—09—
…s…
Despertar en este lugar era una locura, me sentía como la hermana del Sr. Darcy. La verdad era que nunca había dormido tan bien en mi vida.
Extendí la mano buscando a mi mejor amiga sin éxito. Me levanté a toda prisa.
—¿Becca?
Salí de las sabanas acomodando mi cabello y sintiendo mis parpados estrechos. Busqué en el baño, el armario y en la sala de estar del dormitorio que Enzo nos asignó encontrándola vacía. No creía que le hubiera pasado nada, pero la situación actual me ponía más nerviosa de lo usual. Regresé al dormitorio alcanzando la puerta del baño, luego de utilizar el retrete y lavar mi rostro y dientes, decido salir a buscar a Becca. Recorrí los largos corredores repletos de retratos y pinturas; a diferencia de su casa en Londres, esta luce como una residencia que ha tenido varios residentes a través del tiempo.
Recordé las instrucciones de Enzo sobre cómo llegar a distintas partes de su humilde hogar, específicamente a la cocina y sala de estar.
—Clarise dice que es mejor trabajar sin receta, de esa forma los postres siempre saben mejor.
La voz de Becca se escuchó mientras me acercaba por el corredor de la cocina. Me quedé en el marco de la puerta observando una escena poco peculiar. Hasta estos días, al menos. Caelum y mi mejor amiga conviviendo sin ser forzados.
—¿Cómo sabes que saldrá bien?
Becca le dio una sonrisa divertida mientras mezclaba en un tazón.
—No lo sabes, ese es el truco.
—Es absurdo. —Caelum resopló llevando una taza humeante a sus labios.
—Para ti ¿Acaso has horneado alguna vez?
Caelum dejó su taza sobre un pequeño plato con elegancia.
—No, prefiero ver.
Su honestidad y cooperación me sorprendieron.
—¿Por qué despiertas tan temprano? —preguntó mi amiga.
—Tú también lo haces, debes entenderlo —dijo mirando bastante interesado lo que ella hacía.
—Es un gusto adquirido. —Ella se encogió de hombros—. Así es en mi casa.
—En la mía también.
La molestia se filtró por mi cuerpo. ¿Cómo podía comunicarse así con Becca? Cuando yo quería saber la cosa más mundana sobre él, parecía que estaba preguntando por un secreto nacional. Tal vez ese es mi error, pensar que hay algo mundano en él. Becca lo veía como un ser extraño.
—Oh, Sienna. —Becca saludó limpiando sus manos en un bello mandil.
Caelum puso sus ojos grises sobre mí. Pude verlo construyendo una barrera entre nosotros.
—Buenos días —dije acercándome a la barra y sentándome, dejando dos taburetes entre Caelum y yo.
—He preparado café. —Becca señaló a un mueble con una estación de café—. Estoy haciendo scones, tienen todo en este lugar.
—Creí que tienen personal ¿Enzo los echo? —pregunté divertida.
Busqué una taza para servirme café.
—Tu amiga insistió con Wendolyn para que le dejaran hacer el desayuno.
Caelum mencionó colocando una taza de porcelana sobre el mueble frente a mí.
Iba agradecerle, pero apenas y me miro. Se dio la vuelta y regresó a su lugar.
—Le decía a Caelum, que tu mamá fue la que me enseñó a hornear y que tú eres pésima.
Puse los ojos en blanco. No todo se hereda.
—Nunca fue mi ambición. —Tomé asiento frente a ella—. Tampoco es que tenga el don.
Becca sonrió, probablemente recordando aquellas rosquillas que hice para la feria de primavera el primer año de secundaria. Un tanto quemadas.
—Tienes otros dones —comentó formando los scones y colocándolos en una charola.
Mire a Caelum de reojo, el cual leía el periódico. Dones, todo es sobre jodidos dones. No era buena repostera, pero al parecer tenía el don de la fuerza, literalmente.
Becca continuó hablando sobre la repostería y haciendo preguntas bastante peculiares a Caelum y a mí. Nada extraño viniendo de ella. Los scones estuvieron listos luego de cuarenta minutos en los que ella preparo huevos revueltos y salchichas.
—¿Esperaremos a Enzo? —pregunté mirando al rubio.
—Si quieres desayunar hasta mediodía, hazlo —dijo ayudando a Becca con los cubiertos.
Becca sirvió el desayuno y los tres comimos el delicioso desayuno. Incluso Caelum felicitó a mi amiga, ella tenía el don. Irónicamente.
—¿Continuaran con lo que sea que están haciendo? —Becca me preguntó cuando Caelum salió de la cocina.
—Si, es algo complicado.
—Bien, tienes suerte que no necesito de compañía para mantenerme entretenida.
Sonrió colocando los platos en el lavavajillas.
—¿Qué haces?
Enzo solo llevaba un pantalón de pijama. Becca frunció el ceño con desagrado. Enzo practicaba natación desde los cinco años, no era un cuerpo desagradable de ver.