá me saludó desde la mesa. No hay emoción ni una sonrisa genuina. ¿Esto es lo que coseche? —¿Cómo fue todo?

—Bien. Contenta de haber terminado las pruebas.

Me senté mientras mamá nos servía la cena. Papá asintió y por los siguientes quince minutos lo único que se escuchaba era el sonido de los cubiertos y de los autos que pasan por la calle. ¿Así sería ahora? El nudo en mi garganta me impedía pasar la comida.

—Espero hayas podido meditar, Sienna. —Papá habló con calma—. Se que ese día fue tan duro para ti como para nosotros, actúe mal y me disculpo por ello.

Levanté la mirada encontrándome con ambos observándome seriamente.

—Lo hice.

—Imagino que has entrado en razón —aseguró con cautela.

Quisiera decirles que sí, que ahora sabía que mi cabeza fue lavada. Pero aun con todo lo ocurrido no pensaba así. Ellos me habían enseñado a encontrar lo mejor de las personas y eso había hecho. Pero jamás pensé que hacer eso me llevaría a enamorarme de Caelum. ¿Cómo podía seguir confiando en él y en su palabra? Porque lo amo. De forma irracional y destructiva, pero lo amaba.

—Así es —comencé a decir—. No voy a elegir entre nadie, espero lo entiendan. No es mi culpa lo que paso y tampoco lo es ser parte de esta sociedad. Puede que nunca vaya a pertenecer completamente, pero ahora también es lo que soy y no puedo cambiarlo. Lo siento.




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