—23—
…s…
Había pasado poco más de dos horas desde que Enzo y Caitlin partieron en busca de Caelum. Un escalofrió arrebatador atravesó mi cuerpo cuando el móvil sonó mientras continuábamos explicándole a Hermes y Caitlin todo nuestro descubrimiento. No necesité que Enzo lo confirmara, supe que se trataba de Caelum o al menos sobre su paradero. Escuchar su voz me llenó de un alivio inexplicable, ni siquiera pude evitar llorar.
El pelinegro dejó la habitación en un momento y cuando regresó, anunció que iría por él. Intente ir con él, pero se negó y junto a su primo, decidieron que lo mejor era que alguien desconocido como Caitlin lo acompañara.
—¿Planean dejar a su amiga en la biblioteca para siempre? —Hermes preguntó sentándose a mi lado.
Dejé de ver a Brad y Helena en la mesa de la cocina con libros y libretas sobre esta.
—No parece querer salir de ahí.
—¿Por qué trajeron a una humana con ustedes?
¿Cómo lo sabía? ¿Enzo se lo dijo?
—Lo deduje. —Se encogió de hombros—. ¿Por qué otra cosa Enzo la encerraría ahí?
—Es mi mejor amiga —hablé con un largo suspiro—. Por mi estupidez termino involucrada en todo eso, es gracias a ella que descubriéramos el Vestigio de Lilith.
Hermes asintió en entendimiento y volteó a ver a los chicos en la cocina.
—¿Qué harán con ella?
—Ni idea, pero no podemos dejarla sola.
—¿Qué tanto sabe?
Respiré con fuerza antes de contarle brevemente de su visita a Castelton y como tuve que disfrazar nuestro mundo con sociedades secretas de alta alcurnia. Para cuando terminé, Hermes tenía una sonrisa divertida.
—¿Y dices que no te gusta mentirle? —Alzó una ceja.
—No tengo otra opción, se lo que le pasaría si se entera de la verdad.
Cerré los ojos con frustración.
—Me sorprende tu amistad con mis primos, en especial con Cael. Siempre ha sido muy arraigado con sus creencias.
Abrí los ojos encontrándome con un par llenos de curiosidad.
—¿Qué hay de ti? Eres heredero de la corona, tu posición es más importante que la de ellos ¿Qué haces con una Immundus?
Hermes sonrió.
—Estar a la defensiva solo te delata y me brinda la respuesta.
—¿Qué piensas de todo? Debió ser fuerte descubrir que tu mundo es una farsa.
Ignoré su comentario, era consciente de lo que iba a decir y no me apetecía hablar del tema. No hasta que lo vea y pueda sentir un poco de paz.
—Pienso que aún no estamos seguros de nada, según ustedes todo es verdad. Pero, ¿qué tal si la verdad es otra? sin ese diario ¿Cómo pueden estar seguros? No niego que sea peligroso, la Orden los busca por ello.
—¿Pero?
—Pero, conozco suficiente lo peor de nuestro mundo como para dejar pasar todo lo que me han dicho y mostrado —dijo con seriedad—. Siempre me he preguntado ¿Cómo podemos ser superiores? Si vivimos controlados, desde nuestros dones hasta nuestro destino. Nunca hemos podido elegir.
Hermes y yo nos quedamos en silencio. Sus palabras me recordaban a Enzo y lo que me había confesado cuando estábamos en su finca. Ser libres, poder elegir. Cosas tan simples, pero que en este mundo parecían imposibles.
El sonido de la terracería y una luz blanca atravesando las cortinas, nos hicieron ponernos de píe de golpe. Las luces de la casa estaban apagadas, a excepción de algunas lámparas tenues para iluminar nuestro alrededor.
Hermes me indico con su índice que no hiciera ruido. Helena y Brad estaban observando desde la cocina con cautela. El chico rubio miró directamente por una de las ventanas y sin decir nada, salió de la sala. No dudé ni un segundo en hacer lo mismo.
—Creí que enviarías un texto con Helena. —Lo escuché hablar antes de salir de la casa.
Me encontré con tres cabelleras rubias. Pero mi atención se la llevó el chico de ojos grises con tez casi del mismo color. Mis piernas se movieron antes que mi mente y en un segundo, estaba abrazando a Caelum.
El abrazó fue correspondido de la misma forma, pero pude sentirlo moverse con incomodidad. Levanté la vista notando que hacía una mueca de dolor.
—Con cuidado, sus heridas son recientes —mencionó Lyra.
Caelum miró a su hermana con reproche.
—¿Qué tienes?
—Nada.
Fue como si Caelum no estuviera presente, lo podía ver, escuchar y sentir. Pero algo no estaba bien.
—Deberíamos ir adentro—. Caitlin sugirió mirando alrededor.
Caelum había tomado las manos de sus hermanas y parecía que la vida dependía de ello. Tenía muchas preguntas al respecto, pero debía esperar al momento adecuado.
—Vamos a que duermas. —Caitlin le sonríe a Ara, la cual observaba a todos con curiosidad.
Caelum parecía no querer soltarla.