Añeja Fantasía: Evocación del orbe

Capítulo 16. Luz de noche

Cuando el día finalmente comenzaba, todos despertaban en sus respectivas habitaciones con la fresca brisa que se escurría bajo la puerta. 
Las dudas escandalosas en la mente de Edelina no ayudaban a sentirse segura, simplemente todo estaba separado en tribus mientras ella no pertenecía a ningún lado.

- Todos aquellos que se encuentran en la sección C favor de reincorporarse al grupo en la sala de prácticas lo más rápido posible... Repito, todos aquellos de la sección C a sala de prácticas al final del pasillo 6 con conexión a la cafetería. Tienen cinco minutos.- Se escuchó resonar fuera de las habitaciones en los altavoces. Cinco minutos que en realidad parecía que ninguno había escuchado, pues fuera en los pasillos ningún ser caminaba en paso a la sala pedida. 
No fue hasta que los mismos démones se juntaron y terminaron sacando a todos de sus camas arrastrandolos fuera, también a Edelina.

El lugar se asemejaba a un laberinto que de no ser por los concurridos carteles de numeraciones y letras no era posible ubicarse. Pasillo 6, un lugar sin salida, pues la única puerta que existía estaba cubierta por la exagerada cantidad de démones. Esos seres extraordinariamente desconocidos.
Todos fueron acomodadas y ordenados en su respectivo lugar, y en ese momento una mujer entro desde las sombras junto a un joven, moviendo escandalosamente su cuerpo y marcando las botas duramente en los suelos hasta que finalmente se encontró frente a todos, marcando ese sentido de superioridad.

- Quiero que todos me escuchen con atención - dijo mirándoles a todos en un silencio alenazante resaltando sus palabras- soy Sidonia Clarke y espero que todos ustedes vean y reconozcan todo lo que nosotros hacemos por ustedes... - Seguía haciendo pausas demasiado largas- Mi labor aquí es enseñarles e informarles todo aquello que desconocen sobre todo lo que les ha estado pasando. Y Alwin Sallow les ayudará a controlar aquello que ustedes poseen. Espero que sean prudentes a la hora de trabajar con nosotros, de otra forma no esperen la misma forma en que se les trata ahora.

Todos estaban en fila, dos específicamente, una de mujeres y una de hombres donde cada uno respectivamente pasaba por su serie de jóvenes. 
Sidonia estaba al frente de la de los chicos e inversamente Alwin estaba en la de las mujeres. 
- Estira tú brazo.- dijo a la primera chica, a la reconocida como Agnes. Y con casi una contraseña paso sus dedos entre su extremo. 
Unos segundos después pasó lo impresionante... Ese brillo, esas luciérnagas que parecían escapar de las manos de la joven. Luces de colores que una y otra vez chocaban con ella como si quisieran volver a su cuerpo. 
Agnes parecía enloquecer con aquella revelación, pero segundos después la magia desapareció y recurrió paso a la siguiente.

- Estira tú brazo- dijo continuamente, mientras se aproximaba poco a poco a Edelina. 
- Estira tú brazo- dijo nuevamente a la chica de su frente. 
- Estira tú brazo- le ordenó a Edelina. Él la tomo, y como a todos los chicos anteriores, puso sus manos sobre su brazo, sobre esa área llena de venas que todos podrían peligrar en cualquier momento. Pero esta vez ninguna luz o manifestación se mostró posterior a su tacto. 
Edelina estaba ansiosa por el hecho de que no hubiera nada, todas las chicas del fondo le miraban aterradas como si supieran lo que seguiría. 
En ese momento Jenell se manifestó junto a su "perro" Aston.
- Ven conmigo- se dirigió a Edelina mientras todos le miraban, pero incluso Alwin no permitía ningún movimiento de ella. 
Jenell a pesar de haber estado en ese lugar desde el principio, desde el primer día en que apareció uno de ellos, nadie conocía quien era ella. No era un démon, tampoco una olímpica o una Diosa Todopoderosa... Técnicamente ella no era nadie, pero todos temían de ese "nada"... era una mujer impulsiva pero muy estricta, tenía el carácter y la mirada confiada y dominante. Ella era la reina allí aunque nunca en Grecia el poder de los reyes era tan grande como para hacer mucho por su pueblo, siempre fue ese el trabajo de los dioses. Dar y quitar... Controlar. 
Finalmente esta se movió pero ninguna de las dos noto los ojos acristalados que les observaban desde lo alto del gimnasio mientras ellas se dirigían a la salida. Camuflado contra las tejas en la oscuridad para luego dejarse consumir por el espacio y desaparecer en las sombras. 
La escurrió entre el pasillo 8 y siguió 
- ¿Quién eres?- preguntó Jenell 
- Usted ya lo sabe- masculló para sí misma mientras levantaba la mirada
- No, Yo quiero saber quién eres tú.

