**Capítulo 8: Zafiro**
El mundo onírico me atrapó una vez más, llevándome a un lugar oscuro y desconocido. En medio de la neblina, me encontraba yo, una niña pequeña, parada frente a un enorme tanque de agua verde. La sensación de miedo me invadió cuando unas sombras desconocidas me obligaron a entrar en aquel tanque, sin equipo de respiración. Sabía que era yo, esa niña y yo éramos como dos gotas de agua.
—¡No quiero estar aquí! ¡Déjenme salir! —gritaba con todas sus fuerzas, golpeaba inútilmente el cristal, sentía el agua verde llenar mis pulmones como mismo mi yo pequeña lo debía sentir al agarrarse el pecho de esa forma tan brusca. Aunque no nos estábamos ahogando, el miedo nos oprimía el pecho y sus lágrimas se mezclaban con el líquido mientras que las mías bajaban hasta perderse por mi blusa.
Por alguna razón, no quiero despertar de esta pesadilla. Siento que él sueño de aquel día en donde aquella niña, o sea yo, estaba atrapada en el tanque como ahora, sólo fue el principio de un recuerdo incompleto que ahora veía de nuevo... Con más detalles. No estoy del todo segura si es un recuerdo mío o de alguien más, tal vez tenga una hermana gemela que sufrió todo esto y me afecta a mí por esa extraña conexión que tienen los hermanos gemelos. Si no es un recuerdo sea mío o no, ¿qué más puede ser? ¿Un sueño son sentido?
Una figura con bata blanca, que no distinguí su rostro porque todo el tiempo me daba la espalda como los demás, se acercó al tanque, golpeando suavemente el cristal para llamar la atención de la niña.
—Es por tu bien, mi niña. —susurró la figura, mi pequeña yo, solo podía sollozar y rogar que la sacaran de allí.
Quise acercarme, quise ayudar a esa niña tan parecida a mí, avanzado un par de pasos cuando de repente sentí que el suelo se abrió como un agujero oscuro y yo caí por él... como un abismo.
Desperté en mi habitación, temblando y sudorosa, con lágrimas aún resbalando por mis mejillas. Miré a la persona que me abrazaba. Kira, mi amiga, estaba allí consolándome en silencio. La semana había transcurrido con una rapidez que me dejó un poco atontada cuando ví a Kira el sábado por la mañana en la entrada de mi casa, mamá y papá me permitieron hacer una pijamada con ella y juntas nos iríamos de mi casa el lunes a la escuela.
—Creí que no despertarías, la verdad es que no sé cómo tus padres pueden no despertarse con tus gritos. —dijo con preocupación, sin dejar de abrazarme.
Estuvieron afuera desde el sábado por la noche, creen que no me di cuenta que volvieron el domingo al mediodía y luego volvieron a salir hasta hace unas horas que llegaron y se encerraron en su habitación.
—Tuve una pesadilla horrible. —le confesé en un susurro, sintiendo un nudo en la garganta.
—Vamos a la cocina a por agua y te calmas, luego me cuentas si quieres desahogarte.
Asentí despacio y juntas fuimos a la cocina silenciosas para no alertar a mis padres. En la calma de la cocina, compartí mi pesadilla con Kira y terminé contándole mi objetivo, sintiendo el alivio de sacar esa carga de mi pecho aunque aquella opresión no se iba.
—Joder, esa pesadilla suena espeluznante —exclamó Kira, con los ojos abiertos de par en par—. No me imagino cómo debiste sentirte.
—Así es —suspiré, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda—. Creo que es un recuerdo... tal vez hasta tengo una hermana gemela que está sufriendo desde pequeña y mis padres no me han querido contar... tal vez ese es el secreto que me ocultan aunque no tiene mucho sentido por varias cosas como mudarnos, por ejemplo.
—¿Crees que si tuvieras una hermana gemela, estaría viva? —Cuestionó, dejándome helada por un momento— A lo mejor no lo está y el que le hizo daño quiere venir a por ti o por tus padres y por eso se mudaron. Hasta el símbolo puede ser la marca personal del... asesino de tu gemela.
—Tal vez, Kira —Suspiré—. Pero sólo son suposiciones, no tengo nada sólido en lo que fiarme. Necesito descubrir la verdad, no puedo seguir viviendo con el miedo y la incertidumbre.
—Estoy contigo en esto, Andrea —Kira asintió con determinación—. Juntas encontraremos respuestas.
**
Al días siguiente, lunes por la mañana en la escuela, nos dirigimos a la biblioteca en el tiempo libre, volvimos a seleccionar el mismo libro que nos había llevado a un callejón sin salida, tras haber saludado a la amable bibliotecaria.
—¿Crees que este símbolo sea algo grande? —preguntó Kira, señalando el dibujo en mi libreta con curiosidad.
—Algo me dice que es importante. Quizás sea la clave para desentrañar todo este misterio.
—O la punta del iceberg.
Asentí.
Kira frunció el ceño de pronto, pperdida en sus pensamientos.
—Es extraño, desde aquel día que me lo mostrarte me resulta vagamente familiar, pero no puedo recordar dónde lo he visto antes si es que n verdad lo vi.
—No te preocupes —le dije, tratando de animarla—. Juntas lo descubriremos.
Justo en ese momento, la puerta de la biblioteca se abrió rompiendo el silencio que había, y una figura enigmática entró en silencio. Sus ojos cagaron por todo el lugar hasta que nos vió en la mesa más apartada, se acercó y sin decir nada tomó asiento frente a nosotras.
—Hola.
Sonreí tras intercambiar una mirada con Kira.
—Hola, soy Andrea —me presenté, sacudiendo mi mano en el aire a modo saludo.
—La chica nueva y el objetivo de Isabella. —Masculló, el fantasma de una diminuta sonrisa en su labios agrietados y resecos, se asomó.
—El objetivo sí, la nueva ya no —Admitió Kira entre risas que me contagiaron, y es que tenía razón, ya llevaban caso dos meses aquí—. Yo soy Kira.
—Zafiro —respondió la misteriosa chica, devolviendo el apretón de manos a Kira— ¿Qué las trae aquí? Porque dudo mucho, que aunque sean responsables con sus estudios, se coman los libros de la biblioteca sólo porque sí, perdiéndose el horario libre aquí.
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Editado: 05.12.2024