El Maestro recibió con una sonrisa a quien llegaba, pero Arel no le prestó atención a nadie más que a Andem, a quien no había dejado de mirar desde que salió de entre la multitud. Él se detuvo justo en frente de Andem, y éste a su vez, se puso de pie, mirándole a los ojos. Por lo que Tiara y los demás se daban cuenta de que algo no andaba bien.
- ¡He aquí la última creación de Dios! – expresó Arel, con cierto tono arrogante.
- ¡Este es el joven ángel que todos ansiaban conocer! – exclamó.
- ¡No es más que un farsante! – añadió en seguida, logrando con esto que Andem se enojase aún más.
- El único farsante que puede haber aquí, eres tú, Arel. – contrapuso Andem, en voz baja y con todo airado.
- Ya sé que…
- ¡Ya sabes qué, muchacho! – le interrumpió Arel, con brusquedad.
- ¡Ni siquiera puedes controlar los extraordinarios dones que Dios te ha otorgado! – dijo.
- ¡Sólo eres un vil…!
- ¡Ya basta, Arel! – le interrumpió el Maestro, algo enojado.
Y al escucharlo Arel guardó silencio y mostró una extraña sonrisa. Para luego mirar en su dirección y hacer a un lado a Andem con su mano izquierda, no sin antes sentir una extraña sensación de cosquilleo en todo su brazo. Por lo que se detuvo a mirar a Andem por un momento y, sin darle mucha importancia, continuó caminando hacia el Maestro.
- ¡Miren a quién tenemos aquí! – dijo Arel.
- ¡El que menos derecho tiene a estar en el Reino de los Cielos! – exclamó a viva voz.
- ¡El tener un par de alas propias no te convierte en uno de…!
- ¡Arel! – interrumpió Andem, con notable enojo.
- ¡Déjalo en paz! – agregó, y esto molestó un poco a Arel, quien se miró y, con un brusco movimiento de su brazo izquierdo, Andem salió disparado hacia atrás, con gran rapidez. Y de inmediato, por puro instinto, Lariob tomó del brazo a su hermano mientras dibujaba un círculo en el aire con su mano derecha, desapareciendo ambos, justo antes de que el cuerpo de Andem se los llevase por delante.
- ¡Eso estuvo cerca! – dijo Lariob, luego de aparecer aleteando a unos tres metros al oeste de donde había estado, sujetando y dejando sobre el suelo a Larioc, al no soportar su peso.
Los ángeles que se encontraban en el lugar vieron cómo Andem cayó a unos cinco metros de donde había estado parado, para luego rodar unos tres metros más. Y al ver este extraño acontecimiento la gran mayoría comenzó a preguntarse qué estaba sucediendo. Pues no entendían el por qué Arel había actuado así, ni cómo él pudo mandar a Andem a volar, sin siquiera ponerle un dedo encima. Ni entendieron la forma en que los gemelos desaparecieron ante sus ojos, apareciendo en otro lugar al instante.
Luego de ver lo sucedido Tiara se dio cuenta de que el pergamino de Andem se encontraba tirado en el suelo. Y entonces ella decidió a mirar hacia Andem y notó que él ya se estaba levantando, con sus ropajes sucios de tierra y pasto. Al mismo tiempo en que Arel miraba hacia el Maestro, y caminaba hacia él, en forma amenazante.
- ¿Qué intentas hacer, Arel? – le preguntó el Maestro, al ver que él intentó levantar su mano derecha con algún vil propósito. Pero Arel no movió bien su brazo cuando miró rápidamente hacia su izquierda, justo antes de ser violentamente embestido. Siendo lanzado a gran velocidad hacia los ángeles que se encontraban parados al noroeste del lugar, quienes sin pensarlo dos veces comenzaron a retroceder, saltar y a volar, al ver que Arel se dirigía velozmente hacia ellos, cayendo aparatosamente al suelo, dando giros y vueltas, para luego detenerse a unos seis metros después de haberse estrellado contra el suelo.
Todos vieron cómo Arel salió disparado de repente, y miraron hacia donde éste había estado antes, logrando ver entonces a un airado Andem que batía sus alas lentamente para aterrizar, tocando el suelo con su pie derecho, y a poca distancia del Maestro.
- ¡Andem! – pensó Tiara, con notable preocupación en el rostro, volviendo luego a mirar hacia el pergamino que aún se encontraba tirado. Para entonces quedarse un tanto pensativa, alzando la vista al frente. Y al ver todo esto los ángeles de los alrededores comenzaron a comentar todo cuanto llegaba a sus mentes, preocupándose un poco al ver que Arel no se movía en lo absoluto. Y unos cuantos curiosos comenzaron luego a acercarse a su cuerpo, mientras Andem se volvía hacia el Maestro, volviendo lentamente a la calma.
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Editado: 18.05.2021