Edelina guardo silencio y la miró atontada, ¿Desde hace cuánto tiempo había olvidado aquello? 
- Sientate- ordenó. El asiento parecía una de aquellas que utilizaban para la tortura en la edad media. Ataron sus muñecas y cintura provocándole casi una inmovilidad. 
Edelina estaba nerviosa, ansiosa mejor dicho y entonces cuando le vendaron los ojos por la espalda la adrenalina subió y comenzó a sacudirse incontrolablemente intentando evitar cualquier tipo de amenaza. 
"A menos que tuvieran armas"- pensó. 
Su corazón se aceleraba temiendo tanto a aquello que no veía y no percibía. Además de que aunque se encontrará en completo silencio sus oídos no habrían servido para descubrir que sucedía allí. 
- Quédate quieta o te cortará- ordenó Aston con voz ruda y seca, aquella que le provocó escalofríos aunque la había escuchado antes; nunca la percibió tan cerca de ella, siempre había sido sacada del lío y ahora se sentía abandonada. 
Finalmente sintió que unas manos le tocaban la piel. La iban a inyectar, ¡Eso era! Entro en pánico y comenzó a sacar patadas por donde le era posible. 
Un paranoia comenzó en su interior, ¿Querrían matarla? ¿Dormirla? No podría estar segura de que era lo que sucedería. No hasta que las manos frías del hombre la tomaron y la aguja atravesó su piel. Inmediatamente sintió como el líquido que incluía la jeringa se escurrió por su sangre. Sintió adormecida esa área pero por otro parte todo su cuerpo se sentía igual de estable. 
- ¿Qué hacen?- preguntó en un suspiro que rasgaba su garganta. Pero nadie le importo contestar a su pregunta y en cambio cubrieron la marca que quedaba con un algodón bañado en alcohol. 
El rojo de la sangre camino en los dedos de Edelina, ella podía sentirlo pero nada tenía sentido. 
Entonces el aire le descubrió los ojos y Nele estaba parada frente a ella, Jenell no estaba allí, nadie en realidad sólo Nele y ella. Sin embargo cuando reaccionó percibiendo el olor de Nele se vio bajo una figura tórrido y fria; ya no era dulce su mirada ni cálido su aroma, sino estaba llena de suciedad provocando un horrible olor a musgo y humedad. Y aunque allí no había nadie ella tampoco se movía, solo la miraba, solo sostenía su alma en sus ojos negros que parecían no estar hay. 
Edelina quería soltarse, quería arrojarse contra ella esperando que su contacto cambiará esa vaga ilusión pero ni siquiera se había dado el privilegio de respirar con normalidad. 
Luego todo su derredor se cubrió y estableció de un negro carbonizado, color que escapaba de su vestido negro, casi envolviendo hasta la silla en la que Edelina estaba sentada. Su cuerpo entero quedó cubierto de las sombras, dejando a oscuras igualmente toda la habitación. Edelina por primera vez se había rendido internamente y giró la mirada a un lado esperando liberarse de la amenaza, esperando el final... Ella no quería mirar y recordar esa figura aterradora que antes le había salvado, ella no podía con ese dolor. 
Sin embargo Nele aún así no se movió, se quedó allí solo para pronunciar las palabras que necesitaba escuchar. 
"Huye"




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