Anatomía de un corazón solitario

Capítulo 5

Emma

—¿De qué fiesta hablas? —Cuestioné.

—¿Qué Lucy no te ha dicho? —Negué rápidamente ante la pregunta. —Lucy, dile de una vez sobre la fiesta.

—Sí, sí, gracias Julia. Casi lo olvido. —Se golpeó la cabeza.—Reservé este restaurante para darte una fiesta de bienvenida e invitamos a todos los médicos. La fiesta empieza dentro de poco, en menos de quince minutos.

—¿Es por eso que la gente se va? Me hubiesen dicho antes.

—Claro que no íbamos a decirte antes, porque no sabemos si te gustan las fiestas y si saldrías huyendo al enterarte.

—Tengo un turno a las seis de la mañana...No creo que asistir a una fiesta en mi primer día sea la mejor idea del mundo.

—¿Y qué? El mío comienza a las cinco, y no me estoy quejando. Todavía tenemos demasiadas horas para celebrar tu llegada a nuestras vidas, solecito brillante.

—Qué cursi suena solecito brillante.

—Qué importa, planeo llamarte así hasta que se me ocurra algo mejor —Julia me molestó.

—Ay... ¿Por qué a mí? Maldita sea...—Lucy se cubrió el rostro y sus mejillas se tiñeron de rojo.

—¿Sucede algo?

—Oh, es que el caballero de nuestra doncella en apuros acaba de entrar —la castaña hizo un movimiento extraño con sus cejas mientras la pelirroja no paraba de avergonzarse más y más con el paso de los segundos.

—¿Quién es el caballero de nuestra doncella en apuros? —Solté una risa.

—Stephen Bennet, cirujano torácico —lo señaló con disimulo. Abrí la boca sorprendida por el tremendo dios griego que era ese hombre: ojos azules, cabello castaño bien peinado, cuerpo musculoso y una sonrisa de infarto.

—Lucy Wallace ¿Todo eso te comes? —Bromeé. El hombre era guapísimo.

—¡Basta, no entiendo por qué siguen diciendo que tengo algún tipo de relación con él! —Y a pesar que se enojó, sus mejillas continuaban enrojeciéndose aún más con el pasar de los segundos.

—Te gusta él, Lucy, te gusta. No vayas a decirme lo contrario, porque juro que te mato. —Julia la amenazó y juro que yo no entendía nada de la situación.

—Bueno, honestamente ahora mismo no estoy entendiendo nada de lo que dicen. Así que, si se toman un momento para explicarlo todo, les estaría muy agradecida.

—Lo que está sucediendo aquí en este maldito momento no es nada del otro mundo. El doctor Bennet le ha estado pidiendo una cita por más de una semana, y lo único que ha hecho ella es huir y no darle una respuesta final. Él dijo que se siente atraído por ella, y lo dijo de forma directa.

—¡Exacto! ¡Lo dijo así, sin más! ¿Cómo carajo pretende que le de una respuesta? ¿De la misma manera tan directa o soy la única que piensa esto? —Abrió la boca, demostrándonos que estaba enfadada y sorprendida.—Me van a disculpar, pero, yo no soy de esas personas que ande diciendo que le gusta alguien y se lo toma a la ligera.

—¿Y qué vas a hacer sino? ¿Vas a huir de él toda la vida hasta que se canse de perseguirte y se enamore de otra mujer que no seas tú? Ay, Lucy, por favor, te pido que no te comportes tan estúpidamente si sabes bien que te vas a arrepentir de tus malas decisiones en el futuro, y ese será en un futuro muy cercano.

—No sé que hacer ni como comprender esto que siento por él...No me ha pasado nunca con alguien más.

—Tienes miedo de sentirte atraída y peor aún, enamorarte de él.

—Bien, sí, es eso lo que tanto temo.

—Lucy...Para hablar con la persona que te interesa amorosamente, no es necesario que prepares un guion y te lo aprendas de memoria. Al contrario, todo lo que hablen debe surgir.

—Tiene razón. Dile que aceptas la cita y que te disculpas por haber tardado una semana en responder, sin embargo, que has tenido un par de problemas personales.

—¿Y qué le contesto si me pregunta cuáles son esos dichosos problemas personales? Quedaré como una mentirosa de lo peor, seguramente.

—Ya basta Lucy, deja de ser tan pesimista. Casi nadie se atreve a preguntar sobre eso, y en caso de que sí, inventas cualquier excusa.

—O dices que querías hacerte la difícil. Vamos, no es complicado.

—Lo dices tú, Julia, que no te enredas con nadie.

—Ya he dicho que me conformo con lo que me traiga el destino o la vida misma. Y ya creo que nos hemos excedido un poco en esta conversación, pues ya todos los invitados han llegado y apenas es que nos damos cuenta.

—Es cierto. Bueno Lucy, ya te hemos dado unos cuantos consejos que pueden ayudarte —me levanté de la mesa luego de haber terminado mi hamburguesa—. Supongo que sería muy cordial de mi parte ir a saludar a los invitados.

—Está bien Emma, te llevaré a socializar un poco mientras que nuestra querida Lucy piensa sobre los sentimientos que guarda ese corazoncito suyo ¿De acuerdo?

—Ni siquiera yo misma entiendo la anatomía de este corazón mío.

—Lo entenderás pronto, no te hagas más problemas.

Me quedé callada y dejé de enterarme de lo que sucedía entre mis nuevas compañeras y amigas, porque el mismo hombre que captó mi atención en el trabajo en la mañana. Esta vez, me di la oportunidad de observarla mejor que la primera vez: es bastante alto y tiene una sonrisa arrogante. Su cabello es castaño oscuro y sus ojos azules, aunque eso ya lo noté antes. Sin embargo, no me había dado cuenta de la profundidad que parecían tener sus ojos. Me cautivó imaginar todo lo que ellos ocultaban y sin ser consciente de mis actos, comencé a caminar en su dirección y a pesar que mis tiemblas temblaron por unos cuantos segundos, le saludé:

—Hola —susurré, y en el mismo momento que su mirada se cruzó con la mía. Estuve a punto de pecar y conocer el mismo infierno.

—Hola, doctora Coleman —me miró con curiosidad y sonrió arrogantemente. Oh, debería empezar a pensar muy bien lo que voy a hacer esta noche si no quiero arrepentirme al día siguiente.




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