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…c…
31 de octubre del 2005 Bristol, Inglaterra.
Internado Fallenbelt.
—¿Tienes todo listo? —Enzo preguntó terminando de acomodar su cama.
Un resoplido incrédulo salió de mi boca. «No creo que el supervisor se trague que lo que está debajo de las sabanas seamos nosotros.»
—Funcionara.
—No es que te preocupé realmente —dije sarcástico—. ¿Otra infracción más hace la diferencia en tu expediente?
—Díselo a mamá. —Sonrió divertido.
Enzo no tenía remedio. Tomé la mochila llena con alcohol acercándome a la ventana.
—Te sigo.
Enzo piso la cornisa con agilidad antes de estirarse y saltar al árbol frente al edificio. «Todo un profesional.»
Le lancé la mochila antes de imitarlo con menos agilidad. No era un experto en escabullirme por las ventanas.
—Estas mejorando —se burló—. Cuando el tío Arneb te encierre en tu habitación ya podrás escapar más fácil.
—Cierra la boca.
Caminamos con cautela entre las residencias hasta llegar al campo del colegio. Cuando nos cercioramos de que nadie nos vería, lo a travesamos con rapidez escondiéndonos en los pequeños jardines que rodean la parte sur del internado. Enzo fue el primero en saltar la barda.
Caminamos por las calles entre gente disfrazada, la mayoría humanas. Cruzamos a la avenida entrando en el parque Clifton Down, dirigiéndonos al lado menos visitado.
Entre arbustos y arboles prominentes estaba una glorieta alumbrada por linternas de acampar y chicos con alcohol.
—¡Al fin! —La voz de Félix dijo sobre las risas y la música con volumen moderado.
—Aquí tienes. —Entregué la mochila ganándome palmadas en mi espalda de varios chicos.
Enzo me extendió una cerveza mientras ambos nos acercamos a Helena y Francis, quienes jugaban a piedra, papel o tijera versión “quien pierda, toma un trago”.
—Estas perdiendo a propósito. —Lena río.
—Y tú eres una tramposa. —El chico le guiñó un ojo antes de girarse a besar a la pelirroja que tenía enganchada a su lado.
—¿Juegas? —Helena me pidió con ojos esperanzados.
—Espera a que llegue Marcus, es el único que no te dice que no. Pobre.
—Es divertido verlo bailar, solo así lo hace.
Ambos soltamos una carcajada. «Marcus es un chico sin ritmo.»
—¡Ugh! Míralo. —Lena señaló a mi lado.
Enzo besaba a una castaña contra el tronco de un árbol.
—Odio que haga eso —renegó—. Por su culpa todas las chicas del colegio se acercan a mi para preguntar por él y quejarse también.
—Alégrate que se esté enrollando y no metiéndose porquería.
—Hablando de porquería. —Ella masculló con recelo. Seguí su mirada encontrándome con Owen y su grupo de imbéciles.
—No le hice llegar la invitación. —Félix informó llegando a nosotros—. Pero él sabía que estaríamos aquí.
—¿Quieres que lo mandemos lejos de aquí? Marcus acaba de llegar, entre los tres podemos patearles el culo.
Francis dijo con ojos furiosos.
—Solo hay que vigilarlo —manifesté sin perderlo de vista.
Mis amigos asintieron regresando a lo que sea que hacían.
—¡Marcus! Ven, tengo un juego que mostrarte. —Helena habló con emoción viendo a la pareja acercarse.
Negué con diversión al ver el interés inocente del chico musculoso y la sonrisa burlona de su novia.
—¿Adivina quién pidió venir con nosotros? —Tara dijo a mi lado.
—No Elara, presupuesto. —Sonreí.
—Lyra y sus amigos.
Mi sonrisa se borró.
—Hablare con ella mañana. Solo tiene quince años, por Orión —renegué.
Helena dejó de enseñarle el juego a Marcus y me miró con ojos entrecerrados.
—No debo recordarte que hacíamos nosotros a los quince años, Cael.
Rodé los ojos tratando de ignorar que mi hermana podría hacer, aunque sea una cosa de las que mis amigos y yo solíamos hacer a su edad. «Nada que quiera que ella haga.»
La noche continuó entre alcohol, juegos estúpidos y apuestas. Decidí que iba a divertirme, después de todo era Halloween, Enzo no se metería en problemas esta vez. Lo había prometido y creía en él.
—¿Así que ganaste un nuevo puesto en el equipo? —La morena pegada a mi costado revoloteó sus pestañas hacia mí.