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…s…
Hace un año estaba disfrutando de mis últimos meses con mis amigos de secundaria y emocionada por ingresar en la universidad para poder convertirme en médico. Resultó que no solo no había hecho nada de eso, sino que había descubierto que tenía sangre angelical y que existía una sociedad de semi ángeles que lo controlaba todo. Tuve que abandonar todo lo que siempre quise y adentrarme en un mundo que terminó haciéndome sufrir más en unos cuantos meses, que todo lo que había sufrido en lo que va de mi vida.
Valentina dormía en el asiento trasero del automóvil de Enzo, le había dado un poco de su medicina Orioni para dormir. La pobre apenas y podía parpadear luego de ver ese video.
Mi corazón se hizo pequeño al ver a Val llorar desconsolada, cuando nos dijo a Tara y a mí que había sido su primera vez, solo quería encontrar al hijo de puta de Hades y destruirlo. Tara y yo lloramos con ella, porque, aunque nunca hayamos experimentado su situación, su pena era también nuestra. Cuando Elara y Helena llegaron al dormitorio Valentina ya había dejado de llorar. Parecía como si la vida hubiera abandonado su cuerpo, lucía más pálida de lo que era y sus ojos irritados, estaban vacíos.
—¿Me dirás quien lo hizo, Enzo?
Estuvimos en silencio desde que salimos del instituto.
—Claro, aunque no tienes que preocuparte —respondió con sus ojos en el camino—. Te aseguro que Hades lo hará pagar y Marcus va a romper sus huesos.
Una sonrisa triste se dibujó en mis labios al recordar la impotencia que mostró Marcus cuando supo lo que paso, amenazó con ir a buscar a Hades cuando todos creíamos que él había sido el cerdo, pero cuando Brad nos dijo que él no había sido, decidimos darle el beneficio de la duda.
—¿Puedo preguntar algo?
Enzo se mostró nervioso, algo bastante sorprendente.
—Dime.
—¿Aun lo quieres?
Mi pecho se oprimió y la respiración quedó estancada en algún lado de mi garganta.
—Si —admití—. No es sencillo dejar de querer a alguien, no importa que tanto daño te hagan. Dejar de quererlos es más difícil sin importar el peso de sus acciones.
Evité cerrar los ojos para no traer las imágenes de Caelum con Raven. No podría aguantar y terminaría llorando de nuevo frente a Enzo.
—¿Por qué piensas que está haciéndolo?
Su pregunta me confundió. ¿No debería saber el mejor que yo?
—Desde un principio el dejo las cosas claras, chicas por una temporada y que no me enamorara de él.
—Pero las cosas cambiaron luego de su estúpido trato —resopló—. Ustedes pasaron de eso.
—Si —canturreé con amargura—. Cuando se avergonzaba de que su madre supiera de mí tanto que tuviste que mentir. Aunque creo que solo querías una excusa para estar con Becca.
Intenté cambiar el tema al molestarlo.
—Cael es mi mejor amigo —dijo con seriedad—. Un hermano para mí.
—Lo sé.
—Pero haría cualquier cosa por él, incluso si eso no le gusta.
—¿Qué quieres decir?
Enzo suspiró abatido. Podía ver que tenía un debate mental.
—En este punto —tanteó—. ¿Podrías perdonarlo?
—No entiendo para que quieres saber.
—Responde, por favor —pidió con dificultad—. Tu respuesta es decisiva para lo que tengo que decir.
—Yo… —balbuceé—. No sé, Enzo. ¿Qué importa? Nunca pedirá perdón
—Las disculpas no son necesarias para perdonar, Sienna.
—Es que, estas semanas —suspiré—¿Cómo se supone que debo saber que decir? Nunca había llorado por un chico, Enzo. Jamás. Y resulta que ahora es todo lo que hago porque el imbécil de tu primo se está tirando a una de sus ex frente a mí, después de ir en medio de la madrugada de año nuevo a desearme feliz año y besarme.
Mi voz se volvió un poco chillona, pero solo porque tenía las palabras acumuladas en el borde de mi garganta.
—¿Qué tiene de feliz el jodido año? Dime.
—Eso es un no —dedujo.
—Tendría que haber una muy excelente y justificable razón por la que deba perdonar que tenga semanas actuando como si yo no existiera, revolcándose con esa chica frente a mí y no haber hecho nada cuando me paso esa mierda de la simulación.
Una sonrisa se asomó en la esquina de su boca. ¿Él sabía de la flor?
—¿Y si la hubiera?
—No vas a justificarlo, Enzo —advertí.
Podía ser su jodido primo favorito, pero no dejaría que intentara redimirlo. Mucho menos cuando ni siquiera este quería hacerlo.
—Debo olvidarlo —determiné severa—. Debo arreglar el lio que hice por él, con mis padres… con mi hermano.
Un nudo se formó en mi garganta. No había día en que no pensara o soñara con mi hermano.
Luego de eso estuvimos en silencio por un tiempo. Cuando pudimos conversar de otra cosa, el viaje fue más sencillo; al llegar a Londres, Val continuaba dormida así que quisimos despertarla una vez que estuvimos afuera de mi casa, pero fue en vano. Esa poción Orioni es magnífica.