Edelina no era capaz de articular palabras. Simplemente ignoro su sentido común y su mismo carácter personal quedando en silencio inmediatamente. Entonces en medio del puente se sentó en la orilla y dejo así que la mujer se fuera de allí sin ser interrogada.
Las horas pasaron en su solidificación hasta que otra presencia la levantó del trastorno. Roland se sentó a su lado y aunque ella no lo miro, lo identificó.
- ¿Qué sucede conmigo?- preguntó ronca, pues su voz parecía haberse rendido.
- Solo tienes algo de mala suerte, tú no eres el problema... Lo es este lugar.- dijo acercándose, abrazándola por el hombro intentando darle algo de fuerza.
Ambos se quedaron conectados en su sosiego. O así fue hasta que la distracción de lo lejos atrapó la mirada de ambos, una asustada y otra sorprendida.
Edelina miro a lo lejos el espíritu que se movía entre el aire, parecía un pequeño fantasma que se escurría entre el aire jugando con todo a su alrededor; hasta que finalmente se fue acercando a las orillas paralelas del puente y este de forma paralela al antiguo mounstro, su luz brillo hasta convertirse en hombre, en un humano.
- La primera vez que estuve aquí un mounstro me atacó...- dijo sin más
- ¿Un espíritu?- preguntó Roland.
- Eso parecía, pero después de ser hombre se transformó en una bestia e intentaba matarme- lo miro- ¿Porqué todos intentan matarme? ¿Qué es todo esto?
- Ellos son los Telquines, nueve hermanos que trabajaron para los Dioses pero luego terminaron como unos démones envidiosos, los cuales en teoría pueden tomar la forma de cualquier cosa o persona, y pueden provocar lluvias y tormentas de nieve, la única forma de reconocerlos es por sus ojos extraños y particulares, totalmente negros pero lúcidos alrededor como un eclipse reflejado en agua, y justo en el momento que les reconoces la mayoría de ilusiones que forma a su alrededor se desvanecen, quedando solo su cuerpo deforme... Pero no puedes atacarlos... Son muy poderosos.
- ¿Quienes son ellos?- preguntó ella.-los démones son ¿Demonios?
-No, fueron la primera generación de humanos, personas que fueron convertidas en espíritus protectores que se supone guiarían al hombre al tártaro.
- ¿Se supone?
- Si... o eso fue hasta que aparecimos todos nosotros - él sonrió- es como si lo hubiesen hecho a propósito, todo está tan claro pero tan lejos, tan formalizado.
Su sonrisa era tan dulce y simple, no encontraba la razón por la cual él era temido, o incluso porque era separado u alejado de todos, como un virus. Su compañía siempre habría sido tan singular pero eso la hacía un más bella y atractiva, Edelina lo miraba y no encontraba, no entendía la forma en que se sentía hacia él. Quizá como un hermano podría amarle pero ni siquiera sabía que esperaba de aquel muchacho, solo era un niño igual que ella, perdidos en un paraíso en llamas.
El silencio no había parecido incómodo nunca, ni siquiera las dudas, el enojo o la tristeza perturbaban esas sensaciones.
- Lamento que todo ésto pasé, no es justo para nadie tener que pagar los errores de otros.- comentó Roland.
- ¿Tú también eres como yo o no?
Él no contestó. Sus ojos abrumadores intentaban alejar esa pregunta.
- ¿Estoy en otro mundo?- preguntó Edelina sin dudar si sus palabras le darían lo que esperaba. Incluso después de pronunciarlas se toco el cuerpo como si temiera desaparecer, a veces las respuestas eran contradictorias a sus esperanzas. Temía por ella, temía por su vida, pero finalmente temía por ese mundo, por Roland; no quería que de alguna forma que nada de eso fuera real.
- No tan literal, es complicado.
- ¿Complicado? ¡Complicado? ¡Ésto es una estupidez!
- Es algo más que eso.
- Por... ¡Por eso todo parecía tan extraño!
- Ni tus palabras son coherentes- sonrió como si hubiera esperado ese comentario desde un principio, no la miraba simplemente seguía observando todo lo que conllevaba el Edén griego, observando el rededor de los campos elíseos. - La filosofía de esto es mucho mas grande lo que tu podrías asemejar. Quizá solo necesitás dormir.
Se sentía tratada como un estulto, pero ni siquiera fue posible para ella responder, pues como el hilo de una varita aromatizante Roland le tocó el rostro, lo toco de la misma forma que lo hacia cada vez que le era posible, él le amaba y temía que tuviera que matarla, y lo único que hacía era hipnotizarle con sus mañas sin darle sentido al continuo lid.
Casi con júbilo y descaro, toco su frente con un dedo y ella perdió sus sentidos quedando atrapada en su propio cuerpo. Durmiendo en su fatal falta de carácter.
Edelina despertó en una habitación blanca como nieve... Alrededor de ella en realidad no había mucho que resaltar solo un espejo y una mesita de noche, con ventanas y cortinas igualmente blancas. Dando con un solo archivo extraño, el cartel de la puerta que decía "Edelina Bradley Hughes "
- Hughes - pronunció en el vacío del espacio. Aquel apellido no lo había escuchado desde hacía años, era como si hubiese desaparecido del mundo y regresado en su intento de inicio.
¿Porqué todas estas personas parecían saberlo todo?
Entonces en ese momento se levantó de la cama, y por primera vez en un largo tiempo sintió como sus dedos se plantaban agobiados en el tapete de peluche, hacía cuando que no se tomaba el espacio para dedicarse a sí misma. Hacía tiempo que ella no estaba en sí misma.
Acarició las yemas de sus dedos y sintió la porosidad de su piel en movimientos suaves que la conducían a no más que una leve estimulación en su cuerpo, se acarició el cabello y las mejillas sintiendo cada sensación que esta le permitía tener. Y cuando volvió a percatarse de su reflejo en el mencionado espejo se miro, se conmocionó con su imagen tan particular y noto el extraño color que parecían haber tomado sus ojos, ese color que nadie le había mencionado. Su piel parecía haberse aclarado y el brillante color de su cabello era inexplicable a comparación de su antigua ella. Todo había cambiado.